-MISIÓN ORIÓN-

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Dos días habían pasado, la situación era un poco delicada sin Merlín, y aun que Inés lo reemplazara perfectamente tenía que admitir que lo extrañaba profundamente

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Dos días habían pasado, la situación era un poco delicada sin Merlín, y aun que Inés lo reemplazara perfectamente tenía que admitir que lo extrañaba profundamente.

Más Lycans fueron a apoyar a los Krentz mientras que Ciro había decidido dormir a Andra, así se evitaba darle de comer y sentir su mirada de odio, por otro lado Catriel aprovechaba el patio trasero de los Krentz para entrenar a otros Lycans que se habían unido a su manada.

Durante el día Inés no dejaba de dar vueltas por la habitación de Orión, ¡Ya la necesitaba! Era claro que aún o se cumplían los tres días, pero estaba segura que el hechizo había salido más que excelente como para apresurarse. Así que decidió calmarse, se sentó frente a la cama donde estaba Orión y comenzó a meditar, era lo que necesitaba si no estaba Dorian para ayudarla con las vibraciones. Tan solo eran las tres de la tarde y todo estaba muy tranquilo sin los Krentz y los miniños corriendo por la mansión.

— ¡Maldita sea Inés, concéntrate!— se regañó a si misma por no poder tener la mente en blanco y comenzó a hacer ejercicios de respiración, << ¿Y si mis bebes no han comido?>>, se preguntó y se dio una fuerte bofetada para dejar de pensar cosas negativas. Tal vez podría pararse e ir a buscar a Ryan quien aún dormía también, no podía evitar llorar al verlo así, a veces dudaba para despertarlo pero al final sabía que era lo mejor. Y mientras seguía perdida en sus eternos pensamientos una luz salió de la cama donde estaba Orión, se paró de inmediato y en cuanto la luz se disipó ahí estaba, una hermosa mujer joven con cabello cobrizo y con perfectos rasgos felinos, aún dormía y se mantenía debajo de las cobijas. Inés emocionada comenzó a aplaudir y a dar vueltas pero el ruido despertó de golpe a Orión quien se sentó poniendo una mano en su pecho. —Oh por Dios cuanto lo siento, no quería espantarte, hola tú.

Orión parpadeó un par de veces y miró a Inés en silencio, ahora su cabello rojizo que le llegaba a los hombros empezaba a hacerle cosquillas, así que instintivamente comenzó a rascarse poniendo la cabeza de lado, ¡Ella aún pensaba que era un gato!

— ¿No sientes algo distinto? — le preguntó e Inés le señaló el espejo que estaba a un lado de la cama, así que Orión giró la cabeza y se miró, no dijo nada pero su respiración comenzaba agitarse, parecía que estaba a punto de gritar con todas sus fuerzas, pero no; se contuvo.—¿estás bien? ¿Recuerdas lo que habíamos hablado?— Orión solo asintió y de repente abrió los ojos al acordarse de otra cosa, subió rápidamente sus manos cerca de su cara y sonrió mirando cada detalle de ellas.

—Son... pulgares... ¡Tengo pulgares! ¡Ahhhhh! ¡Los tengo, los tengo! ¡Tengo pulgares! —gritó esta vez fuera de sí y tomando las cobijas las quitó sintiendo cada textura y feliz intentó pararse de la cama, pero al primer paso que dio cayó al piso.

— ¡Oye, con calma!, deja te ayudo... tranquila... tienes que recordar que aparte de pulgares tienes dos piernas también, Rayos... no puedes andar desnuda, no ahora que la mansión está rodeada de hombres lobo, cariño— le extendió un vestido que tomó prestado de Eleonor y ella solo lo miró asombrada. —Soy una tonta, claro que no sabes ponértelo, yo te ayudo...pero antes, un sostén, jamás olvides ponértelo, y... unas bragas jamás las pierdas. — dijo divertida Inés y le mostró como debía ponerse el sostén.

Engatozada: EmerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora