Nuevo Rey

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Cómo llegué a casa vivo fue todo un misterio.

Al no haber nadie en casa como de costumbre no tuve ningún inconveniente con la sangre que cubría mi cara, cualquiera hubiese pensado que heridas tan terroríficas eran producto de un trabajado disfraz de halloween. Aquella noche no dormí nada. Tan solo pensaba en Nancy. En Nancy y en... ¿Billy?

Era algo extraño.

Busqué a Nancy con la mirada en cada pasillo, en cada esquina. Tenía que saber que llegó bien a casa. Estaba enfadado con ella, pero también conmigo.

Es por eso que apenas le presté atención a los murmullos cuando pasaba por un grupo de gente, y a los dedos de me señalaban, probablemente por las notorias heridas que cubrían mi rostro.

Cole, un viejo amigo mío se acercó a hablar conmigo en los vestuarios, antes de entrar a clase de gimnasia.

—Escucha, Steve. Tienes que llevar cuidado. He hablado con Tommy y no creo que tenga nada bueno en mente. Ayer le dejaste... Mal...—Me informó con un bajo tono, como si hubiese micrófonos por todos lados.

—No me interesa... Si quiere más, solo tiene que pedirlo. Gracias igual.—Cerré la taquilla de un golpe y entré a la pista.

Había un corro de personas en las gradas. No me acerqué, tan solo cogí una pelota de baloncesto y comencé a hacer tiros.

—¿Qué están regalando ahí?—Preguntó el profesor hacia la clase.—Venga, vamos a empezar.

El corro se disipó poco a poco, mostrando al gran imán de atención, el ojo de la tormenta:

Billy.—Dije para mí.

Todos querían saber quién era el guapo chico nuevo. Billy Hargrove ... El Rey. Y con el extra de ir sin camiseta. Las chicas se derretían en los asientos con la imagen, naturalmente.

Comenzamos un partido.

Pero el rubio llegó a fastidiarlo, parecía una nueva costumbre. Deseaba la pelota como toda la panda, y empezó a presionar para quitarme esta.

—Supongo que al final sí sobreviviste.—Entre jadeos agitados por el ejercicio hablaba. Seguí botando la pelota mientras se pegaba a mi espalda.—Me caías bien, pero ayer la cagaste un poco.—Su tono acelerado por el esfuerzo apenas le permitía hablar.

—¿Ah, sí? ¿Y qué tal si te callas y juegas?—Sin previo aviso me empujó agresivamente y se llevó la pelota, para anotar una increíble canasta.

Me quedé en el suelo asimismado, cuando Billy se volvió a acercar y me tendió la mano. Como un idiota la cogí, para que me levantara unos pocos centímetros y me hablara contra la mejilla.

—Odio que me digan lo que tengo que hacer.—Me volvió a soltar, haciéndome caer bruscamente contra el suelo.

¿Y a este qué le pasaba?

Quedaban cinco minutos, estaba cabreado... Así que opté por meterme a las duchas el primero, ignorando al entrenador, que me ordenaba regresar a mi puesto.

                                         * * *

Lo admito, la tentación de seguirle hasta las duchas fue grande. Tenía ganas de molestarle. Quería que supiese quién era el nuevo rey.

Es por eso que iba a ser difícil pararme.

                                         * * *

Dejé que el agua cayese por mi piel, y simplemente cerré los ojos. Estaba cansado. Física, y mentalmente. Subí la temperatura del agua hasta que quemara, y me apoyé en el tubo de metal por el cual salía agua.

Llegué a tal punto que estuve apunto de dormirme allí de pie.

                                         * * *

Allí lo encontré, con la cabeza apoyada en la tubería de la ducha, y con los ojos cerrados.

El vapor que había provocado el agua era tan espeso que costaba ver, tenía que estar abrasándose la piel bajo el chorro de agua.

Comencé a ducharme en la regadera de al lado, y vi de reojo cómo levantaba la cabeza algo sorprendido por el ruido. Al verme, pude ver una mueca de enfado y frustración en su cara.

Apagué ambos grifos para que se me oyese bien hablar.

—Perdóname por eso.—Volvió a abrir el agua, y de nuevo, yo la cerré. Suspiró cansado, y por algún motivo aquello me divirtió. Había algo dentro de mí que disfrutaba con cada instante de "Steve Harrington el Rey de Hawkins, siendo derrotado".—No te lo tomes como nada personal, Steve. Al fin y al cabo una chica bonita como tú no tiene de qué preocuparse. La próxima vez iré mucho más delicadamente contigo, ¿sí?

Le sonreí de oreja a oreja cuando me fulminó con la mirada.

Le puse la mano en la espalda por unos instantes y me marché.

* * *

No me molesté en evitarla. Yo no había hecho nada malo.

Es por eso que tampoco me tomé la molestia de ignorar a Jonathan Byers cuando se acercó a mí en la salida para hablarme, aunque ya me imaginase lo que quería.

—Nancy te estaba buscando.—Me dijo mientras caminábamos. Yo hacia mi coche, él no sé.

—Bien. Dile que siga.—Él se paró en seco, y yo me giré para ver qué tenía que alegar en mi contra.

—¿A ti qué te pasa con ella?—Me acerqué a él hasta quedar a pocos centímetros.

—¿Ahora la defiendes? Sí que estáis avanzando positivamente en vuestra relación.

Él pareció confuso, pero sabía de qué le hablaba. Lo sabía perfectamente.

—No sé de qué me hablas.—Me reí cínicamente.

—Escucha, dile a Nancy que no me busque mucho más, ¿sí?—Le coloqué el cuello de la chaqueta, y le di un golpe en el hombro, para después dedicarle una dolorosa sonrisa antes de marcharme.

Pero la fiesta no había acabado. Al llegar a mi coche me topé con la agradable sorpresa de otro aparcado junto al mío, y sobre el capó de este un rubio tan tonto como lo aparenta.

De invitada especial, Carol, la novia de Tommy.

Ambos hablaban vigorosamente, y cuando Billy vio que me acercaba, la mandó a paseo, y mientras ella se alejaba la deboró con la mirada.

—¿Carol? Sabía que era una chupapollas, pero esta no me la había visto venir.

La puerta del conductor estaba pegada a su coche, por ende, aprovechó el leve hueco para estirar un poco la pierna y evitar que pasara.

—Te veo muy subido. ¿Por qué no te dejas domar, Harrington?—Me miró mientras expulsaba humo por la boca. Me quedé ligeramente embobado por sus palabras, ¿A qué se refiere con esa gilipollez? Me reí por no saber qué decir.

—¿Domar? No soy yo el animal.—Le quité el cigarro de la mano para darle una calada y toser, provocando su risa. Yo también me reí pero me quejé, al sentir un dolor en la costilla.—Joder... ¿Siempre eres tan agresivo?

—Ya te dije que la próxima vez seré delicado.—Puso su mano sobre mi costilla y me hizo sentir extraño. La quitó cuando una niña pelirroja se acercó patinando. Era bajita, y vestía de forma masculina, con ropa ancha y de colores vivos.

—Joder, Max. ¿Qué cojones no entendiste cuando te dije que te quería puntual?

La chica rodó los ojos y ni siquiera me miró.

—Me entretuve y...

—Jesús, me da igual lo que hicieses. Si vuelves a llegar tarde te irás patinando.

Ambos subieron al coche para que este arrancara agresivamente, levantando el polvo del rincón más mínimo del asfalto.

Imaginé que eran parientes, pero honestamente, no se parecían ni en el blanco de los ojos. Y él le había hablado de tal manera, que si me hubiesen dicho que se dirigía a una bolsa de basura no hubiese notado la diferencia

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora