[COMPLETA] +18
«No llevaba el demonio dentro, pero su crueldad era brutal.
No estaba poseído, pero su mente era tremendamente perturbadora.
No deseaba matar, simplemente su sed era incontrolable.
Era su naturaleza, la esencia de su vida. Él era un...
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KIERAN
Cuando estoy terminando de arreglar el cambio de marchas de un Peugeot que nos trajeron ayer al taller, mi padre me llama desde la oficina improvisada que creó hace años cuando compró esta chatarra de lonja.
Me limpio la grasa de las manos con un trapo ya manchado, lo guardo en el bolsillo trasero del mono de trabajo y camino hacia allí.
—¿Qué pasa? —pregunto a la vez que me apoyo en el marco de la puerta—. Estoy a punto de terminar, puedes llamar al cliente y que se pase mañana a recogerlo.
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—No te he llamado por eso, sino por tu prima Valerie. —Gira en la silla de escritorio para levantarse de su asiento y recoloca una pila de papeles para mantener su mesa ordenada, algo imposible cuando yo debo encargarme de todo. Soy un desastre.
—No es mi prima.
—Es tu prima. —Me lanza una mirada de advertencia y yo asiento con los ojos en blanco.
—Lo que tú digas, ¿qué pasa con ella?
—El tío George ha sido llamado y debe marcharse la semana que viene con el ejército, así que me ha pedido si Valerie puede quedarse con nosotros mientras esté fuera. Valerie acaba de terminar el instituto y ha pensado en tomarse un año sabático hasta que decida lo que quiere estudiar en la universidad.
—Estás de coña, ¿no? —Siento ganas de meterme en su cabeza, pero eso es algo que me prohibí a mí mismo cuando descubrí que podía hacer esto. Él y mis hermanos Charles y Frank son mi única excepción.
—No es una broma, ¿por qué te parece tan mal?
—Papá, nuestra casa es un puto desastre, somos cuatro hombres que apenas paran en casa, ponen lavadoras una vez a la semana y limpian cuando ya no les queda más remedio. ¿De verdad crees que esa princesita podría vivir con nosotros?
—Tendremos que esforzarnos en cambiar un poco. —Su dura mirada me deja claro que habla completamente en serio sin necesidad de leerle la mente.
—No cuentes conmigo —digo negando con la cabeza—, es una locura.