Cuatro Jóvenes y cuatro vidas totalmente diferentes que se unen para salvar sus propias vidas del desastre. Tendrán que afrontar toda clase de peligros, dificultades, persecuciones y tormentas para encontrar el verdadero camino que los guiara al rea...
Todo comenzó con una pequeña niña de cinco años, que estaba siendo dejada por su madre en una especie de convento de monjas donde la criarían y le darían todo el alimento y la educación que ellos no podían ofrecerle, por lo que su forma de pensar era que realmente es más sencillo regalar a sus hijos a quienes pueden darle lo que ellos necesitan, y por tener seis hijos tomaron la decisión de deshacerse de ellos ubicándolos en lugares de acogida para no arrastrarlos en su miseria y desgracias.
En la puerta del convento se podía apreciar a una hermosa niña de tez pálida, con pequeños buclecitos por su largo cabello catire y la impresionante mezcla de sus ojos castaños con un color verdoso bastante resaltante, que ahora se encontraban llenos de lágrimas a causa del miedo y de la incertidumbre por desconocer los motivos por los que su madre la dejó tirada en aquel lugar y lo último qué le dijo fue que esperara hasta que alguna de las señoras la dejaran entrar. Una hora exactamente había transcurrido y realmente comenzaba a tener hambre y frío, no dejaba de tiritar y llorar, hasta que una monja salió para ir a comprar en el mercado, y se detuvo al instante cuando observó a la criatura sentada en las escaleras. Miro a la pequeña con rasgos finos, que poseía un vestidito azul bastante harapiento que hacía relucir su condición de pobreza.
Está se le acercó hasta arrodillarse al nivel de ella para preguntarle su nombre e interrogarle acerca de porqué la encontraba sola en aquel lugar. La niña levantó su rostro con dificultad para apreciar el rostro de aquella mujer que llevaba sus respectivos hábitos religiosos para relatarle que su madre la había dejado ahí hace más de una hora diciéndole que ahí podrían ayudarle. La mujer la miró horrorizada comprendiendo lo que esto significaba e inmediatamente le hizo entrar para resguardarse del frío.
La dejó en la cocina con un abrigo y le sirvió comida; después la dirigió a hablar con la madre superiora para exponer el caso de la pequeña para acogerla de ser posible. En el despacho está le informo todo lo acontecido a la monja directora, una mujer regordeta, con visibles arrugas que indican su avanzada edad y además de su cabello teñido de blanco. Está se quedó meditando unos minutos en silencio y determinó que lamentablemente no podían darse el lujo de alojar a otra niña más ya que los recursos eran limitados y apenas alcanzaba para sobrevivir, sin embargo por las insistentes súplicas de la otra monja para no dejar desamparada a la criatura se le ocurrió contactarse con otro convento en las afueras de Barcelona y trasladarla hasta allá. Era la única opción viable y la última esperanza para Keira, quien se encontraba descansando en una de las camas vacías.
Pasaron unas horas hasta obtener respuesta alguna, la cual fue positiva y deberían de partir por la mañana del siguiente día para realizar el traslado. Cuando los primeros rayos del sol salieron, la niña junto con la madre superiora partieron a aquel pueblo cerca de Barcelona en un carro especial del convento. El viaje duró algunas horas hasta casi al anochecer qué llegaron finalmente a una quinta antigua grande de tres pisos, que en su centro contenía un patio inmenso con una fuente y diversas plantas; todas las paredes eran blancas y puertas hechas de madera oscura y robusta; él pisó en toda la construcción era de piedra grisácea; las habitaciones eran simples, en su mayoría con seis camas con sus respectivas mesas de noche y un armario pequeño para cada persona. Los muebles del lugar tenían un aspecto antiguo, hechos de cuero y madera en su mayoría. Un comedor bastante amplio como para contener a cincuenta personas. Ni una pisca de lujo sobresalía del sitio, todo parecía tener décadas, sin embargo cada cosa estaba en buen estado, bajo un techo de tejas completamente. La casona además contaba con una extensión de terrenos donde cultivan la mayoría de sus alimentos, lo que facilitaba la obtención de recursos para la manutención del establecimiento. En su mayoría la población era de mujeres que oscilaban más de cuarenta y un número pequeño de niñas en condición de abandono que es donde Keira entraría.
La monja guió a la pequeña hasta el despacho de la otra madre superiora a cargo del lugar, a quien le explicó él casó y está aceptó albergarla en su establecimiento. Por lo que inmediatamente la niña comenzó a vivir en su nuevo hogar desde aquella noche. Las monjas la educaron y le inculcaron la doctrina católica para que a medida que creciera sirviera igual que ellas con toda dedicación.
Así fueron pasando los años y ella se convirtió en una hermosa joven de veinte años, manteniendo su cabellera larga y sus brillantes ojos que la caracterizan. Era una monja comprometida y devota que nunca había salido del convento. Siempre se dedicaba a servir a los demás y de ayudar en todos los quehaceres del lugar, incluyendo los cultivos. Trabajaba arduamente desde que se levantaba temprano por la mañana y sin poder quejarse, porqué aunque a ella no le gustara tanto la vida que llevaba, solo se lo aguantaba porque sabía que eso era lo único que tenía en el mundo y debía de conformarse con muchas de las miserias que le tocaba y esperar a que algún día las cosas cambiarán...
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