- ¡Alto! No está permitido acceder a la zona de los palcos - les gritó un hombre que debía ser o guardia o acomodador.
Julie se aferraba al brazo se Emile como si fuera un niñito tímido con su mamá y miraba todo con una mezcla de asombro y terror. Emile se giró arrogante y le sonrió a ese hombre que le superaba en tamaño y músculos.
- Pues sí podemos porque tenemos una reserva - respondió con tranquilidad.
- ¿Ustedes? ¡No me hagas reír, gordo! - se burló el tipo.
- Gordo, sí... Gordo y poderoso, ¿sabes? A menos que quieras perder tu empleo, ve allá arriba al palco 5 y pregúntale a los ocupantes si el señor Emile D'Azur y su acompañante están autorizados.
El hombre lo miró levantando una ceja y negó con la cabeza.
- Escucha, amigo - insistió Emile - : en ese palco está la exquisita Alice D'Azur acompañada de su amado esposo, el buen Antoine D'Azur. También está su hijo menor Marius D'Azur y el jefe de la dinastía, Lucien D'Azur... Podría nombrártelos a todos pero comprendo que no es necesario. Ve a cumplir tu trabajo.
Quizá fue la seguridad con que Emile habló o el hecho de que su rostro le sonaba de algún lado, la cuestión es que el hombre obedeció y se fue a averiguar si aquello era verdad.
- Emile... Ya vámonos, en serio - le pidió Julie mirándolo implorante. Él acarició la mano con que ella se aferraba a su brazo.
- No. Quiero que todo el mundo nos vea juntos y que sepan que eres tú la mujer que amo.
- Está bien - murmuró resignada - Te creo. Ahora llévame a casa y te prometo que hablaré con mi padre.
Emile tomó entre sus dedos un mechón de cabello rebelde de Julie y lo acomodó detrás de su oreja.
- No me canso de admirarte - le confesó con la voz temblando - Podría pasar la tarde entera mirándote... Me dan ganas de pintarte.
Julie bajó la vista ruborizada. No estaba acostumbrada a recibir ese tipo de palabras ni esos tratos. Ningún hombre la había cortejado jamás y no tenía idea de cómo debía actuar y mucho menos sabía qué debía decir.
- Julie... - Emile tomó sus manos y las besó con cariño. Alguien tosió detrás suyo.
Emile la soltó y ambos miraron con desagrado a quien interrumpió. Era el guardia o acomodador o lo que fuese. Estaba pálido y acababa de comprender que había cometido un error.
- Los acompañaré hasta el palco - anunció y la pareja los siguió.
Se encontraron con Marius a medio camino, que se acercó a ellos sonriente.
- Hola, señor Rojo - saludó a su hermano con tono de burla.
- Mi hermano, Marius D'Azur - dijo Emile al empleado, quien se apresuró a excusarse.
- Lo siento, señor... Es que yo debo seguir las órdenes de mi patrón.
- ¿Qué pasó? - preguntó Marius.
- Nada, el señor no nos quería dejar pasar.
Marius meneó la cabeza reprobando el hecho.
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Lo que fue #2
Teen FictionUn viaje hacia el pasado, volviendo sobre esa historia llena de mentiras, oscuridad y amores... Segunda parte de "Lo que digas" Gemma está dispuesta a recorrer todos los sitios que fueron tan importantes en la historia de sus padres. Pero, en ese v...