El día ha pasado volando y todo ha sido perfecto, pero ahora me encuentro frente a un gran dilema:
Entro en el vestidor. Anudo fuertemente la toalla que envuelve mi cuerpo y me quedo petrificada mientras observo que gran parte de las estanterías están dedicadas a mí. Marcello ha ordenado clasificar toda mi ropa, que ha llegado puntualmente a las diez de la mañana siguiendo sus instrucciones.
Las cremas y maquillajes están perfectamente colocados sobre el tocador. Me cuesta creer que todo esto sea para mí. Distingo marcas como Ralph Lauren, Dior, Versace... Debe haberle costado una fortuna. Intento no pensar demasiado en eso por mi propio bien, mientras hago un esfuerzo por concentrarme en qué debo ponerme para esta noche.
Marcello entra en la habitación, se dirige directamente hacia su lado del vestidor, mucho más pequeño que el mío, y coge un traje oscuro.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta aguantando la risa al verme tan perdida.
—Hay tantas cosas... no sé qué... —suspiro frustrada—. Yo no estoy hecha para llevar este tipo de vida.
—Te acostumbrarás —espeta sin el menor atisbo de duda.
Camina hacia mí, medita un rato y luego saca del armario un vestido negro de satén, es largo y muy llamativo.
—Este me gusta —propone pasando la mano por encima de él para palpar la suavidad del tejido.
—De acuerdo —arrugo el entrecejo—. ¿No es demasiado elegante?
—No, teniendo en cuenta dónde vamos.
—Ah.
Se lo arrebato de las manos y me estremezco; me asustan las sorpresas y las situaciones nuevas que no puedo controlar.
Enseguida me doy cuenta de que ese vestido no se puede poner con sujetador, pues tiene un cuello caído, haciendo elegantes bolsas sobre el escote. Resbalaría por los brazos de no ser por unos finísimos hilos dorados que van anudados a la espalda manteniendo la estructura. Intento alcanzarlos con las manos, pero no soy capaz. Salgo de la habitación enfurecida. Marcello ya está prácticamente vestido. Me observa entrar como un huracán y se queda atónito.
—Necesito ayuda. Soy incapaz de abrocharme esto.
—Claro...
Me vuelvo y espero a que él anude el cordón, consciente de que se está tomando más tiempo del habitual.
—¿Has tenido ocasión de mirarte en el espejo?
—No, ¿por qué?
—Esto no me lo pierdo —me coge de la mano y vuelve a conducirme hacia el vestidor, una vez allí, me sitúa frente a un gran espejo ovalado, donde puedo verme de cuerpo entero.
Mi piel morena se acopla elegantemente a este color; en realidad es un vestido precioso. Me cuesta reconocer que ese cuerpo torneado y esbelto que se proyecta en el reflejo es el mío. Lo que más llama la atención es mi espalda, tan fina, lisa y ligeramente curvada. La verdad es que no me queda nada mal.
—Espectacular. De verdad. Si me permites una sugerencia... —alza sus manos y me recoloca el cabello hacia un lado— creo que deberías recogerte así el pelo. Esta espalda está perfecta completamente al descubierto.
Mis mejillas enrojecen. Soy incapaz de acostumbrarme a que él me observe de ese modo, a que me diga esas cosas... me da muchísima vergüenza.
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Clan Lucci
RomanceUna chica con un difícil pasado, trata de pasar página en Nápoles, lejos de todo lo que conoce. En su viaje se encuentra con un hombre que representa todo lo que odia. Obstinada en evitarle, el destino se empeña en acercarles y sin quererlo se ve en...