Together & Tangled | Mulán & Shang

capítulo 18

[En los vestidores | Tres días después]

Esa tarde Mulán había recibido unos fuertes golpes de nadie más ni nadie menos que el capitán del equipo. Shang la había vencido una vez más en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Por supuesto, él era mucho más experto en el asunto, y mucho más grande y fuerte que ella, y eso se hizo notar sin lugar a dudas.

Un no tan pequeño indicio de piel azulada se empezaba a notar alrededor de su mejilla. Un moretón.

Eso no se veía demasiado bien. En realidad, nada bien.

Mulán se terminó de mirar en el espejo en el mismo instante en que una voz más que reconocida la sacó de sus pensamientos.

—Ese golpe se ve muy mal.

Mulán se volteó enseguida, encontrándose con Tadashi Hamada justo en la puerta de los vestidores.

—No es nada —ella le restó importancia, dirigiéndose hasta donde estaban sus cosas.

Tadashi se sentó en una de las bancas que estaban cerca del locker de la chica. O al menos hasta donde ellos sabían, de "Jun".

—¿Te duele mucho? —preguntó, suavizando la voz y mirando la incomodidad en las facciones de ella.

—No.

—Mira, ponte esto —él se levantó, extendiéndole un hielo envuelto en un paño pequeño.

Mulán ni siquiera se había dado cuenta en qué instante Tadashi había entrado con el hielo en sus manos. Pero ahí estaba, y ella en verdad lo necesitaba.

—Gracias —ella lo aceptó con gusto, cediendo a ponerlo sobre su piel.

Pasaron un par de minutos, y había algo que había llamado la atención de Mulán: Tadashi no dejaba de verla. ¿Acaso necesitaba algo? ¿O tal vez acaso...? Ella negó interiormente hasta que escuchó unas palabras que llevó el rubor a sus mejillas, y el doble de latidos a su corazón.

—¿Hasta cuándo lo vas a ocultar?

Ella abrió los ojos, y de pronto pareció sentir una saliva atravesándose en su garganta. ¡Lo que faltaba!

—¿Qué? —apenas susurró, enfrentando la mirada insistente del chico.

—Sé que no te llamas Hua Jun —él habló con total naturalidad—. Tú eres Mulán.

De repente, ella miró sus ojos, y descubrió que mentir ya no era una elección, y mucho menos negarlo. Él estaba muy seguro de la verdad, era un hecho, sus ojos lo decían.

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Me dí cuenta ayer, aunque desde los primeros días tenía mis sospechas.

Mulán se sintió avergonzada y expuesta, de pronto. Pero, ¿cómo no sentirse así? Su secreto ya no era tan secreto para una persona no incluída en el plan.

—¿Les vas a decir? —no había expresión amable en el rostro de ella, tan sólo duda y miedo a ser descubierta por los demás.

En especial por Shang.

Hamada negó con la cabeza.

—No, no, por supuesto que no.

—¿Por qué?

—Es tu secreto, ¿no? —él se mostró demasiado tranquilo—. No me corresponde a mí decirles.

—Debes pensar que soy una horrible persona —ella se sentó a su lado, sintiéndose el doble de avergonzada tanto con él, como consigo misma—. Pero te juro que todo tiene una explicación.