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Termino de ducharme. Me pongo un vestido corto blanco con una chaqueta a juego y me arreglo el pelo. Tengo buen aspecto, no es para menos después de haber dormido dos días enteros.

Raffaello me espera frente a la casa de Marcello, tiene órdenes estrictas de llevarme a la residencia familiar en cuanto termine.

Antes de entrar en el coche mi teléfono móvil empieza a sonar y lo descuelgo rápidamente sin mirar el número.

—¿Si?

—Hola Ingrid, soy Maria.

Mi cuerpo se tensa.

—Maria...

—Siento mucho molestarte, pero es importante que hablemos. Es sobre Gianni ―duda un momento―. Me ha contado lo que ha pasado.

Empieza a llorar y me veo en la obligación de consolarla.

—Maria, tranquila, no llore, por favor...

—Es que nosotros no teníamos ni idea de esto, ha sido como una puñalada y ahora tenemos miedo de que... –interrumpe su discurso para seguir llorando, me siento impotente al no poder decir nada para aliviarla–, por favor Ingrid, no dejes que le hagan daño. Él no es más que un pobre ingenuo, confió en la gente inadecuada, se aprovecharon de él y no supo reaccionar, pero tú sabes que no es un mal chico, jamás haría daño a nadie.

—Él es cómplice de todo esto, no dijo ni hizo nada mientras maltrataban a Marcello.

—Lo sé, es imperdonable. Pero desde que sus padres fallecieron he cuidado de él, el destino no quiso darme hijos y él es lo más parecido a un hijo que tengo y no podría soportar la idea de que muriera. Eres mi única esperanza, Ingrid, tú eres buena y justa, sabrás castigar su agravio, pero por favor, no dejes que los Lucci... –no puede continuar, vuelve a llorar y esta vez logra contagiarme.

Maria no se merece esto y tal vez yo tenga la llave para aliviar su dolor. De hecho no hacía falta que me lo pidiera, yo misma he tratado de buscar un pretexto en mi mente para impedir que la familia de Marcello se tome la justicia por su mano, pero no soy la única que sabe que Gianni estaba detrás de todo esto y temo haber llegado tarde para alcanzar un acuerdo.

Como no sé lo que ha ocurrido estos dos días que he estado ausente, debo resignarme y esperar. Tranquilizo a Maria prometiéndole que haré todo lo que pueda por mantener a Gianni a salvo, les debo eso al menos, pues siempre me han tratado bien, me han acogido con los brazos abiertos como a una más y me siento en deuda con ellos.

Entro en el coche enérgicamente y dejo que Raffaello me lleve junto a Marcello.

Tras llamar al timbre de la residencia familiar, la puerta se abre y me recibe Claudio.

—Vaya, vaya, vaya... mira quien se ha despertado tras una hibernación.

Me echo a reír.

—¡Así es! ¿Dónde está?

—Por ahí –me señala una habitación que permanece cerrada.

—Gracias.

Me encamino divertida hacia ella y entro sin llamar. Marcello está tumbado, acompañado de toda su familia. En cuanto me ven, se levantan. Claudio se me adelanta desde atrás y se inclina para susurrarle en la oreja algo a su hermano. Ambos se echan a reír, pero Marcello le detiene agarrándole con la mano antes de que se vaya.

Clan LucciDonde viven las historias. Descúbrelo ahora