Capítulo 17: Continuidad

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Gemma buscó a su tía pero no la encontró por ninguna parte. Subió las escaleras dispuesta a retirarse a su cuarto a dormir pero oyó un rumor de voces y se acercó a ellas. Venían de la habitación de su primo Marius. Golpeó la puerta despacio.

- Pase - murmuró Antoine.

Al entrar, se encontró con Marius roncando en la cama, Alice sentada en una silla junto a él y Antoine dando vueltas por el cuarto.

- Ah, eres tú - suspiró Alice - No tienes idea de cómo me siento...

Acarició la frente de su hijo con cariño, haciendo a un costado los mechones de cabello castaño. Marius se veía muy apacible cuando dormía, pero era sabido que todo cambiaría apenas despertara.

- ¿Qué pasó con Emile? - preguntó Gemma acercándose a ella.

Alice empezó a lloriquear.

- ¡Se fue! Emile se fue...

- Volverá, Alice, volverá - murmuró Antoine para tranquilizarla. Lo cierto es que él no estaba tan seguro de eso pero buscaría la manera de convencer a su hijo.

- No... Emile no es Marius, Emile es rencoroso. No volverá.

- ¡Tía! - Gemma la abrazó con cariño y acarició sus brazos - No llores... ¡Emile te ama! Él volverá, sólo necesita un tiempo.

- ¡Ay Gemma! ¡Cómo quisiera que eso sea verdad! - exclamó con verdadera amargura.

Después de toda una vida permaneciendo firme, orgullosamente erguida, ocupada de levantar a todo mundo a su alrededor, era ésta la primera vez que se sentía absolutamente destruida. Aunque...

En realidad...

No.

En realidad...

No. ¡No!

No era la primera que se sentía absolutamente destruida. Una vez estuvo así. ¿Cuándo? Había ocurrido hacía tanto tiempo que casi ni valía la pena pensar en ello pero era imposible ignorarlo. Era como una sombra, una daga enterrada en el fondo del alma.

Ahora tenía miedo, tanto como esa tarde. Ella tenía nueve años y no sabía qué era aquello que estaba sucediendo pero sabía que era algo malo, algo que no debía pasar.

Ahora sentía ese miedo, sí. Pero la situación era muy diferente porque ya no era una niña, porque en ese momento estaba sola pero ahora tenía alguien en quien confiar, alguien que no hacía preguntas ni buscaba respuestas, sólo escuchaba y callaba.

- Antoine... - susurró con mucho dolor y su esposo se sentó en la cama de Marius, mirándola a los ojos al tiempo que tomaba sus manos.

Ahora era diferente porque ya no tenía miedo del daño que los hombres podían hacerle, ya no los odiaba por lo que ese había hecho, sino que sabía que podía confiar en unos y amar a otros. Sabía que siempre podría contar con el cariño de aquellos cuatro hombres de hermosos ojos azules que eran lo más valioso que tenía.

¿Siempre podría contar con el cariño de ellos?

- Es mi culpa - aceptó empezando a llorar otra vez. Antoine la envolvió con sus brazos, cálidos y robustos.

- No, no es tu culpa. Es nuestra culpa - reconoció acariciando el cabello pelirrojo de ella porque sabía que sólo eso podía calmarla.

Gemma les dijo que se retiraría a dormir y eso hizo. Se sentía incómoda con todo lo que estaba sucediendo. Se preparó para acostarse a dormir y, sintiéndose sola, otra vez distanciada de su padre, echó a llorar.

Lo que fue #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora