38- Sanaría tu corazón a costas del mío

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Para el noveno día, Liam ya estaba desesperado y solo podía gritar maldiciones a todo lo que se encontraba, "¡maldita roca, maldita rama, malditas hojas! ¡Estoy harto!" y por consiguiente, Dreyko solo se encargaba de mantenerlo lo más sereno posible, además de ayudar a Bástian al cargarlo sobre su espalda cuando ya no podía más.

Bástian jugaba con las hojas oscuras entre sus manos, hacía días que parecía intentar hacer algo.

—En lugar de jugar con ramas insignificantes —replicó Liam, con él entrecejo fruncido. —deberías caminar, ni Dreyko ni yo podemos estar cargándote todo el tiempo

—Me duelen los pies y tengo hambre

—Al menos tú comiste un Leshii... —dijo malhumorado.

Bástian no le prestó atención, parecía más concentrado en las hojas. Sus ojos se llenaron de emoción en cuanto un par de ellas se elevaron sobre sus palmas, sin embargo, no causó escándalo y siguió con una sonrisa de felicidad en todo el camino.

Descansaron toda esa noche, de nuevo rodeados por las flamas de ellos. Había transcurrido un par de horas cuando Dreyko de pronto escuchó como si la tierra literalmente... latiera. Sus hermanos dormían, pero el bosque generaba una palpitación tan profunda que Dreyko no pudo soportarlo más y se sentó de golpe. Cuando colocó la palma de su mano sobre una flor, percibió que dicha flor generaba un tacto muy sutil, un latido tan sereno como brisa en verano. Sus pétalos frondosos se extendieron y sus hojas del tallo ligeramente se encorvaron, como si quisieran ser acariciadas.

Dreyko se sobresaltó de pronto al escuchar un crujido de las ramas, sus sentidos se activaron rápidamente como si de una araña se tratara. Miró hacia todos lados, fue hasta que la sombra de una persona se encontró frente a él. Era un anciano, mirándolo fijamente sin expresión alguna, ligeramente esbozó una media sonrisa, fue momentánea hasta que se dio la vuelta y se alejó de aquel sitio.

Dreyko estaba estupefacto, intentó despertar a sus hermanos, sin embargo, ellos únicamente pateaban y gruñían. Dreyko no tuvo de otra más que caminar hacia él. Salió de entre las llamas y comenzó a perseguirlo, el anciano no mostraba ningún interés en escapar o huir de aquel muchacho, por lo que continuó con su pacífica caminata. Dreyko se estampó unas cuantas veces con las ramas, sin quitarle los ojos de encima a ese anciano.

El anciano se detuvo en seco cuando por fin había llegado a su destino, dentro de una cueva oscura y frente a una laguna que emitía brillos índigos en silencio. En el centro de la laguna se hallaba una gran roca, y en ésta una espada incrustada con una perla negra. Se escuchaba el eco de las gotas dando contra el suelo y ondeando en la cristalina agua. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de musgo, el olor era refrescante y puro, tanto como para generar calma.

Dreyko estaba perplejo, las hojas también emitían un brillo peculiar, eran extremadamente llamativas.

—¿Qué... qué pretendes? —dijo Dreyko, con el entrecejo fruncido y listo para atacar

En un movimiento rápido, aquel ser se teletransportó al costado de él. Le causó un ligero rasguño en la mejilla y volvió de nuevo a su lugar. Dreyko no supo cuando fue que lo habían herido así de rápido. Estaba molesto.

—¡Tú...!

—Tienes un poder espiritual muy grande..., pero no es de extrañarse... —el anciano lamió la sangre de su dedo índice y después de saborearla, inspiró profundo— provienes del linaje de Arthur, ¿cierto? es lógico que tengas habilidades superiores...

Demonio de Pandora (#1 Saga Devoción Inmortal) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora