CAPÍTULO III

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- Por favor sea lo que sea no me haga daño espectro del mal- Grito Keira asustada tratando de ver lo que estaba acechando. Su comentario provocó que él se aproximara más a la celda para que ella viera que era una persona.

-Si te quedas quieta y en silencio no te haré nada- Explicó Syro apuntándole aun con su arma, mientras la miraba con mucha frialdad.

-No me dispares, yo no tengo nada para atacarte estoy sola encerrada en este lugar.- Al oír estas palabras él bajó la pistola porque sabía que ella no sería una amenaza pero sí afectaba su misión. Tenía que encontrar la forma de hacerla callar, sin embargo, ella vio su rostro por lo que tendría que deshacerse de ella en algún momento.

-Escucha la verdad estás siendo una molestia para mí en estos momentos por lo que tengo que ir a hacer mis cosas.-

-Espera, acaso ¿ eres un violador o un asesino?-Preguntó ella acercándose a los barrotes para ver su rostro mejor.

-No tengo porque responderte lo que hago, pero para tu consuelo no tengo fetiches de andar violando a monjas.-Expresó el joven con pesadez para luego darse la media vuelta para retirarse.

-Entonces vienes a robarte el jarrón antiguo-Estas palabras provocaron que Syro regresara sobre sus talones y fijara su mirada en ella.

-¿ Cómo sabes eso?-

-Por la simple razón de que es el único objeto valioso que tiene este convento, he vivido toda mi vida acá y sé perfectamente hasta cómo quitarle la caja de vidrio para extraerlo. Sacame de acá y yo te ayudare.- Dijo Keira, pensando qué está sería su única oportunidad para salir del sitio. No quería robar pero está era una medida desesperada que la llevaría a su salida y a sus sueños.

-No me importa, yo no trabajó con nadie y mucho menos confío en una desconocida.- Comentó dándose la vuelta para largarse.

-Te lo suplico por favor, sácame de aquí. Tengo mucha hambre y no quiero pasar el resto de mi vida acá. Me abandonaron en este lugar desde niña, he pasado una vida miserable y no quiero más seguir así. Estoy dispuesta a hacer lo que sea para que me ayudes. No te delatare, piénsalo estoy encerrada en esta celda y ellas me maltratan ¿por qué estaría del lado de esas monjas que me condenan injustamente?-

Estas palabras calaron en los oídos de Syro, quien tuvo compasión de ella. En realidad era la primera vez que sentía tanta lástima por una persona. La voz de esa chica desconocida le agradaba. Por lo que decidió arriesgarse y sacarla de su prisión. Trataría de fiarse de ella pero no demasiado. Si algo saliera mal estaba dispuesto a matarla sin dudar. Sacó una de sus herramientas y cortó el candado para abrir la reja que la retenía. Finalmente se abrió y ella salió libre. Le agradeció al joven quien sin responder comenzó a caminar para subir las escaleras que llevaban al patio del convento. Ella le siguió y con mucho sigilo le enseñó el camino hacia el despacho de la madre superiora. Estaban a unas pocas puertas de alcanzarlo hasta que un ruido los detuvo en seco. Syro reaccionó rápidamente y tomándola de la mano se escondieron detrás de una pared de la habitación que era una sala de oración qué estaba vacía. Él le tapó la boca con su mano para que ella no se le ocurriera gritar. Se quedaron quietos por unos minutos, muy quietos y mirándose fijamente. Para Keira era la primera vez que tenía una especie de cercanía y de conversa con un hombre de su edad. Se quedó hipnotizada apreciando esos ojos grises ocultos en la oscuridad. Él vio por primera vez que la chica en realidad tenía un rostro bonito y que el miedo en sus ojos era muy visible. Se separó de ella al ver que la monja que se había levantado para ir al baño ya había regresado a su dormitorio.

"La vida honrada lleva a la vida, el que eligió el mal camina a la muerte." (Pro11:19)

Había llegado la hora de actuar. Con mucha precaución llegaron al lugar. La puerta estaba cerrada con llave, por lo que el joven ladrón extrajo un dispositivo que le permite abrir casi todas las cerraduras. Demoró unos cuantos segundos hasta que finalmente logró abrirla. Una vez adentro, con la linterna alumbraron la habitación para localizar el jarrón, que estaba al fondo de la esquina derecha. Lo cubría una caja de cristal protegida con una cerradura especial que se abría con la marcación de unos dígitos. Él se quedó observando un rato para saber si podía volar el sistema de alguna forma, y luego decidió que lo desarmaría para desconectar la alarma. Cuando estaba a punto de empezar su trabajo, Keira lo retuvo sosteniendo su mano.

-No hace falta, hace unos meses tuve que limpiar el cristal por dentro y la directora me dictó la clave y desde ese entonces la he retenido en mí memoria.- Comentó ella mirándolo fijamente, por lo qué él dejó que ella se encargará de ingresar los cinco dígitos para que la caja se abriera con gran facilidad.

-Por primera vez alguien me es de utilidad en una misión y me pone el trabajo más fácil.-Respondió él en forma de broma.

Propósitos  -(En Creación)-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora