cinco: la fiesta

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La fiesta era en la casa de Jason, pero yo no tenía ni idea de dónde vivía

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La fiesta era en la casa de Jason, pero yo no tenía ni idea de dónde vivía. Por suerte, Madison se ofreció a pasar por mí. Cuando llegamos, la música sonaba a todo volumen y hacía vibrar el suelo.

—¡Guau! —exclamé. La casa, de dos pisos y pintada de color blanco, era elegante y clásica. Tenía balcones y tejado de pizarra. Las contraventanas también eran blancas. El piso de abajo estaba decorado con grandes ventanales que daban a un jardín repleto de árboles y vegetación.

—Es preciosa —coincidió Madison.

Avanzamos por el camino de la entrada y entramos a la casa. Había bastante gente en el interior y, de alguna manera Madison se abrió paso entre el gentío. Yo caminé detrás de ella. Llegamos a la cocina, donde estaba el alcohol. Madison me ofreció una cerveza, pero negué suavemente con la cabeza.

—¿Segura?

Asentí, estaba muy segura. La última vez que tomé, fue justo después de que rompí con mi novio. Terminé llorando y haciendo el ridículo. No quería repetirlo, mucho menos cuando era nueva en el pueblo. Algo así me marcaría de por vida.

Madison se encogió de hombros y tomó una cerveza de la encimera.

Salimos de la cocina y nos unimos al alboroto de la fiesta. Había un grupo de animadoras, que estaban bailando y nos las arreglamos para integrarnos al baile. Fue divertido al principio, pero siguió llegando gente y llegó el punto en que ya no tenía espacio para respirar. Fue entonces que me di cuenta de que necesitaba un trago.

Madison se volvió para decirme que iba al baño. Quise acompañarla, pero cuando me di la vuelta, Madison ya se había marchado. Decidí esperarla en la cocina. Tomé una cerveza y antes de que pudiera beberla, me quitaron la botella de las manos.

Al alzar la mirada, me encontré con los ojos cafés de Jordan y su sonrisa burlona.

—¿Cuál es tu problema? —lo reprendí. Intenté recuperar la botella, pero Jordan, que era más alto que yo, la sostuvo lejos de mi alcance.

—Como lo sospeche, estás borracha —dijo—. No más bebida para ti.

Fruncí el ceño. —No lo estoy, ni siquiera he tomado una gota de alcohol.

Jordan me miró indeciso. No sabía si creerme o no. Entonces Jason apareció a un lado de Jordan. Abrazó a Jordan por los hombros y le dijo:

—Vamos, Jordan, déjala divertirse.

—No me toques Jason —dijo Jordan, sacudiendo sus hombros para deshacerse del abrazo de Jason.

Jason aprovechó la distracción de Jordan para quitarle la botella de la mano y me la intentó regresar, pero Jordan lo detuvo. Jason se encogió de hombros y se bebió la botella de un solo trago.

—¡Jason! —me quejé.

—Descuida —dijo Jason, abrazándome por los hombros—, te buscaré otra.

Reparando Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora