CAPÍTULO XXV

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          Las horas transcurrieron, lo suficiente como para visualizar el sol saliendo por el Este, anunciando claramente el amanecer y con ello un nuevo día de oportunidades para poder rescatar a Elysha. Sin demora alguna, subieron al barco de Jack, qué era lo suficientemente espacioso como para albergar a veinte personas sin problema alguno. Aparte de los tres jóvenes, también se encontraba el capitán y sus cinco ayudantes. Juntos trazaron una ruta tratando de seguir el trayecto recorrido por el barco de carga y luego zarparon sin más demoras. Se adentraron al mar Mediterráneo con la esperanza de que todo saliera de la mejor forma posible.


Les asignaron los camarotes a cada uno por separado. Cada recámara contaba con una cama cómoda amplia, algunos muebles y un baño privado muy pequeño a causa de los reducidos espacios. Una pequeña ventana circular daba una vista particular al mar, donde se contemplaba cómo las olas chocaban contra el navío. El viento soplaba sobre sus rostros en la proa mientras estaban sentados comiendo un rico desayuno. Hablaban animadamente para distraer sus pensamientos de la preocupación. Sabían qué no podían fallar, más no conocían la forma en que lograrían hacer un buen plan para rescatar a su amiga. Calixto de rato a rato se cuestionaba si realmente ella aún estaba viva, tenía muchísimo miedo de perderla, ya qué se había convertido en alguien muy importante para su vida.

Al caer el anochecer, Jack y sus ayudantes decidieron hacer una especie de fiesta en la cubierta, donde se dispusieron a celebrar dentro del jacuzzi el cumpleaños de uno de sus hombres. Keira no sé sentía muy a gustó con esta situación por lo que sé retiró temprano a su recámara, ya qué rechazaba totalmente estar en una incómoda escena rodeada de hombres. Calixto y Syro se quedaron un rato en la cubierta un tanto alejados de la celebración con la que tampoco sé sentían cómodos. Estaban conversando mientras observaban el firmamento. El capitán pasó a su lado con unas botellas de cerveza y les entregó una a cada uno para luego retirarse. Syro observó con desprecio ese acto e inmediatamente arrojó el líquido por completo al mar, colocando la botella en una mesa cercana, ya que él no era apegado a la bebida, inclusive la detestaba por lo de que su padre cometió bajo efectos del alcohol, por lo que desde aquel entonces nunca más probó una gota de eso.

Calixto por su lado se encontraba en un momento de difícil tentación, tenía muchas semanas sobrio, sin tomar ningún tipo de bebida. No dejaba de ver la botella cuestionando si realmente debía de probar un poco. Sentía una lucha en su cabeza, y unas voces que le atormentaban diciéndole que lo hiciera qué nada malo le pasaría por tomar una sola cerveza. Hasta qué dejó que la carne lo dominara y le dio un buen sorbo al trago. Cuándo hizo esto, reaccionó sintiendo su alma muy entristecida. Realmente comenzó a sentir un asco profundo que le producía náuseas. Entonces de repente vino a su memoria el recuerdo de aquel día fatídico dónde casi se quita la vida y donde Dios había hablado con él. Esto le abrió los ojos y sé detuvo de inmediatamente. Cuándo observó qué sé encontraba solo en aquel lugar, arrojó con todas sus fuerzas la botella para que estallara contra el piso del barco. Lo hizo de tal forma que se sintió liberado, arrodillándose ahí mismo, llorando de arrepentimiento y pidiendo perdón por haber cedido en la tentación.

" Así que, entréguense a Dios, resistan al diablo y el diablo huirá de ustedes."(Stgo 4:7)

Syro sé había encaminado hacía las recamaras cuándo visualizo a un hombre en estado de ebriedad que se había adentrado en la zona de los cuartos. Esto despertó una alarma instintiva de qué debía de asegurarse de que ese sujeto no fuera a la habitación de Keira. Su lado protector sé disparo, por lo que rápidamente visualizo la puerta del camarote de ella y vio que estaba entreabierta, por lo que apresuró el paso y entró sin dudar. Al hacer esto visualizo a aquel tipo que intentaba sigilosamente acercarse a la joven tendida durmiendo inocentemente en la cama. Él no lo pensó dos veces y agarró al hombre por el cuello y lo arrastró como pudo fuera del cuarto, tirándolo en el suelo del pasillo y clavándole una patada en su barriga. Le amenazó que si lo descubría de nuevo merodeando cerca de esa recámara le dispararía sin pensarlo, ocasionando que el sujeto se asustara y se quejara de dolor retirándose de ahí. Cuándo este se marchó, el joven de ojos grises sé adentro de nuevo a la habitación, cerrando la puerta tras de sí, visualizando cómo ella dormía plácidamente. La observó por un rato, deleitándose en la belleza de su inocencia. Sabía que ella era especial, pero en su lucha interior no podía permitirse amarla porque estaba seguro qué su vida terminaría en una cárcel y él no podría darle la vida buena que ella se merecía. No podía visualizarse simplemente como el hombre adecuado, y mucho menos tenía tiempo para permitirse sentir, pero de lo que sí estaba seguro era de qué no iba a permitir que nada malo le sucediera. Aunque no sé lo dijera, en verdad en el fondo se sentía tranquilo de que a ella no la habían secuestrado. Pasó por muchas horas de preocupación hasta que vio esos hermosos ojos verdes qué le iluminaban el día y todo en él se relajó. Quizás nunca le confesaría nada de lo que sentía y de cuanto se lamentaba de las malas palabras qué le había dicho. Prefería conservar su imagen fría y de dureza para evitar la debilidad. Poco a poco sé dejó recaer sobre el otro lado de la cama, ya que había decidido que la cuidaría por sí el hombre regresaba a hacerle algo. Trató de ser muy sigiloso, sé deleito con el sonido de su respiración. Sin pensarlo sé encontró dejando un casto beso en la frente de ella con mucha dulzura, acción qué lo dejó pasmado porqué no entendía porqué estaba haciendo tal locura. Sé retracto en su momento, pero en su corazón sabía qué había amado sentir la suavidad de su piel, así como sus dulces labios qué había probado en aquel beso del bosque. Eran sus secretos y no estaba dispuesto a contárselos a nadie, prefería dejarla ir. Con ese pensamiento en mente sé quedó rendido al cabo de unos instantes, para sumergirse en un profundo sueño que lo noqueo hasta la mañana siguiente.


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