Gemma se contempló al espejo muy conforme con su estilizada figura. Claro, eso se lo debía a los genes de su padre.
El vestido color durazno era tan delicado, con sus pequeños brillantitos adornando el escote, que Gemma se sintió incómoda con él, creía que le faltaba clase y delicadeza para llevarlo puesto. Miró a su alrededor y comprendió que era IMPOSIBLE ponerse a buscar alguna otra cosa porque faltaban diez minutos para que todos los invitados comenzaran a llegar. Además, no tenía otro vestido tan elegante que pudiera usar para una fiesta así.
Alguien golpeó su puerta con rudeza.
- ¡Gemma! ¿Ya estás? ¡Date prisa! - gritó su tía detrás de la puerta.
- ¡Ya estoy!
La tía Alice abrió la puerta y la contempló asintiendo. Llevaba un vestido de raso con amplio escote que, de haberlo llevado otra mujer, habría escandalizado a toda la ciudad. Pero todos estaban acostumbrados ya a verla a ella con sus vestidos sensuales, cargados de erotismo. A Antoine era el que más le gustaba puesto que podía presumir de la bien conservada mujer que poseía.
- ¡Vámonos! - exclamó tomándola de la muñeca.
Bajaron la escalera con rapidez y se reunieron con Emile y Antoine, que las esperaban en medio de la sala, bellamente adornaba.
- ¡Vaya! Que buena modista es la señora Keiner - exclamó Antoine al verlas.
- Antoine... Tú y tus estúpidos piropos, más te vale que permanezcas lejos de mí el resto de la noche - lo regañó Alice con enojo. Antoine sonrió con malicia, adoraba hacer enojar a su esposa.
- Se ve muy bien, madre. Y usted también, prima - comentó Emile con una encantadora sonrisa. Estaba muy feliz y ansioso, no veía la hora de que llegara el momento de sorprender a su madre.
- Gracias, cielo, eres un sol - lo abrazó con fuerza y besó su mejilla - Feliz cumpleaños, mi niño querido - susurró en su oído.
Emile cerró los ojos y la abrazó con fuerza. Le dolía pero debía hacerlo.
- Gracias, mamá.
Pronto comenzaron a llegar los invitados.
Lucien apareció con Camille y Lilianne, quien se veía adorable en su vestido color malva. Más tarde se unió el resto del clan D'Azur: Claire con sus cinco hijos y su marido. Gemma los saludó a todos de manera respetuosa pero tenía sentimientos encontrados contra Claire... ¿Cómo olvidar cuando llamó "rubio enano" al gran Marius Fontaine? Eso salía en los cuadernos, los sagrados cuadernos de su madre.
El mayor de los Salvatore era un hombre guapísimo, muy superior a cualquiera de los que ella había visto. Además tenía esa mirada capaz de derretir a cuanta mujer pasara por delante de sus ojos, cosa que no todos pueden lograr. Sin embargo, tenía la manía de hacer comentarios que sonaban inofensivos pero iban cargados de maldad. Gemma recordó que él no era hijo legítimo de Frank Salvatore y por eso comprendió la mirada de desaprobación que su padre le dirigía constantemente y la forma en que se respondían.
Aburrida de los Salvatore, se alejó de ellos. Bailó con algunos muchachos amigos de Emile, se sentó a charlar con Lilianne, cruzó algunas palabras con Alice, comió algunos bocadillos...
Se hicieron las diez de la noche y sólo quería irse a dormir. Nunca había estado en algún lugar tan aburrido. Se hallaba sentada sola, en una de las mesitas a los costados. Jugaba con una flor que formaba parte de la decoración.
Alguien se sentó en frente suyo. Levantó la cabeza estúpidamente esperanzada porque, por una fracción de segundo, deseó que ese hombre fuese Creedence. Pero no. Era Alain Cavaliers.
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Lo que fue #2
Dla nastolatkówUn viaje hacia el pasado, volviendo sobre esa historia llena de mentiras, oscuridad y amores... Segunda parte de "Lo que digas" Gemma está dispuesta a recorrer todos los sitios que fueron tan importantes en la historia de sus padres. Pero, en ese v...