66- Y bajo órdenes devotas a un ángel de luto

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Tristemente, Amaimon se condenaba a sí mismo y tuvo que refugiarse en el oscuro y frío abismo, encadenándose para no volver a la superficie y crear otra oleada de masacres.

"Las cadenas que ahora se hunden en mi piel no podrán ser retiradas bajo el control de mi ira, es por sabio que tendrán misericordia.. Si de mi otra rabieta emerge, dichas cadenas se encargarán de atarme al mismo infierno, suprimiendo mi poder y mi ira. Mi palabra está sellada bajo SINSUX ACHROME, conjuro bajo juramento hecho por mí."

Cuando Amaimon terminó de conjurar, múltiples cadenas emergieron del suelo y ataron sus manos, pies y torso. Fue arrastrado rápidamente a su trono sin un tacto de sutileza y, aunque en un principio fue difícil para el joven príncipe aceptar que ese era su cruel destino, finalmente se rindió. Al principio las cadenas eran severas, lo mantenían rígido la mayor parte del tiempo y era porque Amaimon aún tenía un aura llena de culpa, resentimiento y arrepentimiento. Pero al pasar el tiempo, aceptando la carga de sus propias emociones pasadas y las consecuencias de su desobediencia sobre sus hombros, las cadenas fueron menos rígidas y le permitían moverse al menos.

Amaimon ya estaba acostumbrándose a ese vacío, podría ser doloroso... pero ya no sentía nada. Cuando su lado irracional salía de nuevo, las cadenas lo reprimían con fuerza y lo ataban en su trono. No podía escapar aunque quisiera, incluso si lanzaba conjuros, SINSUX ACHROME era más fuerte, pues era bajo juramento y tanto en el cielo como en el infierno, la palabra era más pesada que las mismas acciones. Asmodai se encargaba de llevarle comida, al principio procuraba ser selectivo para ver qué llevarle a su amo, pero Amaimon ni siquiera se sentía merecedor de tanta bondad, por lo que le pedía cadáveres, fuera de lo que fuera, incluso llenos de gusanos, él se los comería porque sentía que no merecía más que las sobras.

Si los demonios veían el tono azul de los árboles significaba que Amaimon no estaba bien, por lo que huían, pues nadie estaba seguro de que las cadenas podrían retenerlo siempre. El bosque de Pandora reacciona según las emociones de él, pues fue por él que se originó aquel sitio.

Cuando dormía, aún podía recordar las risas que en su vida había escuchado. Aún recordaba a su doncella y a su mejor amigo. A sus hermanos y la tristeza tan profunda que les había causado, ni un grito descomunal que causaba pavor de costa a costa podría remediarlo.

Entre los ángeles de luto, muchos murmuraban a escondidas de la señora Muerte el nombre de Mefistófeles, pues el tema en su presencia no debía ser recordado. Especialmente porque uno que había sido su más fiel seguidor y mano derecha de ella, había causado tal desastre. Pudo haber sido un orgullo muy grande, pero también una desgracia tan enorme que causaba decepción en la señora Muerte. No podría haber predecido ese futuro, después de todo... jamás imaginó que tenía que aplicar sus poderes sobre sus súbditos ya que nadie había hecho algo igual.
Su soberbia había sobrepasado sus límites y ahora todo se había desparramado como agua.

Un ángel de luto murmuró.

"Aquel demonio se enamoró una vez. De un tacto suave, de una sonrisa como perlas y de unos ojos como el mismo cielo. Del tacto sentía un calor más grande que el mismo infierno, de esa sonrisa conoció una melodía que nadie jamás podría igualar, y de esos ojos conoció el cielo del cual había sido desterrado. Uno que ya no parecía tan lejano si ella estaba con él.

Sin un corazón, sin una pizca de amor, solo una tristeza inmensa, mucho más que su propio abismo.
Se había condenado por permitirse aceptar los sentimientos que sólo un mortal podía poseer."

Demonio de Pandora (#1 Saga Devoción Inmortal) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora