Hoy no tengo que ir al bar. Los pintores aún no han acabado y por lo que he escuchado, piensan hacer algunas reformas en el local. Maria está entusiasmada con lo que esto va a significar para su negocio, y más teniendo el respaldo de la familia Lucci, que no solo corre con todos los gastos; además, le ofrece una buena suma cada día que el establecimiento permanece cerrado.
Sonrío por dentro, Marcello es capaz de cualquier cosa para salirse con la suya, más vale que no me olvide nunca de eso.
En cuanto me pongo en pie, realizo todas las faenas de la casa de forma mecánica. Limpiar me ayuda a mantener la mente ocupada. Al dar por concluido todo el trabajo, suspiro y me tiro literalmente en el sofá para contemplar en silencio toda mi obra: los cristales están relucientes, no hay ni una mota de polvo, el suelo está recién encerado, cada cosa en su sitio y la colada planchada y apilada, preparada para guardar en el armario. Además, el aroma a pino invade cada rincón. Inspiro profundamente, luego, espiro con lentitud.
Toda mi tranquilidad se desvanece cuando escucho el sonido del timbre. Miro el reloj, no puede ser Marcello porque son las dos de la tarde. Me pongo en pie de un salto y voy hacia la puerta con el corazón latiéndome a mil por hora.
—¿Te apetece arroz con pollo?
Gianni sostiene una bolsa con letras chinas en alto mientras sonríe.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le dejo pasar y él entra sin dudarlo.
—Hacía mucho que no te veía, con esto de las obras...
—¿Y me has traído la comida?
—Pensé que te apetecería comer conmigo.
Sonrío mientras voy a buscar un par de vasos a la cocina.
Regreso al comedor y él ya se ha encargado de preparar la mesa con platos y cubiertos de plástico.
—Es todo un detalle —menciono sentándome frente a él.
—De vez en cuando soy detallista —abre su bandeja y llena su tenedor—. ¿Cómo te va todo? ¿Qué tal estos días libres en esta casa tan grande y solitaria?
—Bueno, tengo tantas cosas por hacer que no dispongo de tiempo para nada más.
Pruebo el arroz. Está bueno.
—He pensado que podríamos ir a dar una vuelta por ahí, mi objetivo es hacer algo contigo y que esta vez no desaparezcas sin decirme nada.
Me pongo blanca como la cal, es cierto que la última vez que le vi le dejé plantado y no solo eso, al final no le envié un mensaje para decirle que me había marchado.
—Perdóname, Gianni. Me agobié, me fui y luego se me pasó decírtelo. ¿Me perdonas?
—Eso depende...
—¿De qué?
—De si hoy vienes conmigo. Podríamos ir al cine o a cenar. ¿Qué me dices?
Bajo el rostro. La verdad es que me apetece su propuesta, es una vía de escape a la que aferrarme para no ir a ver a Marcello; aunque he intentado no pensar en esta noche, cada segundo que pasa me siento más nerviosa. No puedo evitarlo.
—No puedo —respondo con pesar—, tal vez otro día...
—¿Vas a algún sitio? —pregunta con indiferencia mientras vuelve a llevarse otra palada de arroz a la boca.
—Sí —respondo y trago saliva avergonzada. Espero que no continúe haciéndome preguntas o tendré que mentirle, y es algo que siempre se me ha dado fatal.
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Clan Lucci
Любовные романыUna chica con un difícil pasado, trata de pasar página en Nápoles, lejos de todo lo que conoce. En su viaje se encuentra con un hombre que representa todo lo que odia. Obstinada en evitarle, el destino se empeña en acercarles y sin quererlo se ve en...