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—¡Oh vamos Marcello! ¿Es que vas a estar enfadado toda la noche?

Él mira a su madre con crueldad.

—No tenía ningún derecho a hacer esto.

—¿Por qué? ―pregunta indignada—. Soy tu madre y desde mi punto de vista sí tenía que hacer esto ―puntualiza devolviéndole el tono condescendiente.

—No me gusta que intente controlarme así.

—No, Marcello, te equivocas. No pretendo controlar nada, solo ofrecerte en bandeja lo que más quieres.

—¡Qué sabrás tú! —masculla por lo bajo.

—¡Marcello! –Su madre vuelve a reclamar su atención—. Mírame un segundo y dime que realmente he hecho mal. Dime que no deseas volver a verla y te juro por Dios que hago que la lleven a casa ahora mismo.

Marcello la mira frunciendo el ceño, pero no dice nada.

—Lo sabía ―sonríe satisfecha—. A una madre no se le escapan ese tipo de cosas.

—No tenía derecho a invitarla, a introducirla en nuestro mundo sin mi consentimiento.

—Me temo que tú no lo habrías autorizado nunca, cariño ―Monica acaricia el rostro lastimero de su hijo—. Eres demasiado bueno para ser egoísta y pensar solo en tu complacencia. Pero diré en mi defensa que ella no opuso mucha resistencia para estar aquí, es más, fue mencionar tu nombre y cambiar de actitud. Pasó del rechazo a la comprensión en un instante.

Monica mira a Ingrid a través del cristal de la sala; ella no se percata de nada. Está sola en una esquina, aunque prevé que no será así por mucho tiempo; Claudio no deja de observarla sin que esta se dé cuenta.

—¿Te has fijado en como la miran? Parece como si hubiera nacido para esto, todos se han dado cuenta y si no te das prisa, no permanecerá soltera mucho tiempo. Ingrid atrae, tiene mucho magnetismo, salta a la vista.

—Madre, por favor...

—Mira hijo, te conozco mejor de lo que crees. Eres un buen hombre, el mejor del mundo en realidad.

—¡Pero qué dice!

—¡Calla! –le ordena Monica volviendo a alzar su rostro para toparse con su mirada—. Tú no te dejas llevar por las mujeres bonitas y vacías, tú no buscas únicamente satisfacer tu instinto sexual.

—No me puedo creer que estemos manteniendo esta conversación, es de locos...

—¡No he terminado de hablar! –le recuerda con severidad.

—¡Pues acabe! Porque todo esto me da dolor de cabeza.

—Tú buscas algo más en una mujer y esa chica lo tiene.

—No es consciente de lo que dice. Es una extranjera, jamás encajaría aquí...

—¿Acaso es eso lo que hace mella en tus sentimientos?

Monica mira a Marcello y estudia atentamente su rostro.

Su indecisión no es cuestión de razas.

—Es española. Somos como hermanos, la misma sangre corre por nuestras venas, así que ese no es motivo suficiente para que la rechaces de ese modo. ¿Hay algo más que yo no sepa?

Marcello abre mucho los ojos y se apresura a negar las sospechas de su madre con la cabeza.

—Ella te gusta. Puedo sentirlo. Quizás me aventure y diga que es la única mujer que alguna vez te ha gustado de verdad. Haces cosas por ella desinteresadamente, la respetas y no es precisamente porque te dé pena, como quieres aparentar. Hay más en tu cabeza...

—¡No dice más que sandeces! –Marcello se retira de su madre con brusquedad.

—En cualquier caso, te aconsejo que la mires –Él obedece, aunque solo por complacer a su madre. Se vuelve para mirar a Ingrid y un sentimiento extraño se aloja en el fondo de su estómago—. Ve a hablar con ella, y si realmente estamos equivocados, retrocede, no tienes nada que perder.

Monica besa tiernamente la mejilla de su hijo, que parece estar ausente.

—Soy mujer por encima de todo, digamos que tengo un sexto sentido y no se me escapa nada.

Monica se dispone a dejarlo solo, pero él se lo impide.

—Espere madre, diga la verdad. ¿Por qué ha hecho esto? Yo no quería meter a Ingrid en nuestro mundo y lo sabe. Así que dígame, ¿Por qué?

—Cariño... –empieza con fingida inocencia–. Yo solo quiero que seas feliz. No puedo quedarme quieta mientras veo cómo te consumes por no tener el valor de hacer lo que quieres.

—Madre... –dice en tono de advertencia.

—¡Ay! Está bien... —Pone los ojos en blanco antes de encarar a su hijo—. Se acabaron las huidas matutinas, los paseos a escondidas y todas esas cosas sin escolta. Si decides estar con esa chica lo harás público de una maldita vez, porque no pienso dejar que mi hijo se exponga por no involucrarla a ella, ¡faltaría más!

Ríe con dureza.

—Así que en realidad se trata de eso...

—¿De qué si no? Tú eres mi hijo y te quiero con locura. Haría cualquier cosa por ti, Marcello.

Él suspira y devuelve la mirada a la sala a través del cristal. Van a empezar los bailes.

Monica se aleja dejando a Marcello solo con sus pensamientos.

De repente se siente presionado, su madre ha forzado las cosas. Por otro lado, no puede negar que algo extraño le pasa respecto a Ingrid. Para colmo, durante estas últimas tres semanas no ha dejado de pensar en ella y cuando por fin empezaba a olvidarla, ocurre esto. Encima se presenta con todo el cargamento. Jamás la había visto así y eso hace que le cueste mirarla ahora, pues no le parece la misma persona. Su otro aspecto estaba bien, podía relajarse y abrirse a ella porque nada más obstaculizaba su mente; sin embargo, ahora no cree que todo vuelva a ser como antes.

Suspira fuerte y sale de la habitación para reunirse con el resto de los invitados.

Clan LucciDonde viven las historias. Descúbrelo ahora