Capítulo XV

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Capítulo XV

Vuk se agachó evitando los focos que rastreaban el perímetro. Sabía que regresar a ese maldito lugar, no era buena idea, pero ¿alguien le hizo caso? No. Por supuesto que no, y ahora estaban jodidos.

Cuando el haz de luz se alejó, se puso en pie y corrió todo lo rápido que pudo, que no era mucho, teniendo en cuenta el peso muerto a su espalda. Bueno, no muerto, aún no de todas formas, o él lo estaría también. Una nueva oleada de dolor retorció su corazón haciendo que se quedara sin aliento por un segundo. «Maldito brujo». Haciendo lo posible por ignorar los aguijones en su pecho, se llevó a sí mismo, y a su carga, hacia uno de los edificios.

—No te atrevas a morir, ¿me oyes?

Darian no contestó, por supuesto. El brujo volvía a estar inconsciente, y si no trataba pronto esa herida de bala, el pequeño bastardo no tardaría en morir desangrado. En cualquier otra situación, aquello le hubiese parecido genial, pero desde que ese idiota puso un hechizo alrededor de su corazón, no lo era en absoluto.

Debía mantenerlo con vida, o él mismo perdería la suya.

Regresar al polígono no había sido su idea, de hecho, era lo último que hubiese querido hacer. James no era tan tonto como para permanecer en aquel lugar cuando la localización había sido descubierta, pero el pequeño mequetrefe, quería ver por sí mismo el almacén espeluznante. Le dijo, que incluso si ya no era el lugar de invocación, aún podía obtener información de la magia residual, lo que fuera que significara eso. Suspiró y volvió a maldecir sus huesos. Le advirtió que en el momento que pusieran un pie en aquel lugar, las protecciones se cerrarían sobre ellos en una trampa mortal, y eso, precisamente, era lo que había pasado.

Oyó ruido de pasos y contuvo la respiración. Su corazón seguía doliendo, pero al menos las punzadas se habían detenido. Dejó a Darian escondido al amparo de las sombras del edificio, y se preparó. «Ya vienen».

🐺

Micah estaba sentado en la tranquilidad de la biblioteca. La tenue luz del atardecer, entraba por la ventana y caía sobre él, cálida y acogedora. El agradable peso de un libro en su regazo, y el aroma de su té preferido le hacían sentir relajado y a gusto. La puerta de la biblioteca se abrió de golpe sobresaltándolo por completo.

—¿Has visto a Nai?

—Hola a ti también, Wild.—dijo tratando de mantener su voz calmada.

Wild olfateó en su dirección y entrecerró los ojos.

—Ha estado aquí.

Micah se encogió de hombros.

—Probablemente.

Wild frunció los labios, volvió a tomar una inhalación, y se fue. Micah sonrió y negó con la cabeza.

—Ya puedes salir de ahí.

Una maraña de rizos negros asomó por encima de la mesa, a su lado, apareció también la cabeza despeinada de un pequeño niño.

—¿Se ha ido?

Micah asintió y Nai suspiró. Salió de su escondite y se dejó caer en el sillón a su lado. Calen le siguió pegado a sus talones, imitando cada uno de sus gestos.

—¿De verdad crees que puedes esconderte de Wild? Es el rastreador de manada. —dijo señalando lo obvio.

—¡No me estoy escondiendo!

Micah sonrió, la forma en que Nai podía gritar en susurros, era muy graciosa.

—¿No te estás escondiendo?—preguntó solo porque podía, y Nai suspiró mirando al techo. A su lado Calen se rió.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora