Billysexual.

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Sous Sol - Déjate querer

* * *

Pero... ¿Qué era él? ¿Qué era Steve Harrington? ¿Eragay? ¿Era hetero? ¿Era bisexual?

¿Billysexual tal vez...?

Esos pensamientos recorrían la cabeza del moreno a medida que avanzaba por el ya solitario y oscuro parking, bajo la luz de las farolas.

Se sentó en uno de los bordillos que separaban cada uno de los estacionamientos. La luz era escasa, ya que un parking de instituto no estaba preparado para visitantes nocturnos.

Se metió ambas manos en los bolsillos, para pensar y procesar información, aquellos meses habían sido caóticos, pero con la punta de su dedo palpó la suave textura del filtro de un cigarro, y entonces recordó que la chaqueta que llevaba era la de Billy, (una no tan larga historia). Sacó en cigarro y buscó un mechero, que encontró con éxito.

Digamos que curioseó un poco los bolsillos interiores y de uno de estos sacó... ¿Las llaves del coche?

Levantó la vista alarmado hacia la otra punta del parking para distinguir el coche de Billy, sin contraste alguno con el fondo negro de la noche. Billy no se había marchado. Tiró el cigarro a penas sin degustarlo, algo inquieto. Una vez levantado, analizó el parking en silencio.

Después de mucho tiempo, sintió miedo, o inquietud, recordando los sucesos pasados en Hawkings, sucesos de los que Billy desconocía.

Los matorrales se agitaban al son del nervioso viento, mientras que el ambiente se volvía más oscuro por momentos.

Un escalofrío recorrió su espalda y decidió volver al interior del instituto. Seguiría abierto, tenía que seguir abierto. Empujó la entrada del pabellón para encontrarse la cancha vacía. Vacía pero iluminada, y eso le era suficiente. Casi que corrió hacía los vestuarios con paso torpe.

Pero nada, todas las duchas estaban apagadas, nadie. No había nadie. Se sentó en uno de los bancos, a escuchar el silencio ensordecedor.

Necesitaba saber dónde estaba Billy, darle sus llaves, su chaqueta, y posteriormente mandarle a la mierda por desaparecer.

Y sin darse cuenta cerró los ojos, intentando tomar aire de forma controlada, y autoconvenciéndose de que no había motivos para sentirse de esa manera, o de sentir ese tambor incesantemente doloroso en el pecho, como si le apretara, ansioso.

Fue el tacto de dos manos en sus hombros lo que le hizo brincar del banco dando un grito, después, una risa muy familiar.

—¡Coño!—Exclamó Steve desde el suelo, tratando de incorporarse. Billy le tendió una mano entre risas, y le ayudó a sentarse de nuevo.

—Dios, no sabía que te asustarías tanto.—Se mofó. Una vez logró calmar su risa se tomó el tiempo de mirar el rostro molesto del menor, que había clavado su vista al frente, con enfado.
—No sé cómo esperabas que me fuese sin llaves del coche.—Como respuesta, Steve se quitó la chaqueta con agresividad para arrojársela.

—Ya las tienes, ahora lárgate.—Billy miró en silencio la chaqueta, y después a Steve, antes de sentarse a su lado.

—Solo ha sido una broma.—Él apartó la cabeza, pero el rubio la volvió a atraer con su dedo pulgar.—¿Qué pasa?

Preguntó el mayor al fijarse en su respiración acelerada.

Certeramente la exagerada reacción de Steve a la broma le hacía pensar que ya estaba asustado por algo más.

—¿Es Tom?—Insistió, terminando de molestar a su amigo.

—Dios, ¿cuándo piensas dejar lo de Tom? Sé cuidarme solo.

—No lo aparentas... Bueno, ¿vas a seguir enfadado por una bromita entonces?

No respondió, pero el rubio no aguantó más y besó a Steve como una disculpa. Le empujó lentmente hacia atrás hasta recostarlo en el banco, a lo que el otro se dejó en señal de rendición.

Caricias, agarres, incluso mordiscos.

La pierna de Steve rozó la entrepierna de Billy, haciendo que este se detuviese por un instante y suspirara. El susodicho metió su mano bajo la camiseta del moreno para inspeccionar más.

Steve por su parte se dejaba, jamás hubiese pensado que fuese a estar así con un tío, mucho menos con este tío, y mucho menos al comprobar que este en especial parecía tener experiencia. Aun sobre el frío banco de madera barnizada, el calor parecía subir por momentos, con uno de los participantes sin saber bien cómo moverse, cosa que de alguna manera entusiasmaba a Hargrove.

—¿Sigues enfadado?—Susurró en su oído, a lo que el otro respondió con un mínimo quejido.

La mano del moreno por fin se movió de su posición rumbo al interior de la camiseta de su compañero de equipo, que gustoso continuó con los besos.

—¿Queda alguien ahí dentro?—La voz del entrenador resonando en el pabellón les despojó de la tarea a medio. Billy miró a Steve a los ojos unos segundos para observar cómo este esquivaba la mirada avergonzado, era un desastre.

—¿Ese gordo no tiene nada mejor que hacer..?–Protestó haciendo alusión al entrenador.

Billy río y tiró de él para levantarle entre beso y beso.

—Lo siento, princesa, pero hay que irse.—Steve le miró atónito y molesto.

—Ni se te ocurra volver a llamarme así.

—Vale.—Con una media sonrisa se alejó hasta la puerta del vestuario.—Princesa.

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora