Los días transcurrían y con ello tu sonrisa aumentaba. Peter era la compañía que necesitabas. Lo habías imaginado en todas sus facetas: recién despierto, bañándose, desayunando, pintando, entre sábanas, yéndose a dormir. No sabías qué sentías verdaderamente por él, como tampoco sabías qué sentía él por vos. Nunca se habían dicho te quiero o te amo. Pero te era suficiente con verlo a los ojos para saber que querías
estar con él y sólo con él.-Me voy –la voz de Micaela te sacó de sus pensamientos: llevabas largo rato sobre la ventana del living comedor pensando en él.
-¿A dónde vas? –y no entendiste por qué una valija amarilla se apoyaba sobre sus pies.
-Me vuelvo con papá y mamá –bajó su vista al suelo (quizás por la expresión que habías hecho en ése momento) y un silencio arrolló la situación.
-Cómo… vos… ¿cómo que te volvés con papá y mamá? –y caminaste hacia ella para comprobar que la valija amarilla no era imaginaria.
-Sí, La. Antenoche cuando te fuiste con Peter a cenar, vinieron y estuvimos charlando largo rato… aclaramos algunos puntos y acepté volver –de repente enmudeciste– estás… ¿estás enojada, Lali? –pronunció con voz casi inaudible.
-No. ¿Cómo me voy a enojar? Va a ser raro, pero si es lo que querés… ¿estás segura? –es que sencillamente no podías creer aquello que sucedía.
-Sí, La. Yo tengo que vivir con papá y mamá –entonces entendiste que sólo debías abrazarla con fuerza y hacerle saber que tú casa también era de ella, para cuando quisieran volver ella y su valija amarilla.
Eran las cuatro de la tarde de un domingo nublado cuando la despediste en la puerta del edificio. El sol amarillo se había ocultado, porque tú hermana también lo haría. Mantuviste la sonrisa todo el rato y la abrazaste antes de que se subiera al auto familiar de tus viejos. Pero una vez dentro del ascensor no pudiste esconder tus lágrimas: extrañarías a Micaela.
Candela y Camila fueron a socorrerte. La más grande bien sabía que ya no vivir con tu hermana te había generado un vacío enorme. Te conocía de pe a pa, por lo que sabía que debía hacerte compañía largo rato. Y cuando dejaron de hablar de la cantidad de pañales que Camilita consumía o la cantidad de veces que se despertaba por la noche llorando, hablaron de Peter. Él que hacía varios días se mostraba raro. Y aunque Cande te preguntara qué entendías vos por raro, no supiste explicárselo. Ya no te llamaba con la frecuencia de antes y siempre tenía algo que hacer ante tus invitaciones de cenar juntos y mirar una peli. Estás conociéndolo, Lali, y a medida que pasa el tiempo te das cuenta que no todo es color de rosa, te dijo de forma arrolladora y caíste en la realidad. Vos te lamentabas porque creías haberte quedado a mitad de camino: se besaban y se enredaban en las sábanas, pero nada más.
Cuando se fueron y tu autoestima ya estaba adherida al suelo, enganchaste una película por televisión y decretaste no cenar en soledad: ni Micaela ni Peter estaban con vos. Y a medida que la peli transcurría, tu mente se escurría en mil pensamientos: te rebanaste los sesos pensando qué era lo que tenía Peter. Por qué ésa tarde no te había atendido el teléfono. Y entonces claro, como siempre, la realidad superó la ficción que tu cabeza tejía a diario. El timbre sonó y por la pantallita del portero eléctrico lo viste en la puerta del edificio. Lo hiciste subir y te preguntaste por qué en sus manos llevaba algunas flores color amarillas.
-¿Qué hacés acá? –fueron las primeras tres palabras que esbozaste cuando abriste la puerta del departamento.
-Hola –sonrió y dió un paso hacia adelante– saludame, che.
-Hola, lindo –enroscaste tus brazos alrededor de su cuello y en efecto te levantó apenas del suelo y con su pierna cerró la puerta.
-Hola, linda –y una seguidilla de besitos cortitos– ¿cómo estás? –te preguntó cuando te dejó sobre el piso, te entregó las flores (lo que agradeciste con otro beso) y te miró de una forma especial.
-Bien ¿por? –y comenzabas a entenderlo todo– te llamó ¿no?
-Me dijo que se había ido y que te notó bastante triste.
-Y sí… ya me había acostumbrado a vivir con ella. A la tarde vino Cande con Camilita y el tiempo se me pasó un poco más rápido… no sé, la extraño –y un nudo en tu garganta no te dejaba hablar con claridad.
-Bueno… pero acá estoy yo para cebarte unos buenos mates y que sonrías un poquito –y te abrazó por la cintura.
-Sabés que no me gusta el mate.
-Bueno, che… un cafecito para vos y unos mates para mí ¿qué me decís? – ¿y qué ibas a decirle?: Peter lo tenía todo.
-Mmm… te digo que… acepto –y salticaste contenta.
-Metete en la ducha mientras yo preparo todo –te dió un golpecito en la cola y te hizo recordar tanto a Micaela.
El tiempo prácticamente se detuvo durante el rato que él tomó mate y vos café. Ya se había hecho una costumbre entre ustedes fumarse unos pocos puchos y dialogar largas horas. Te fascinaba oírlo hablar: ésa forma tan avasallante de hacerte saber que el mundo estaba loco de remate, pero que aún se lo podía cambiar.
-¿Ya te vas? –preguntaste con voz queda al tiempo que te metías bajo las sábanas.
-Espero a que te duermas, así no te quedás solita.
-Y… ¿y si te quedás a dormir?
-¿Es una invitación? –y lo preguntó de forma elegante.
-Es una súplica –entonces se echó a reír por tus salidas. Se acercó mucho a vos y te besó repetidas veces: en ningún momento dudó respecto de qué hacer y qué no.
-Vení acá –y te rodeó con sus brazos desde atrás.
-¿Me das un beso? –y giraste tu cara.
-Todos los que quieras –pusiste trompita y el resto lo dejaste en sus manos.
El reloj marcaba las cuatro de la madrugada y no podías conciliar el sueño. Sentías un efímero ronquido de parte de tu acompañante, pero no era
aquello lo que no te dejaba dormir: de repente entendiste que la convivencia con tu hermana había marcado una bisagra entre las dos. La extrañabas y querías estar con ella. Girabas para un lado y para el otro. El calor te agobiaba y no encontrabas posición.-Peter… Peter –susurraste– Pitt… despertate, Pitt.
-Mmm –rezongó– ¿qué pasó? –y se despertó de golpe.
-No me puedo dormir, Pitt.
-¿Qué?
-Que no me puedo dormir…
-Bueno, vení –y quiso abrazarte: le era casi imposible mantener los ojos abiertos a aquélla hora– ¿qué pasó, La? –te preguntó cuando notó que no te acercaste a él.
-Cambiame el lado de la cama –le pediste.
-¿Qué?
-Que me cambies el lado de la cama –y no respondió– dale, Pitt –zamarreaste su cuerpo– cambiame, cambiame.
-Está bien, está bien… a ver –entonces se arqueó un poco para que pasaras por debajo de él. Y vos comenzaste a deslizarte.
-¿Qué pasó? –interrogaste divertida– ¿te quedaste a mitad de camino? –y aplacó tu risita divertida con un flor de beso, el que te desnudó por completo.
Adentro tuyo caigo de sol
adentro tuyo es único
cuerpos de luz
corriendo en pleno cielo
cristales de amor amarillo.
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DEGRADÉ
FanfictionDegradé intenta mostrar que no es lo mismo mirar que ver. Que un simple descuido puede hacer historia. Que entre tormentas y brisas se puede encontrar un lugar en el mundo... Y Peter y Lali sí que saben de eso. *Historia adaptada de ficsdeca con arr...