Capítulo 23: Clave de sol

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- ¡Alto! No está permitido acceder a la zona de los palcos - les gritó un hombre que debía ser o guardia o acomodador.

Julie se aferraba al brazo se Emile como si fuera un niñito tímido con su mamá y miraba todo con una mezcla de asombro y terror. Emile se giró arrogante y le sonrió a ese hombre que le superaba en tamaño y músculos.

- Pues sí podemos porque tenemos una reserva - respondió con tranquilidad.

- ¿Ustedes? ¡No me hagas reír, gordo! - se burló el tipo.

- Gordo, sí... Gordo y poderoso, ¿sabes? A menos que quieras perder tu empleo, ve allá arriba al palco 5 y pregúntale a los ocupantes si el señor Emile D'Azur y su acompañante están autorizados.

El hombre lo miró levantando una ceja y negó con la cabeza.

- Escucha, amigo - insistió Emile - : en ese palco está la exquisita Alice D'Azur acompañada de su amado esposo, el buen Antoine D'Azur. También está su hijo menor Marius D'Azur y el jefe de la dinastía, Lucien D'Azur... Podría nombrártelos a todos pero comprendo que no es necesario. Ve a cumplir tu trabajo. 

Quizá fue la seguridad con que Emile habló o el hecho de que su rostro le sonaba de algún lado, la cuestión es que el hombre obedeció y se fue a averiguar si aquello era verdad.

- Emile... Ya vámonos, en serio - le pidió Julie mirándolo implorante. Él acarició la mano con que ella se aferraba a su brazo.

- No. Quiero que todo el mundo nos vea juntos y que sepan que eres tú la mujer que amo.

- Está bien - murmuró resignada - Te creo. Ahora llévame a casa y te prometo que hablaré con mi padre.

Emile tomó entre sus dedos un mechón de cabello rebelde de Julie y lo acomodó detrás de su oreja.

- No me canso de admirarte - le confesó con la voz temblando - Podría pasar la tarde entera mirándote... Me dan ganas de pintarte.

Julie bajó la vista ruborizada. No estaba acostumbrada a recibir ese tipo de palabras ni esos tratos. Ningún hombre la había cortejado jamás y no tenía idea de cómo debía actuar y mucho menos sabía qué debía decir.

- Julie... - Emile tomó sus manos y las besó con cariño. Alguien tosió detrás suyo.

Emile la soltó y ambos miraron con desagrado a quien interrumpió. Era el guardia o acomodador o lo que fuese. Estaba pálido y acababa de comprender que había cometido un error.

- Los acompañaré hasta el palco - anunció y la pareja los siguió.

Se encontraron con Marius a medio camino, que se acercó a ellos sonriente.

- Hola, señor Rojo - saludó a su hermano con tono de burla.

- Mi hermano, Marius D'Azur - dijo Emile al empleado, quien se apresuró a excusarse.

- Lo siento, señor... Es que yo debo seguir las órdenes de mi patrón.

- ¿Qué pasó? - preguntó Marius.

- Nada, el señor no nos quería dejar pasar.

Marius meneó la cabeza reprobando el hecho.

Lo que fue #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora