veintiuno: el reencuentro

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Cuando llegué a Austin, Conor me esperaba con un ramo de margaritas

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Cuando llegué a Austin, Conor me esperaba con un ramo de margaritas. Estaba tan feliz de verlo que salté a sus brazos.

—Te he echado mucho de menos —le dije con una sonrisa.

—Yo también hermanita —respondió mientras recogía mi maleta y mi mochila—. No perdamos el tiempo y vayamos a comer. Seguro que tienes hambre.

—Siempre tengo hambre —reconocí.

Caminamos al estacionamiento del aeropuerto, donde el auto deportivo de mi hermano nos esperaba. Conor condujo hacia mi puesto de hamburguesas favorito. Era un paraíso de sabores, que me encantaba. Estaba tan emocionada, que terminé comiendo tanto que sentí que explotaría.

Para aliviar mi malestar quería ir directo a dormir. Esperaba que Conor me llevara a la residencia de la Universidad de Austin, que era donde estudiaba, pero tomó una ruta distinta.

—¿A dónde vamos? —le pregunté mientras recorría las calles por las que pasábamos con la mirada.

—A mi departamento.

Entorné los ojos. —¿Cuándo conseguiste un departamento?

—Hace unos meses.

—¿Y papá lo sabe? —Cuando mencioné a papá, Conor dio un respingo y con eso supe la respuesta—. Va a estar muy enojado. Si te dejó quedarte en Austin fue para que terminaras tus estudios.

—Ya lo sé y me dijo estrictamente que sólo podía vivir en la residencia de la universidad, pero conocí a alguien y ahora vivimos juntos —me explicó.

No podía creer lo que acababa de escuchar. Mi hermano tenía una novia con la que estaba viviendo y yo no sabía absolutamente nada.

—¿Por qué no me lo dijiste? —dije con un tono de tristeza—. Sé guardar un secreto.

—Perdóname, es solo que he tenido muchas cosas en la cabeza con la escuela y...

—Las fiestas, tus amigos —continúe por él—. Lo entiendo, no tienes tiempo para pensar en mí.

—No digas eso, sabes lo mucho que te quiero.

Lo sabía, pero aun así me lastimaba que no me contara algo tan importante para él. Cuando vivíamos juntos, solíamos contarnos todo, pero vivir separados, nos había distanciado. Esperaba poder cambiar eso durante mi estancia en Austin.

—Estamos aquí —anunció Conor, mientras estacionaba el auto frente a un edificio de departamentos con fachada ondulada y acristalada.

Era un edificio impresionante, pero no tanto como el interior del apartamento de Conor, que tenía unas ventanas con vista privilegiada a la ciudad. Mientras disfrutaba de la vista, la novia de Conor se presentó.

—Hola, soy Cristina Palacios.

Cristina era una chica alta y delgada de rasgos finos, que vestía ropa holgada y descolorida. 

Reparando Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora