Mica

10.5K 1K 310
                                    



Las cosas ocurrieron rápido y ya está. Ahora ya estaba hecho y no iba a volver hacia atrás.

No fue lo único que pasó rápido, los 16 días volaron como la pólvora, y en menos de lo que esperaba ya estaba aguantando de nuevo al Chevrolet aparcado junto a mi coche, y en menos de lo que esperaba le tendría que hacer frente a todas las cosas que había dejado aparcadas, porque en esas dos semanas habían cosas que habían frenado de golpe y porrazo, y otras que habían metido quinta para salir disparadas.

Una de ellas era Billy.

El mismo Billy que hablaba bajo las gradas con alguien, y sí, mentiría si dijese que no fue tentador acercarme un poco para escuchar.

Y no me gustó.

Cuando vi al desconocido salir de debajo de las gradas pude observar una chaqueta de universitario con un cocodrilo bordado en la espalda. Era un jugador de otra escuela, eso era claro.

Me acerqué a Billy una vez todo estaba despejado.

Movía los billetes entre sus dedos a un uniforme ritmo. Se sorprendió al verme allí.

—¿Qué haces aquí?

—¿Debería preguntarte eso yo a ti?—Señalé la bolsa transparente que había guardado en el interior de su chaqueta.

—Negocios.—Soltó el humo entre sus labios como si de lo más normal se tratara.

—¿Estás comprando algo? No me había enterado, si me hubieses avisado yo mismo hubiese encargado algo.—Le dije, irónico, mientras me acercaba.

—Tienes un humor horrible.—Acarició mi mejilla, pero aparté esta.

—¿Estás comprando droga?—Intenté hacerme el sorprendido pero ya sabía las cosas que compraba, le vi aquella vez que llevé a Max a casa.

Su mano agarró el cuello de mi camiseta sutilmente para atraerme hacia su cuerpo.

—¿Vas a arrestarme?—Pude mirarle a los ojos por unos segundos, en ellos podía ver casi una súplica por ¿aprobación? No sabía lo que era.—¿Vas a mi ritmo o no, Steve?

Noté ese beso tan cerca, pero no allí, podría haber alguien, por eso aparté la vista, cosa que me pareció que me molestaba al rubio.

—Imagino que eso es un sí.—Procedí a apoyarme sobre uno de los hierros de la estructura, y Billy hizo lo mismo a mi lado.—Pero no sé si puedo ir a tu ritmo, Billy.

Él colocó ambas manos en la barra, conmigo entre sí, y como respuesta me besó. Fue breve e incluso inocente, sobretodo por el hecho de que escuchamos un sonido encima de nuestras cabezas, en la madera de las gradas. Billy se separó de mí y miró hacia donde procedía el sonido con mirada hostil.

Los dos pensábamos lo mismo: Debía haber alguien y había una pequeñísima posibilidad de que nos hubiese visto.

—Tranquilo, las gradas están viejas... ¿Crujen?—Dije para rebajar la tensión.
Ignoró mi comentario en un 200% y se volvió a girar hacia mí.

—¿Te ha vuelto a joder Tom?—Preguntó, como si atara el sonido de las gradas con este.

—No, pero aunque lo hiciera no quiero que me defiendas, así que no esperes que te vaya a decir nada.—Billy entornó los ojos entre molesto y dudoso.

—Me importa media mierda, lo sabes, ¿no?

Le miré en silencio. ¿Por qué me hablaba así? Sacudí la cabeza.

—Tú pregunta por Tom, pero déjame preguntar qué mierda has comprado.

Suspiró y dejó sobresalir el sobre transparente de su bolsillo por unos instantes.

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora