CAPÍTULO XIX

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            Ambos estaban felices y emocionados por el viaje que se aproximaba. No dejaban de hablar y prepararse para ayudar a todos los que pudieran en esos pueblos. Para ninguno de los dos era problema alejarse de la tecnología y comodidades, preferían desligarse y conectarse con la naturaleza. No sabían exactamente cuántos días estarían fuera de la ciudad, pero se habían encargado de dejar el café en orden a manos del tío de Elysha, quién no se rehusó de la idea, pues sabía que esto hacía feliz a su sobrina y hace mucho tiempo que no la había visto así de animada desde que había partido de Arabia.


Tardaron unos días para recolectar lo que utilizarían para el viaje, así cómo los insumos necesarios para colaborar y ayudar a las personas carentes en aquellos pueblos a los que visitarían. Un viernes por la mañana temprano tomaron el autobús junto al grupo de veinticinco voluntarios. De camino iban cantando algunas canciones de la iglesia para animar el trayecto. Fue un largo recorrido de siete horas que dejó agotados a todos. Para cuándo llegaron al destino final eran las cuatro de la tarde. Bajaron todas las cosas del autobús y comenzaron a montar el campamento en un terreno que un señor generosamente les prestó.

Elisa al salir del autobús, lo primero que visualizo fue el lugar dónde estaban. Un pequeño pueblo que parecía estar en el medio de la nada, rodeado de montañas y bosques. Unas diez pequeñas casas humildes, una bodega y un viejo ambulatorio conformaban el sitio. Las familias que ahí vivían mayormente eran agricultores de bajos recursos. Sé podía apreciar a niños correteando descalzos por los caminos de tierra y a los hombres labrando en los campos. Está era la primera vez que recibían una visita de la ciudad para ayudarlos. Unas mujeres se acercaron para agradecerles y ofrecerles parte de sus hortalizas y frutas para la comida.

Después de armar las carpas, Calixto y Elysha decidieron recorrer el pueblo para conocerlo un poco más así como a las personas. Los niños se acercaban a ellos, y estos les regalaban chocolates, diciéndoles que Jesús los ama, y todos lo aceptaban sonriendoles. Adoraban hacer felices a esos pequeños. Cuándo pasaron cerca del ambulatorio, una señora anciana los llamó a los dos pidiéndoles ayuda. Estos acudieron a su encuentro dentro de lo que parecía ser el área de atención médica.

-Ayer por la tarde mi hijo mayor fue a la cascada cercana para recoger agua y encontró a estos dos jóvenes en la orilla. Ambos están inconscientes, he hecho todo lo que conozco médicamente. Les pido que si entre ustedes ahí algún doctor sería bueno que los atienda, no sabemos quienes son o qué les pasó.-Explicó la mujer que al parecer era la enfermera local.

-No sé preocupe, entre los voluntarios hay un médico que se encargará de atenderlos. Todo va a estar bien, que estén vivos ya es un milagro.-Dijo Elysha mirando a la señora con dulzura.

-Yo iré a buscar al doctor ahora mismo-Afirmó calixto antes de retirarse del lugar.

Elysha sé acercó a las dos camas y observó a los heridos. Sé trataba de un chico alto, de cabello castaño y piel pálida. Esté tenía varios cortes y golpes en los brazos. La otra era una chica, cuyo rostro se le hacía familiar, pero no recordaba dónde la había conocido. Ella al parecer no tenía heridas visibles. Para cuándo terminó de observarlos, su amigo llegó con el médico y su equipo de asistencia, el cual se dedicó a examinarlos. Ordenaron colocarles mantas y abrigo para subirles la temperatura y además les aplicaron tratamiento para hidratarlos junto con otros medicamentos. Los vigilarían toda la noche esperando su pronta recuperación. Oraron todos juntos clamando por la sanidad completa de los dos jóvenes desconocidos.

A la mañana siguiente, se levantaron temprano para realizar y colaborar a servir platos de comida a la comunidad. Calixto sé veía feliz sirviendo la comida y no dejaba de hablar con las personas amablemente. La experiencia qué había pasado le hizo cambiar radicalmente su comportamiento. Había aprendido a ser humilde con el paso del tiempo. A veces tenía sus ataques de ansiedad y fallas, sin embargo, se mantenía estable. Cómo siempre llevó una vida de lujos, no estaba acostumbrado a no tener dinero o a hacer las cosas por sí mismo, su gran amiga le había enseñado muchas cosas qué él no sabía, cómo cocinar y limpiar. Su madre nunca se había dedicado a instruirlo o educarlo, el trabajo siempre estaba de primer lugar. Trataba de no guardarle ningún rencor, pero en su corazón se estaba alojando un sentimiento de ira en contra de ella por todos los años de abandono.

"No permitan que la ira los haga cometer pecados; que la noche no los sorprenda enojados. No le den ninguna oportunidad al diablo para que los derrote." (Ef 4:26)

Sus labores fueron interrumpidas, cuando una joven parte de los voluntarios, que estaba ayudando al doctor, vino corriendo para anunciar la noticia que uno de los jóvenes había despertado. Le dieron gracias a Dios en ese momento por su gran milagro. Al terminar de comer, ambos amigos se dirigieron al pequeño ambulatorio para saber en qué podrían servir. Vieron al entrar a la habitación, que la joven se encontraba de rodillas junto a la cama dónde estaba el chico inconsciente. Estaba lloraba mientras le sujetaba la mano fuertemente. El doctor les comentó que al parecer apenas cuándo despertó, estaba bastante aturdida y no recordaba nada de lo que sucedió, tampoco aclaró sobre el incidente que les sucedió a ambos para terminar en el río. Recomendó que se la llevarán a descansar a otro lugar para que pudiera calmarse.

Propósitos  -(En Creación)-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora