CAPÍTULO IV

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"Sigan el camino que el Señor su Dios les ha señalado, para que les vaya bien y vivan muchos años en la tierra que él les va a dar en propiedad." (Dt 5:33)

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         En un conocido café de las calles de Madrid se encontraba Elysha trabajando con mucha pasión desde su escape de Arabia hace algún tiempo. El local le pertenece a su tío y la acogió como si fuera su propia hija. Ella se encargaba de atender, servir algunas veces las mesas y hacerse cargo del comercio cuando su tío debía de salir a verificar sus otros negocios. Hace un año vivía con su tío, luego de reunir el suficiente dinero decidió mudarse a un apartamento más pequeño pero ideal para ella. Estaba viviendo su propio sueño de independizarse. A veces extrañaba a su familia y le agradeció eternamente a su mamá por haberse sacrificado para darle esta oportunidad al huir de ese lugar dónde su destino sería una condenación de muerte.

Elysha poco a poco se había adaptado a su nueva vida, seguía usando su hiyab por respeto a su cultura, sin embargo, solía usar ropa bastante a la moda. Siempre era una joven tranquila, de pocos amigos pero con grandes aspiraciones. En sus tiempos libres se dedicaba a estudiar música en la academia de las artes. Había descubierto su talento de tocar la guitarra y poco tiempo después su profesor de música le ayudó a relucir su voz para el canto. Su vida parecía progresar bastante bien, pero el sentimiento de vacío no dejaba de experimentarlo. Había intentado seguir con el Corán, aunque despues de un tiempo, ya que eso le hacía recordar el asesinato de su madre y lo qué le pasó, prefirió dejar a un lado esa creencia. Emprendió una vida liberal sin aferrarse a nada.

Una tarde ella se encontraba atendiendo a los clientes del café en sus respectivas mesas. Se esforzaba bastante para que todo saliera bien. Raramente cometía errores en sus labores, pero ese día se retrasó con el pedido de una mesa por una encomienda especial de dulces; cuando se dirigió a atender, un hombre se levantó muy enfadado y molesto, comenzó a gritarle diciéndole que era una buena para nada, qué era una completa terrorista y que deberían de matarla por venir del estado islámico. Ella quedó muy indignada y humillada por el hecho. Solo pudo bajar su cabeza y salir de ahí mientras escuchaba cómo su tío y otros hombres sacaban al sujeto del lugar. Corrió hasta un parque dónde pudo sentarse en una banca a solas para llorar por un rato. Esas palabras le habían afectado, sabía que el racismo existe más nunca le había tocado de esta forma. No entendía el sentido de esas acusaciones, ella trataba de trabajar y servir de la mejor forma, jamás había insultado a alguien. Entonces pensó que era culpa del hiyab que usaba que le hacía ver cómo una musulmana más, por lo que inmediatamente se lo arrancó y lo arrojó al suelo a un lado de la banca. Lloro amargamente hasta que noto que un señor de avanzada edad se sentó a su lado y la miró con ternura.

-Una flor del jardín de Dios jamás debe llorar. Este anciano ha vivido mucho como para decirte que nunca encontrarás descanso sí te dejes llevar por lo que las demás personas maliciosas te digan. Aunque te digan esas cosas tú sabes lo que vales.-Dijo el hombre con canas en todo su cabello, con arrugas en su piel y lentes grandes cuadrados.

-Gracias por sus palabras, nadie se había tomado la molestia de decírmelo. Es que realmente no comprendo sí intentó hacer todo bien, ¿por qué me señalan como una terrorista?, sí nunca le he hecho algún mal a nadie.-

-Escucha la maldad existe en este mundo. Tienes que aprender a distinguir que esas personas están siendo usadas por el enemigo para verte caer. No culpes a ese hiyab porque eso es lo que te hace diferente, tú lo usas por ser de tu cultura. Y únicamente tú puedes decidir si quieres usarlo y lo que quieras ser. Puedes ser una diferencia entre tanta oscuridad.-

- Es realmente usted muy sabio. Gracias por hablar conmigo para hacerme sentir mejor. Le invitó un café cuando quiera pasar por el café de la esquina, me llamo Elysha.-Expresó ella terminando de limpiarse las lágrimas y sonriéndole al señor.

-No me lo agradezcas, me encuentro siguiendo el mandamiento que Jesús nos dejó de amar al prójimo como a ti mismo. Hacer el bien en cada oportunidad que se tenga. Vi a una jovencita muy triste y pensé que necesitaría palabras de aliento. Soy el señor Bernardo... Una última cosa por si quieres obtener la misma sabiduría asiste a una reunión este sábado en la plaza que queda a unas cuadras de acá.-Comentó antes de marcharse por su camino.

Elysha se quedó pensando en las palabras de aquel amable anciano y considero asistir al evento que él le indico. Se tranquilizo respirando y alzó sus ojos al cielo y se quedó apreciando la hermosura del paisaje. Al rato decidió regresar al trabajo para dar lo mejor de ella. Levantó la tela azul con la que se cubría su cabello y decidió no usarla por el resto del día pues quería experimentar qué se sentía estar sin él.

Pasaron dos días y todo parecía estar en calma. Por la mañana ella asistió a sus clases de música y por la tarde cumplía su turno en el trabajo. Hoy estaba de encargada del negocio porque su tío había tenido que viajar por unos días. Estaba realmente atareada con todo lo que había que hacer hasta que el local cerrará a las nueve de la noche. Normalmente nunca tenía miedo de quedarse hasta tan tarde por aquel lugar, además su casa solo quedaba a unos cuadras de camino. Ya había anochecido, estaba terminando de limpiar las mesas y le faltaba botar la basura en el callejón de atrás dónde estaba el basurero. Sé encontraba absolutamente sola pues los otros empleados ya se habían retirado a sus hogares. Tomó la bolsa de basura y se dirigió al callejón. Todo estaba en tinieblas y en mucho silencio. Arrojó los desechos en el contenedor de basura. Luego sintió una presencia cerca de ella, una respiración en su espalda que le erizó todos los vellos de su cuerpo. No tuvo tiempo de reaccionar, cuando una mano fuerte la sujetó por la cintura y otra mano empuñaba un cuchillo que presionaba su cuello. Ella comenzó a sentir mucho miedo y sollozaba de desesperación, intentaba zafarse del agarre de su agresor pero no contaba con la fuerza suficiente.

-¿Crees que por quitarte el velo de tu rostro dejas de ser una "Terrorista"?- Preguntó su atacante. Elysha asustada escucho su voz gruesa detrás de su oído, recordando aquel hombre que se había atrevido a llamarla de esa forma tan particular hace unos días.

-No soy una terrorista, ¡por favor no me haga daño!-Suplicó ella con mucho terror en su voz.

-Las escorias como tu deben dejar de existir para limpiar a la humanidad. No sufrirás mucho, solo jugaré contigo un rato y después morirás rápidamente.-Dijo el hombre apegando más el cuchillo al cuello de ella haciéndole un pequeño corte.- Así como los tuyos tampoco tuvieron compasión cuando mataron a mi hijo en Arabia, yo tampoco tendré piedad con una de su especie.-

Inmediatamente empujó a la joven hasta derribarla en el suelo y colocarse sobre ella sujetándole las manos. Debido a que intentaba zafarse del agarre del sujeto, esté le propició varios golpes en su rostro que la dejaron casi inconsciente. Sintió cómo él comenzó a rasgarle la blusa salvajemente y fue cuando ella con un último esfuerzo comenzó a gritar con todas sus fuerzas pidiendo ayuda. Clamó en su interior para que alguien la salvara de aquella desgarradora escena. El hombre para hacerla callar le hizo un corte en su brazo derecho del cual comenzó a brotar mucha sangre. Después de eso empezó a quedar tan débil, daba todo por perdido. No quería seguir viviendo ni quería experimentar una violación. Sé había mantenido pura e íntegra para aquel que se convirtiera en su esposo algún día y ahora sabía que perdería toda su dignidad. Sentía mucho miedo y ganas de morirse. Su vista comenzó a nublarse y para cuando escuchó la voz de otra persona que se acercaba al lugar, todo se quedó negro para ella, como si apagaran la luz completamente. Quedó tendida en el pavimento.

 Quedó tendida en el pavimento

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