Las semanas siguientes son bastante duras.
Intento hacerme con la casa, acostumbrarme al pueblo, a la gente... Pero todo es diferente a como lo había imaginado.
Sé que gran parte de la culpa es mía, ¡cómo no!, tengo problemas para relacionarme, para acercarme a las personas y confiar en ellas y eso se nota, es como un letrero luminoso tatuado en la frente que hace que todo el mundo huya despavorido en dirección opuesta.
No sé cómo remediarlo, cómo vencer mis arraigados miedos y ser una chica normal. Se podría decir que ansío la normalidad más que nada en esta vida, quizá porque nunca la he sentido, ni siquiera cuando era una niña.
Me siento en el sofá y acaricio la cicatriz de mi cuello mientras leo la carta que llegó hace una semana. En ella se me comunica que debo pagar un impuesto mensual de cien euros a cambio de poder disfrutar de la vida tranquila y despreocupada que me ofrece Nápoles. Pienso que se trata de una broma de mal gusto y no le hago demasiado caso, pero pasados unos días, cuándo había olvidado por completo esa carta, dos personas trajeadas se personan en mi casa reclamándome dicho impuesto.
Obviamente me niego a acatar esa orden, nada de lo que dicen tiene sentido, así que cuando veo la oportunidad, cierro la puerta en sus narices y prosigo con la limpieza de la casa.
Fui muy ingenua al pensar que ahí acababa todo; el acoso no hizo más que aumentar a partir de entonces. Las llamadas se producían casi a diario, volviendo a reclamar el dinero, por lo que no dejé escapar la oportunidad de informarme en la policía.
Nada. Absolutamente nada avala ese inusual impuesto.
Estoy haciendo la colada cuando mi teléfono empieza a sonar.
Dejo lo que estoy haciendo y contesto:
—¿Sí?
—Esta tarde pasaremos por su casa para recibir el cobro del impuesto de bienestar, de no ser así, aténgase a las consecuencias.
Y cuelgan.
Instintivamente empiezo a temblar.
«¿Qué coño es esto? ¿Qué está pasando?»
Una parte de mí se resiste dar mi brazo a torcer; esa gente no son más que unos extorsionadores. Pero otra, busca en la cartera y en los escasos ahorros que me quedan para reunir la cantidad que me piden. Tras haber abandonado mi hogar, saldado mis deudas e invertir lo poco que me quedaba en esta casa, solo consigo reunir ochenta y cinco euros. Es insuficiente a menos que encuentre un trabajo pronto.
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Clan Lucci
RomanceUna chica con un difícil pasado, trata de pasar página en Nápoles, lejos de todo lo que conoce. En su viaje se encuentra con un hombre que representa todo lo que odia. Obstinada en evitarle, el destino se empeña en acercarles y sin quererlo se ve en...