La fiesta de Tina

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La gente vitoreaba a mi alrededor, satisfaciendo cada poro de mi piel y llenándolo de un increíble poder, que a su vez daba de beber a borbotones a mi ego. A borbotones, así caía por mi garganta la cerveza del bidón de cerveza que una vez acabado me haría ganar la apuesta, aunque, más bien, sólo lo hacía por seguir escuchando aquello.

"¡Billy! ¡Billy! ¡Billy!"

No sé si eso se podía describir como placer, pero si no lo era, rozaba la igualdad. Podría escuchar a esa multitud alabarme como a un Dios hasta el fin de mis días.

Acabé con el bidón de cerveza, y causante de aquel alboroto a mi alrededor, y entré dentro de la casa, triunfante.

—¡Eres el puto rey, Billy!—Escuché decir a alguien.
—Joder, cómo vas, Hargrove...—Dijo otro.

Varios halagos provenían de entre todo aquel conglomerado de gente, convergiendo en el centro del salón de la grandiosa fiesta de Halloween. Porque sí, Halloween no era ninguna celebración cristiana para la mayoría de adolescentes; la mayoría vivía simple y llanamente en la comodidad de la ignorancia y el libertinaje. Ningún comentario me llamó la atención, tan solo era lo común. Hasta que me pareció escuchar un nombre que no era el mío.

—Ya no eres el rey, Harrington.

—Que te jodan Harrington...

Me acerqué al foco que tanto captó la atención de mi oído entre tanto ruido, mezclándose con la música, a la vez que agarraba una bebida de dios sabe donde.

Ya había oído hablar de aquel Rey. "Rey Steve" si mal no recuerdo. Un apodo que desde mi punto de vista era cuanto menos ordinario y cliché.

Al fin hallé a ese tal Harrington, que estaba siendo amablemente acosado por los otros tres chicos. No estaba solo. Una chica, bastante bonita, estaba a su lado, con los brazos cruzados y con mirada asustada. Definitivamente no era la clase de persona que daba problemas.

Por el otro lado, Harrington. Alto, pero no más que yo. Tenía un aspecto salvaje, ¿y a la vez no...? Quizás solo era la impresión que daba por el largo pelo castaño que tenía. También tenía unas resaltables heridas por toda su cara, como si se hubiese dado de lo lindo con alguien hace quince minutos.

Daba igual. Quería saber quién demonios era ese "Rey". Si no era yo, ¿Por qué lo sería el saco de hostias ese? Me acerqué más para que pudiesen verme. La chica arrimó su cuerpo al del de la carita ensangrentada.

—¡Eh, Billy! Mira a este.—El tal Harrington me miró indiferente, y después apartó la mirada para continuar con los otros tres chicos. Eso sí que me jodió a niveles poco comprensibles.

—Así que tú eres el tal Rey Steve...—Él tan sólo esbozó una media sonrisa.

—¿Eso te han dicho? Vaya, supongo que después de todo... hay cosas que no cambian.—Su mirada se clavó en los otros tres. ¿Me estaba escuchando siquiera?

—Bueno rey Steve, se me ocurre una divertida forma de destronarte.—Señalo los bidones de cerveza ahora en el patio de la casa, inquiriendo una competición de bebida. Esperaba un sí por respuesta, pero solo recibí un:

—Nah. No tengo ganas.—Y rodeó a la otra chica con su brazo, para simplemente, marcharse.

Me quedé quieto. Nadie jamás había rechazado una propuesta mía. Me cabreé.

—Billy, ¿todo bien?—Me preguntó otro chico. Asentí y me marché a hacer algo, lo que fuese para dejar en el puto "Rey Steve".

                                           * * *

Aquello era extraño. Esa noche no tenía ganas de probar ni gota de alcohol. Tomé dos vasos de lo que hubiese por el lugar, y dejé de beber. En cambio Nancy... Ella nunca había bebido. Es por eso que no necesito demasiado para ponerse como una cuba. Por ende, cuando se acerco al ponche a coger más forcejeé con ella para quitarle el vaso. En una sacudida la bebida alcohólica acabó por toda su camiseta, tiñendo el blanco de un borgoña bastante notoria.

La seguí hasta el baño. Estaba actuando... Como si no fuese ella.

—Oye, así no va a limpiarse.—Le comenté mientras pasaba una toalla húmeda por su camiseta.—Oye... Nanz... Déjalo, en serio.

Apreté sus hombros para que me mirase a los ojos. No tenía buen aspecto.

—Esto es lo que querías...—Estaba tan borracha que era difícil comprender una palabra de lo que decía.

—¿Qué? Nancy eso no es...

—Todo esto es falso. Estamos enamorados...—Sentenció con un tono sarcástico y burlón.—Y estamos de fiesta... Nos divertimos, mira... Es falso, es falso, todo es falso, eres falso...

—¿Qué estás diciendo? ¿...No estamos enamorados?—Acaricié su mejilla preocupado por aquello que solían decir: Solo los borrachos y los niños dicen la verdad. Y a decir verdad Nancy estaba borracha, y era, en parte, una niña.

—Todo. Es. Falso.—Hizo un profundo énfasis en cada palabra, dando a comprender lo enserio que hablaba. En ese momento no sonó borracha. Más bien sonaron como las palabras más reales y honestas que había escuchado jamás. Pasaron unos intensos segundos de silencio. Un silencio tan abismal que dejé de escuchar la rebotante música de la fiesta.

Aquello no podía estar pasando.

Se me empañaron los ojos. Si hablaba en serio, entonces no tenía que quedarme ni un segundo allí. Salí del baño rumbo a la salida de la fiesta, pero antes de lograr alcanzar atravesar el jardín, una mano me agarró del brazo bruscamente.

—¿Ya te vas? Esto apenas a empezado.—El tono que usó Tommy al acercarse a mí, entre burlón y amenazante, me hizo sospechar que tramaba algo. Pude ver como se tomaba unos segundos para mirarme a los ojos. Evité su mirada porque sabía perfectamente que estaban algo llorosos.

—Tommy, deja de hacer el gilipollas.—Flexioné el brazo con el fin de librarme exitosamente del agarre. Pero conocía a Tommy, y cuando quería algo no paraba.

—Eh, eh... Tranquilo Stevie... Escucha, si dejas aquí a Nancy acabará comiéndole la polla a Jonathan Byers o a cualquiera de aquí... Aunque os he escuchado en el baño, definitivamente no eran gemidos.—Rió mientras el chico rubio de antes, Billy, y Carol, su novia, se aproximaban a disfrutar del espectáculo.

Mientras tanto, algunas personas se fueron arrimando poco a poco, atraídos por los comentarios de Tommy.

Dijo lo de Nancy porque sabía a la perfección lo que me jodía que le dijese zorra. Pero no iba a caer en sus juegos. Solo quería volver a casa y olvidarlo todo. En aquellos momentos sentí que nada merecía la pena. Le arrebaté el vaso a alguien cercano a mí y lo bebí sin miramientos. Quizás sí que había bebido más de lo que creía.

Intenté volver a marcharme pero Tommy volvió a agarrarme pero con más fuerza.

—Tommy, déjate de gilipolleces, te lo estoy avisando.

Cuando me quise dar cuenta, la discusión ya había atraído la atención de suficientes personas alrededor, que reían y hablaban abiertamente sobre la situación.

—Ahora quieres que me deje de gilipolleces eh...—Me liberó el agarre lentamente, como pensando en algo que decir, y cuando me intenté girar por tercera vez, recibí un empujón en la espalda.—Eso es Harrington, huye como siempre.

Llegué a mi tope

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora