capítulo 3

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[OMDU]

Después de un agotador y aburrido día de clases, caminando con pasos lentos hacia la entrada -y salida- de la universidad, Mulán esperaba ver a Mérida -y a las demás chicas- que aparecieran de alguna dirección en aquel enorme lugar, para irse juntas a la fraternidad como lo hacían siempre después de salir de clases; pero ni su amiga, ni nadie conocido parecía querer aparecer en ese momento.

Soltó un suspiro de cansancio, mientras buscaba en su móvil el número de Mérida.

El sonidito de llamada llevaba un par de segundos resonando, pero su amiga pelirroja no parecía atender la llamada.

El número al que usted está llamando, no contesta —escuchó la voz de la grabadora al otro lado de la llamada.

—Sí, ya me di cuenta —soltó con algo de molestia, colgando el móvil.

Iba a guardar el celular en su mochila, pero un leve empujón proveniente desde atrás la interrumpió. Miró de inmediato, escuchando al mismo tiempo un ligero y cálido resoplido.

Sus ojos lo primero que pudieron notar fueron unos brazos musculosos, pero no demasiado, y luego, cuando levantó su mirada se encontró con un bello rostro: las facciones eran casi perfectas, y por último unos cuantos mechones de cabello negro que caían en su frente, hacían que la pequeña cola de caballo en la que llevaba acomodado su pelo tomara un estilo más relajado.

Era un chico. Y Mulán sabía que no era cualquier chico. Bastaba con mencionar que era el mismo que había capturado su atención unas cuantas veces atrás, cuando y sin darse cuenta, se encontraba a sí misma siendo cautivada por su sonrisa, por sus rasgos gallardos y masculinos. Incluso a veces había sospechado tener cierta admiración hacia su belleza varonil, pero cuando descubría que estaba pensando demasiado en ello, lo desechaba de inmediato. Eso no estaba bien. No para ella.

El chico abrió la boca para decir algo pero se detuvo.

—Lo siento —Mulán se adelantó, mirándolo aún con los ojos bien abiertos.

Ahora lo pudo observar mucho mejor al haberse alejado un poco de él, después de su pequeño choque.

—No —él murmuró, con un tono algo nervioso—. No te vi, lo siento —añadió, esta vez pronunciando un poco más las facciones suaves de su rostro.

—No, yo... soy... estaba —ella comenzó a balbucear, sin embargo, recuperó a tiempo la seguridad en su voz—. Soy algo distraída.

Él intentó no sonreír, pero aún así Mulán pudo notar unos pequeños rastros de una mínima sonrisa en las comisuras de sus labios.

—No. Fue mi culpa, lo siento.

Ella esbozó una pequeña sonrisita amistosa.

—No te preocupes.

El chico asiático hizo un mínimo gesto con su mano señalando hacia la dirección a la se dirigía, sin embargo no dijo absolutamente nada más a excepción de un simple e insignificante: "me tengo que ir".

—Adiós —susurró Mulán mientras observaba a aquel bello chico alejarse de ella, y dirigirse hacia el estacionamiento.

Y entonces ella pensó: ¿acaso eso había sido una broma de su destino? ¿Por qué de todos los chicos de la universidad tenía que ser expresamente él?

Tal vez no debía pensar tanto ello. No debía buscarle una explicación, ni darle importancia de más, porque entonces sembraría el interés, y luego las cosas se complicarían.

(...)

«¿Me tengo que ir? ¿Sólo eso? ¿Acaso no aprendiste más palabras en la escuela, idiota?», se dijo a sí mismo, mientras caminaba hasta donde había dejado estacionado su auto.

«Por eso exactamente es que estás cómo estás, Shang.»

Sintió una mano en su hombro, y luego esuchó una voz más que conocida para él.

—Oye, ¿qué fue eso?

—¿Qué? —preguntó, sin expresión alguna en su rostro.

Adam se acercó a su lado.

—Esa es una de las chicas de la que no me dejaste terminar de hablarte en la mañana —dijo, recordándole la conversación que habían tenido ese mismo día, hacía unas cuantas horas atrás—. Es Fa Mulán.

Esta vez, llamó por completo la atención de Shang, y su mirada inconscientemente reaccionó por él, así como sus labios al saborear por primera vez su nombre en ellos.

—¿Mulán?

Shang en verdad hizo un esfuerzo en abstenerse en mostrar interés, pero fue algo casi completamente inútil; su nombre era melodioso y dulce, perfectamente creado para ella.

Adam sonrió, y le dio una palmada amistosa en el hombro.

—Es linda, ¿no? —preguntó, con algo de esperanza en su voz.

El asiático miró hacia el lugar donde se había encontrado, hacía tan sólo un par de minutos antes, con Mulán; y justo donde ahora ella estaba con sus amigas, incluidas algunas de sus compañeras de salón.

Sería tan grave como un pecado el no aceptar que ella era bonita, pero tampoco podía decir que aquel hermoso rostro lo había dejado pensando como si nunca antes lo hubiera visto, porque después de todo estudiaban en la misma universidad. Tan sólo era que nunca la había admirado tan de cerca, o siquiera tenido la oportunidad de poder ser testigo de que sus ojos marrones irradiaban unos hermosos destellos en color miel.

Su mente, como si fuera parte del plan de Adam, reiteró aquella viva imagen en su mente: la manera en la que los rayos de sol dorado le besaron la piel blanca cuan perlas, y como sus mejillas rosadas se vistieron incluso de un tono más profundo cuando, avergonzada, se disculpó por haberse tropezado con él -situación la cuál era todo lo contrario, siendo él quién se había tropezado en su camino- .

Sacudió un poco su cabeza, como si quisiera borrar aquellos pensamientos de su mente. No era posible que su mente hubiera guardado tan minuciosos detalles de ese mínimo encuentro. Era casi ridículo.

«Hay cosas más importantes», se dijo mentalmente, para luego recordar que su amigo Adam seguía frente a él, mirándolo con interrogación ante la pregunta que le había hecho.

—Ajá —contestó, fingiendo no tener emoción alguna, para luego seguir caminando hasta dónde estaba su automóvil.

—¡¿Dijiste que sí?!

—No dije nad... —iba a defenderse pero se detuvo; no tenía sentido—. Olvídalo. Tenemos que irnos, hermano.

—Sólo acepta que es linda —insistió.

Sabía que Adam quería una respuesta de "sí" o "no", pero aunque le contestara un "no", el castaño no quedaría satisfecho hasta oírlo decir que aquella chica asiática, la tal Mulán, era linda.

—Ya cállate, Adam —soltórodando los ojos—. A menos de que te quieras ir caminando hasta la fraternidadtú solo.

Together & Tangled | Mulán & ShangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora