Una hora más tarde salimos del coche y corremos hacia la entrada de su casa entre risas. Marcello cierra la puerta de un golpe. Me suelta y entonces sí me arrincona contra la pared del recibidor. La adrenalina fluye libre por todo mi cuerpo, estoy atenta a todos sus movimientos, expectante.
Sus manos se aferran a mis muslos y levantan el vestido con sensualidad, muevo las piernas para orientar sus caricias por mi cuerpo. Sus besos persistentes buscan mis labios con anhelo. Jadeo, le rodeo los hombros con los brazos y lo atraigo súbitamente hacia mí.
—Ingrid... –procede con voz ronca–, llevo toda la noche aguantándome, quiero follarte aquí mismo.
Se me escapa la risa. No puedo escucharle decir eso y actuar como si nada.
—¿Puedo?
—¿Me estás pidiendo permiso?
Su boca abandona mi oreja para mirarme a los ojos. Ahora siento frío tras su lejanía.
—Siempre –confirma.
Me muerdo el labio inferior. ¿Por qué es tan condenadamente seductor? No hay nada que pueda negarle a este hombre, con la de defectos que tiene y todo me parece insignificante frente a lo que me hace sentir.
Asiento enérgicamente, deseosa de que vuelva a tocarme, a desearme de ese modo tan visceral mientras me hace sentir la persona más importante del mundo.
No me decepciona. Sus labios vuelven a colocarse junto a mi oreja, me muerde el lóbulo haciéndome gemir de deseo. Su urgencia me resulta excitante. Esta vez no hay mimos, ni cariño, su deliciosa lentitud se ha transformado en morbosa impaciencia. Incluso yo misma no quiero que se entretenga en los detalles, prefiero que pase directamente a la acción y perderme en esa intensa oleada de placer que solo él logra provocar en mí.
Sus manos se ciñen a mi trasero y me alza sin esfuerzo para colocarme encima de la mesa del recibidor, de espaldas al gran espejo ovalado. Su respiración ansiosa me desarma, me mira un instante, luego me besa con vehemencia. Por primera vez deja fluir una pasión desmedida sin miedo a que le rechace, una pasión que logra, a su vez, fundirnos a ambos. Entonces coloca sus manos sobre mis rodillas, las separa y acaricia la parte interior del muslo hasta alcanzar mi ropa interior.
Emite un gruñido salvaje y, en un movimiento veloz, logra romper el tanga dejando mi vulnerabilidad al descubierto. Me excita muchísimo verle tan enloquecido. Me arrastra al borde de la mesa, se encaja entre mis piernas y suspira sobre mis labios. Percibo la protuberancia que tensa la tela de su pantalón y vuelvo a gemir ansiosa. Marcello se desabrocha el cinturón y el pantalón sin dejar de besarme, se acerca a mí y siento todo ese calor adicional sobre mi sexo, está tan cerca que puedo apreciar el suave roce de su erección, pero antes de dar el paso decisivo, su rostro se ensombrece.
Me invade una sensación de vacío indescriptible.
—No te muevas, voy a por un preservativo.
Antes de que dé media vuelta, le detengo. Estoy muy excitada y jadeante, no quiero que se vaya justo ahora.
—¡No! —digo mientras separo aún más mis piernas, deseando que con esto reconsidere quedarse.
Sus labios vuelven a acercarse a los míos, parece que mi ofrecimiento ha dado resultado y ahora es incapaz de detenerse.
—Eres mi perdición... —sentencia ahogando un jadeo.
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Clan Lucci
RomanceUna chica con un difícil pasado, trata de pasar página en Nápoles, lejos de todo lo que conoce. En su viaje se encuentra con un hombre que representa todo lo que odia. Obstinada en evitarle, el destino se empeña en acercarles y sin quererlo se ve en...