Tensión

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Aquella era una mañana más para aburrirme solo en casa. No había mucho que hacer.

Las gotas golpeaban gentilmente el cristal de mi ventana. Mi padre había llevado a Max aquella mañana porque tenía el día libre, así que eso significaba que hoy yo podría dormir todo el día.

Pero, por alguna razón no podía. Sonreía para mí mismo cada vez que recordaba el atrevimiento de Harrington.

Pobrecito, se puso tan rojo, y lo disimulaba tan mal.

Aquel juego me estaba empezando a gustar, y por desgracia de Steve, pensaba seguir adelante.

Tenía mis dudas, pero después de lo de ayer solo quería llevarle al límite.

Miré al techo complacido, y me levanté para ir a la tienda. Me había quedado sin tabaco.

* * *

La misma historia de ayer, solo que ahora no había nadie para decirme.

"Steve cariño, no llegues tarde".

Me había despertado por el sonido de la lluvia, pero definitivamente no estaba entre mis planes presentarme en el instituto. 

Bajé al frigorífico para encontrarme con el cofre del tesoro. Una botella de cerveza Budweiser. Lo siguiente era comenzar mi búsqueda por toda la casa en busca de las llaves del coche, que por cierto, nunca llegaron a aparecer. Maldije mi suerte, ya que debía ir a la tienda a comprar algo para comer, porque, sorpresa:

no sé cocinar.

—Joder...—Murmuré mientras miraba por cada bolsillo de mi ropa.

Tras quince minutos de una ardua búsqueda mi paciencia se acabo. Miré a través de la cortina blanca, para comprobar que ya se había calmado la música, y no lo pensé dos veces. Botella en mano y a palo seco me marché a la tienda.

* * *

El sonido de las cajas registradoras, los carros chocando, y esa musiquilla de fondo. Era otra de las cosas que Billy detestaba. Sí, solía detestar cosas ligeramente irracionales. Por suerte no tenía que entrar dentro del supermercado, sino a la máquina expendedora de la puerta.

Buscó ese paquetito rojo de Marlboro que tanto le agradaba entre la selección de tabacos que la maquinita le ofrecía.

"Venta prohibida a menores de 21"

A sus 17 años, Billy rió.

Era satisfactorio.

Sacó la cajetilla de cigarros sin problema, listo para marcharse. ¡Realmente necesitaban más vigilancia en esas cosas!

Sin embargo, y como suele pasar, algo mucho más interesante que la vuelta a casa le atrajo al interior del supermercado.

—Oiga, le digo que tengo 21 años por el amor de dios.—Steve mantenía una discusión con la cajera, que se negaba a venderle una botella de ginebra.

—Lo siento muchísimo señor, pero no puedo venderle una bebida alcohólica sin su identificación.

El rubio se disculpó ante la fila de personas impacientes, y se colocó detrás de Steve.

—¿Todo bien hermanito?—Rodeó los hombros del moreno con un brazo, ante la mirada confusa de la cajera, impaciente por hacer avanzar la cola. Steve le fulminó con la mirada.—¿Le estás dando problemas a esta bonita señorita?—Le dedicó la más encantadora sonrisa a la chica, que inconscientemente se la devolvió.—¿Amanda?—Billy leyó el nombre de la empleada en su etiqueta.—Qué precioso nombre. Un gusto. Yo soy Billy, Billy Hargrove. Siento mucho si le está molestando.

 Chico Bonito | HarringroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora