Billy El Niño

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No sé si fue el alcohol; no sé si fue Nancy; no sé si fui yo solo, pero me recuerdo encima de Tommy golpeándole varias veces, hasta que llegó alguien a separarnos, y él aprovechó para ir a por mí.

Cuando volví en mí, había un par de personas a mi alrededor, y Tommy estaba tirado en el suelo del jardín de aquella casa.

Toqué mi cara. Estaba ensangrentado...

Pero me levanté y me marché por mi propio pie, entre murmullos. La fiesta había acabado para mí, y una cuantas personas más.

—Estás muerto, Harrington.—Me pareció oír gritar a Carol a mis espaldas.

Me dio igual, seguí avanzando hasta la calle. Y fue en la seguridad de la solitaria calle, a excepción de un par de niños que pedían caramelos, cuando me tome el lujo de derramar un par de lágrimas.

¿Yo llorando? ¿Qué me pasaba? No lloraba desde que tenía siete años.

No era por el dolor de los golpes, sino por recordar todo de los últimos días. Ahora lo de Nancy.

Apenas había cruzado la esquina cuando todos esos sentimientos se adueñaron de mí, pero es que no podría avanzar ni dos metros más.

—No sabía si separaros o no, pero ya veo es que a ti te ha ido mejor que a él.—Esa voz detrás mío me hizo limpiarme las lágrimas, ahora mezcladas con sangre. Me giré para encontrarme con ese tal Billy, "El Nuevo Rey". Joder, ¿no había nadie más por allí? Aún tenía un vaso de lo que fuese eso en la mano, y la camisa desabrochada. En la fiesta no le vi bien, pero ahora, bajo la luz de las farolas pude ver su pelo rubio, hasta los hombros, y unos pendientes que colgaban de sus lóbulos como lámparas de cristal.

También, unos ojos azules.

Definitivamente no era de por aquí.

A juzgar por la camisa desabrochada con estampado veraniego, y la tostada piel, pero aún así clara, podría adivinar que viene de algún lugar como Florida.

Hizo una mueca de dolor al ver mi cara, debido a las heridas, y dejó el vaso sobre el capó del coche más cercano.

—¿A qué demonios vienes? ¿A caso quieres joderme como Tommy?

Su rostro pasó de risueño a un serio infernal.

—Cuidado con el tono.—Unos segundos de silencio y volvió a sonreír ligeramente.—Vine a ver si te derrumbabas por el camino.—Me senté sobre el capó, y él se inclinó para agarrar su vaso y ofrecerme.—Vodka. Calmará el dolor.—Bebí continuamente hasta no dejar ni gota.—Calma, calma, Rey Steve.

Tiré el vaso a un lado y le miré con tirria.

—Haz el favor de no llamarme así.

No entendía a qué venía la simpatía del tal Billy. Por lo que había escuchado hasta ahora, era muchas cosas, pero rara vez simpático.

Gemí de dolor cuando acercó su pulgar a mi mejilla.

—¡ah! ¡Joder!

—No tiene buena pinta, deberías volver y lavarte la cara.—Comenzó a sacar un cigarrilo de su bolsillo y lo prendió, mientras aspiraba el humo. Me fijé en que tragaba parte del mismo. No sabía fumar, o sí sabía pero le apetecía quemarse los pulmones.

Quería preguntarle si este interés por ser mi amigo era alguna clase de truco, pero en ese momento me daba igual. Solo pensaba en Nancy. ¿Estaría bien sola? Tommy dijo que Jonathan estaba por allí. ¿La cuidaría?

—No pienso volver ahí.—Siguió fumando sin hablar. ¿Por qué cojones no se marchaba? Entonces pensé algo estúpido. Quizás porque estaba algo borracho.—Billy. Como Billy el Niño.

De alguna forma le hizo gracia, y quizás a mí también.

—Entonces supongo que mañana nos veremos...—Pregunté.

—Claro, siempre y cuando Tommy no acabe contigo.—Rió, y yo también. Quizás no era mal tío.

—Se necesitan ocho Tommies para acabar conmigo. Eso no es lo que me preocupa. La cosa es cómo mierda voy a conducir yendo como voy. Eso... Y Nancy. Ella también estaba borracha.

Mierda. Había hablado demasiado.

—¿Nancy? ¿La zorra?—Terreno de minas, Billy Hargrove; terreno de minas.

—Cuidado.

Él también me fulminó con la mirada.

—No estás en condiciones de amenazarme, ¿eres consciente? Por esta vez te lo pasaré. Estás borracho. Y yo también.

—¡Eh, Billy! ¡Ven a ver esto!—Le gritó alguien desde la esquina.

Tiró el cigarrillo con desprecio al suelo.

—Suerte con lo de la tal Nancy.

Se marchó, y recuperó ese aire fiestero en cuanto alcanzó al chico.

—Joder...—Susurré.

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora