veinticuatro: el cumpleaños

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Mi cumpleaños nunca había sido una fecha especial para mí

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Mi cumpleaños nunca había sido una fecha especial para mí. Me recordaba a mamá y cómo se fue en uno de mis cumpleaños. Tenía muy pocos recuerdos de ella, pero aun así sentía que había sido mi culpa que se fuera, aunque papá y Conor trataron de convencerme de lo contrario.

Ese era el motivo por el que nunca celebraba mi cumpleaños y mi cumpleaños diecisiete no iba a ser la excepción o eso pensaba hasta que Madison llegó a nuestra mesa en el almuerzo, toda alterada.

—¿Por qué no me lo dijiste? —me reclamó.

—¿Decirte qué? —le pregunté claramente confundida.

Madison tomó aire. —Que tu cumpleaños es hoy.

Fruncí la frente. —¿Cómo lo supiste?

—Estaba haciendo todo el papeleo para el equipo de animadoras, cuando me encontré con tu expediente —Negó con la cabeza—. ¿Por qué no me lo contaste? Me siento terrible, no te he comprado nada, ni siquiera te he felicitado. Soy una terrible amiga.

—No lo eres —la corregí—. No te lo dije, porque no es importante, así que no te preocupes.

—No digas eso. Hoy es tu día y te lo compensaré. Celebraremos como nunca.

—Madison no... —Antes de que pudiera detenerla, Madison ya se había marchado.

No había nada que celebrar y traté de explicárselo a Madison la siguiente vez que la vi, que fue durante el entrenamiento de esa tarde, pero no me escuchó.

—Madison agradezco tus buenas intenciones, pero prométeme que no haremos nada por mi cumpleaños —le pedí.

—Vamos Al, será muy divertido —insistió, pero no estaba dispuesta a cambiar de opinión—. No haremos nada, lo prometo.

Me alegre de hacerla por fin entrar en razón. Abracé a Madison y le dije:

—Me has hecho el mejor regalo.

—Feliz cumpleaños —respondió con una sonrisa.

Pensé que habíamos llegado a un acuerdo, pero nunca me esperé lo que vino más tarde, cuando Madison me pidió que fuera a su casa. Me dijo que estudiaríamos para los exámenes, aunque para eso aún faltaba mucho, pero no me atreví a quejarme. Estaba muy agradecida de que quisiera ayudarme.

Papá estaba en casa, así que aproveché la oportunidad y le pedí que me llevará a casa de Madison. Durante el camino no hablamos mucho. De hecho, desde que regresé de Austin estábamos más distantes que nunca. Aun sentía recelo de que papá no había confiado en mí y no me sentía lista para dar el primer paso para arreglar las cosas.

—Aquí es —anuncié en cuanto vi el frente de la casa de Madison.

Papá se aclaró la garganta. —¿Quieres que te recoja más tarde?

—No es necesario, Madison me llevará.

—Claro —hizo una pausa—. Entonces, ¿qué piensas de cenar juntos esta noche?

Reparando Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora