-VENDEDOR DE PIEDRAS-

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Después de un largo día en el parque, el cine y centros comerciales con los niños, regresó a su casa, era increíble lo que un día entero con sus hijos podía hacer en él, se sentía feliz, tranquilo y ahora se sentía más cerca, definitivamente tendr...

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Después de un largo día en el parque, el cine y centros comerciales con los niños, regresó a su casa, era increíble lo que un día entero con sus hijos podía hacer en él, se sentía feliz, tranquilo y ahora se sentía más cerca, definitivamente tendría más días así. Y aun que se sentía un poco culpable por que Orión no podía andar en las calles con ellos también estaba dispuesto a compensárselo con esos sobres de comida blanda que le encantaban.

Aquel día en la noche Emerick a pesar de aún tener ciertas preocupaciones llegó cansado a su habitación.

—Oye gata insolente ¿qué es lo que haces en mi cama? — le preguntó al mismo tiempo que se quitaba el saco y sonreía, entonces Orión se giró panza arriba y se retorcía aún más en la cama.

—Es más cómoda que la mía, ¿te la puedo cambiar? Di que sí ¿sí? — preguntaba en tono dulce mientras seguía retorciéndose. Emerick sabía que cuando un gato mostraba su panza a un humano significaba que comenzaba a tener confianza en él. Y él al no sentirse tan de malas como otros días no la quitó, además era su nueva mascota ¿no?

— ¿sabes que' al diablo? Ahí quédate si quieres... estoy tan cansado que no me importa. — respondió con desgana, entró al baño y salió con un pants ligero y sin playera, a cualquier otra mujer del mundo entero le habría fascinado la increíble imagen de Emerick al salir semidesnudo, pero a Orión no le importaba en lo más mínimo, el ser una simple gata le impedía verlo con ojos de deseo, simplemente sentía admiración por el hombre que le había dado un nuevo hogar. Así que disfrutando de la suave cama de Emerick cerró sus ojitos dispuesta a dormir, hasta que sintió que él se aventó y se tapó con las cobijas.

— ¿en serio? ¿No me vas a correr? ¿No me dirás que me largue por ser una gata insolente?— le cuestionó Orión con ganas de pelear y al verlo tan tranquilo con las manos en su nuca mientras él miraba el techo.

—Hace mucho tiempo que no me sentía así, sé que tengo trabajo; ¡en verdad lo sé! Podría ganarme uno o dos millones en este momento si quiero, pero... justo ahora estoy acostado permitiéndome ver el techo sin hacer nada, hoy mis hijos comieron delicioso, vieron la mejor película del momento, tienen a su padre y a una nueva mascota, —Entonces Emerick miró a Orión quien ya le prestaba atención. —Así que no, hoy no te diré "gata insolente" ni te voy a correr, hoy quiero que duermas donde quieras, comas lo que quieras y te liberes.

—Vaya que eres raro... pero bueno, acepto lo que dices  ¿Desde hace cuánto no dejas de trabajar?— preguntó de repente interesada.

—trabajo desde los dieciséis años, mi padre me llevaba a su empresa y me mostraba con gran ímpetu todos los negocios que había logrado, claro... cuando lo admiraba, ¡bastó un solo día para que yo me enamorara de los negocios! Me hubieras visto... todo un jovencito con traje ejecutivo, yo me sentía el próximo jefe de Krentz Corp, en aquella época no pensaba en lo que acabaría. — Y mientras Emerick hablaba emocionado por toda su travesía Orión lo escuchaba atenta, él estaba realmente enamorado de su vida y su trabajo, todo lo contaba con una enorme pasión, y aquello despertaba más curiosidad en ella sobre el cómo era la vida normal de los humanos, y así Emerick continuaba al verla tan interesada en sus temas de vida.

Engatozada: EmerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora