Una y no más

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I got a feeling that I'm not gonna be here for next year.
So let's laugh a little before I'm gone.

I've been dreaming of this shit for a while now, got me high now.

* * *

Era como si todo fuese a cámara lenta.

Las luces de ambulancia lanzaban destellos a toda la calle, la gente que pasaba por esta se paraba a observar el espectáculo, mientras que los padres de Billy bajaron del coche a toda velocidad, minutos después de haber recibido la fatídica llamada.

A Steve le tuvieron que sacar a rastras de aquella bañera. La bañera.

Náuseas, sudor frío, una debilidad en las piernas que solo le permitió sentarse en el interior de su coche para ver cómo la ambulancia se marchaba, y cómo la policía disolvía el gran corro ahora formado al rededor de la casa.

Estaba en shock, no fue capaz de derramar una lágrima, solo se mordió su labio hasta que éste sangró, con la mirada perdida, borrosa, volviendo cada luz en pequeñas manchas translúcidas y redondas.

Sentía que le habían quitado el aire, o que se había olvidado de poner la respiración en modo automático. Tuvo que tomar una gran bocanada de aire después de haberse olvidado de tomar el necesario progresivamente.

¿Qué debía hacer?

* * *

Abrió los ojos con dificultad y dolor. La luz del sol era casi abrasadora ante alguien que llevaba 5 días sin abrir los ojos. Pero lo que se encontró fue mejor que la luz solar, pero también más doloroso que esta.

Steve estaba sentado con mal aspecto en la silla, y con la cabeza apoyada sobre la cama. Su mano agarraba la de Billy, pero conforme escuchó la camilla de la sala de hospital crujir, subió la cabeza alarmado.

Unas lágrimas fueron derramadas al ver los ojos entornados del rubio, y como acto reflejó se inclinó hacia delante y le abrazó con efusividad —aquello era para lo único que podía reunir fuerzas —separándose solo para apoyar la cabeza en su pecho.

Billy estaba confuso, intentando percibir el entorno y qué había pasado, se sentía muy pesado, como si hubiese estado meses en el espacio y de pronto aterrizara en la tierra.

Todo había sido como una extraña nebulosa, como cuando pospones la alarma cinco minutos más, y cuando esta suena solo logras pensar: "¿ya?"

—Lo siento muchísimo... Siento no...—Billy seguía confundido, y entonces recordó algo. Poco a poco comenzó a recordar momentos como fumar en las duchas y ver a Steve, y... La discusión. Frunció en ceño, ya que era como si se volviese a cabrear. Pero luego recordó ir a casa y tomar... Muchas cosas, estaba triste, muy triste. También recordó quemarle con el cigarro.

Agarró la mano de Steve rápidamente para ver la marca, sorprendiendo al otro chico.

—Yo sí que lo siento. ¿No estoy muerto?—Steve negó con una sonrisa mientras el rubio de quitaba las lágrimas.—¿Por qué lloras? Ya basta.

—Tienes razón, tienes razón.

Billy no tenía buen aspecto, tenía una corta barba descuidada, y ojeras, muchísimas ojeras. Su tono de piel como si el sol le hubiese dado un beso se había desvanecido en un blanco porcelana.

—Creo... ¿Tuve un sobredosis?

—Sí, ¿cómo lo sabes?—El rubio miró hacia la ventana reflexivo.

—¿Realmente quieres que te responda?—El otro asintió con decisión.—Porque tomé esas cosas sabiendo lo que podía pasar. No creí que pasaría, siempre aguanto mucho, pero...

—¿Por qué harías eso?—Protestó, haciendo increíbles esfuerzos de no levantar la voz, ya que el médico le había advertido de que ahora mismo su organismo era hiper-sensible a la luz, los sonidos, y casi cualquier cosa.

—No lo sé, no me sentía bien y lo hice. Se me fue de las manos, eso es todo.—Eso es todo. No, por supuesto que no era todo. Si eso fuese todo no estaría en una sala de hospital.

Estaría en casa con dolor de garganta y algún que otro mareo.

Eso no era todo.

—Es un milagro que sigas vivo o que estés hablando. Tu cerebro no ha sufrido ningún daño irreversible, y tus órganos tampoco. Maldita sea, es culpa mía.

—No lo es... Es culpa mía y de mi... ¿Y mi padre? ¿Y mamá?—Miró alarmado toda la habitación en busca de sus parientes.

—Tu madre estaba devastada, tu padre la llevó anoche y yo me he quedado contigo.—Acarició con suavidad la mano de su chico. Miles de pensamientos pasaban por si cabeza.—No voy a permitir que te hagas esto de nuevo. No. Sé que te vas a enfadar, pero he tirado todo lo que tuvieses en tu habitación. De... drogas, quiero decir.

Intentó no titubear pero fue casi imposible. Hasta en reposo sobre sábanas blanca Billy Hargrove parecía de todo menos inofensivo.

El susodicho abrió los ojos como platos.

—¿Por qué me harías eso?
—Es... Es por tu bien. Para que la policía no lo viese y para... Pues para que no vuelvas a probar una mota de mierda en lo que te queda de vida.—Billy apretó los dientes furioso. No entendía los motivos de Steve, estaba irracionalmente cabreado. Pero no pudo decir nada porque la puerta se abrió. La madre y el padre de Billy, junto a un médico se adentraron en la habitación inspeccionando cada detalle de la misma como si de un documental de National Geographic se tratara.

La mujer no se contuvo y se abalanzó sobre el rubio, sollozando y acariciándole el cabello, por su parte, el hombre tan solo miró con desdén la camilla, ligeramente acelerado.

—Buenos días, chico.—Sonrió el médico.—Volveré en un rato con un equipo para hacerte otro chequeo, llevas cinco días durmiendo, espero que no estés cansado. Les dejaré un momento a solas.—Se iba a marchar, pero parece que recordó algo.—Nos gustaría saber si los hematomas en la costilla izquierda, pómulo izquierdo, y—leyó su sujeta folios—ambos brazos son fruto de alguna caída durante los sucesos de la semana pasada.

Steve miró a Billy a los ojos, unos ojos que le rogaban silencio. Su madre y su padre reaccionaron, ya que la mujer miró al hombre de semblante serio, con la punta de los dedos rozando su labio inferior.

—Sí, bueno, mi hijo hace mucho deporte, y esto a veces resulta en pequeños hematomas, nada grave.

El médico asintió con los ojos entornados y se marchó sin añadir nada.

—Ya puedes marcharte.—Sentenció el Neil.—Te agradezco que te hayas quedado.

El moreno se levantó lentamente haciendo crujir su espalda, llevaba horas ahí sentado. Avanzó lentamente hasta la puerta, no quería marcharse, quería estar con Billy ahí hasta que le sacaran de ese agujero, pero debía respetar la intimidad de sus padres.

Justo antes de irse recibió un abrazo de la madre de Billy, se petrificó antes de lograr devolverle el abrazo.

Tenía un mal presentimiento.

El presentimiento de que pasaría mucho, mucho, tiempo hasta que volviese a ver a Billy.

El presentimiento de que le dejaba a su suerte en la pálida y fría habitación.

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora