13- Recuerdo tus ojos escarlatas mirándome con desprecio

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『•◈ ────※{✧嵐✧}※──── ◈•』

La noche parecía transcurrir lentamente, Amy yacía en su habitación con las luces apagadas, a excepción de la de su escritorio. Caminaba en círculos, de un lado a otro mientras pensaba.
Había estado leyendo los enormes libros llenos de historias fantásticas, la mayor de las incógnitas en Amy era, ¿Qué tan certeras son algunas historias? Hasta el momento, unas cuantas cosas lo eran, pero las demás...

Amy suspiró con pesadez y se encaminó hacia su escritorio. Sacó su pequeño cuaderno desgastado y una pluma.

"Querido diario..."

Resopló, haciendo garabatos con la tinta. Ni siquiera sabía que escribir, los pensamientos eran demasiados como para ser pasmados en una simple hoja. Optó por dejar la pluma al costado de la libreta. Dejó caer su espalda en el respaldo de la silla y echó la cabeza hacia atrás. Frustrada, talló su rostro y miró hacia el techo.

—No entiendo nada...

Cerró los ojos, tarareando lentamente la canción de Henry. Ciertamente, era muy tranquila y sutil, no era de extrañarse que Dante se hubiera calmado tan pronto al oírla. Ella recordaba con total cariño la primera vez que había escuchado a Henry cantarla. Ambos habían ido a una prueba física por las montañas Olam, en donde se decía que se hallaba el resto de los hermanos de Sacred Sanctity. Era una prueba de tres días en los que Eleanore los había mandado a combatir contra las criaturas malignas que se estaban manifestando cerca de las villas, por lo que, tanto ellos como Kant y Bianca viajaron para cazarlas.

El viaje fue difícil y las luchas fueron peores, pues aunque no eran tan feroces como en el bosque de Pandora, aquellas criaturas conservaban una fuerza descomunal que arrasaba con todo lo que tocaban. Como pudieron, terminaron con todas aquellas sombras demoniacas. Para Amy, fue intrigante ver que dichas criaturas tenían un aspecto distinto a lo que comúnmente veía en imágenes de libros viejos. Incluso, lo débiles que eran, pues incluso cuando pelearon lo más agresivas que pudieron, dichas sombras no tardaron en retirarse entre lamentos.

Amy había recibido una herida en el costado, sin embargo, no dijo nada a sus compañeros y continuaron su camino. Debido a que, por desgracia para ellos, las instrucciones decían claramente que debían eliminar tales criaturas y regresar al tercer día por la tarde, por lo que, no había tiempo que perder. El viaje era muy largo y Eleanore muy estricta. Fue cuestión de tiempo para que Henry notara que Amy no estaba del todo bien, tuvieron que detenerse y pese a que ella se rehusaba a ser revisada por él, finalmente accedió por la fuerza. Primero la regañó, fue tan terrible que ella casi se soltaba a llorar. Sin embargo, Henry se las tuvo que ingeniar, pues ya estaban muy lejos de las villas y regresar sería perder el tiempo. La cargó entre sus brazos y sugirió una cueva que a simple vista no se veía tan mal. Era gigante y estaba cubierta de musgo.

Kant se rehusó completamente a dormir ahí, sin embargo, ante la situación y las constantes acusaciones de Bianca al llamarlo "mal amigo" lo hicieron cambiar de opinión. Prepararon una fogata y tendieron sus bolsas de dormir. El sonido crujiente de las ramas junto al suave viento del exterior los hizo calmarse y sentirse cómodos. Amy juraba que no se había divertido tanto como aquella noche, pues las discusiones entre Kant y Bianca solo la hacían reír a carcajadas. Henry se limitaba a verla en silencio, contemplando su perfil siendo iluminado por las flamas ardientes.

La sonrisa de Amy no tenía comparación y su risa melodiosa era tan suave y grata para Henry que... incluso si sonaba algún ruido exterior más grotesco que su risa, sería nulo para él. No existía nada ni nadie más para él que ella en ese momento. Amy volteó a mirarlo y le sonrió, como respuesta Henry también lo hizo y de manera muy noble.

Demonio de Pandora (#1 Saga Devoción Inmortal) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora