CAPÍTULO XXVII

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"No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa." (Is 41:10)


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                Elysha se despertó con un fuerte dolor de cabeza. No recordaba con claridad lo que había sucedido. Sé sentía perdida y aturdida. Escuchó unos gemidos de dolor cerca qué la hicieron reaccionar. Abrió sus ojos para observar su alrededor. No tenía la certeza de que lugar era ese, estaba muy oscuro para visualizar los detalles. Solamente una pequeña ventana redonda permitía el pasó de un haz de luz para hacerle ver que junto a ella se encontraban otras jóvenes maniatadas. Ella sintió una presión que le impedía movilizarse cómodamente. Unas cuerdas le sujetaban las manos y los pies con firmeza. Quiso gritar cuándo entendió su situación, pero una mordaza en su boca le impedía emitir cualquier sonido. Entendió que las otras jóvenes estaban en la misma condición, por eso emitían gemidos de dolor y algunas lloraban amargamente.


Por el movimiento constante del cuarto donde estaban, supuso que se encontraban dentro de un navío. A su lado pudo apreciar que se encontraba una pequeña niña de unos diez años aproximadamente que estaba atada de pies y manos en una posición encorvada. Por la oscuridad no sé podía apreciar rasgos específicos pero sí pudo identificar qué ella tenía el cabello largo rubio alisado y qué no dejaba de temblar por el miedo de estar ahí encerrada. Ella decidió comenzar a hablarle para entender cómo habían terminado en un barco.

-Hola pequeña, ¿sabes lo que ha pasado?-

-No lo sé, yo sólo estaba jugando en el parque por un momento, mi madre y hermano sé voltearon un segundo a buscar un helado y yo me dirigía a los columpios cuando unos hombres vestidos de negro me atraparon, luego de eso no recuerdo mucho. Tengo mucho miedo quiero ir a mi casa.-Explicó la niña mientras unas lágrimas escapaban de sus ojos.

-Tranquila, a mí me sucedió lo mismo. No permitiré que nada malo te suceda, te voy a proteger como si fueras mi hermana. Sea como sea prometo hacer que regreses a casa con tu familia.-Dijo ella al sentirse conmovida por la situación de la pequeña.

Elysha logró que la niña recostara su cabeza en sus piernas para que así pudiese estar más cómoda y no sentirse tan sola. La oscuridad no dejaba apreciar el rostro del resto de las mujeres y niños que allí se encontraban, pero podía escuchar algunas voces cerca. El temor se apoderó de ella por completo, en su cabeza no dejaba de pensar en escenas terribles de cómo podría salir de ahí. Cerró sus ojos y se concentró para poder orar, mientras lo hacía sintió cómo una voz potente le susurro en su oído la frase "todo va a estar bien". Esto la paralizó al instante, no sé lo esperaba para nada. Medito sobre esa voz, pero nada le parecía tener sentido, no comprendía cómo podría estar bien sí sé encontraba secuestrada en un navío desconocido. Su situación cada vez era más desesperante y la agonía le invadía.

Un ruido proveniente en uno de los laterales del salón causó que todas las mujeres se despertaran en señal de alerta. Un golpe seco, una cerradura abierta y un haz de luz ingresando al lugar les hizo saber que alguien había ingresado. Dos siluetas empezaron a caminar en dirección al centro de la habitación, sus rostros estaban cubiertos por pasamontañas oscuros. Algunas mujeres comenzaron a emitir sonidos de desespero y de terror. El ambiente estaba cargado de tensión hasta que uno de ellos habló en un tono elevado para que todas pudieran escucharlo.

-Oigan bien lo que les voy a decir...a partir de ahora todas son esclavas, serán vendidas pronto y servirán a sus nuevos amos, o en su defecto terminaran trabajando en un prostíbulo. Sí alguna intenta escapar no pensaremos dos veces en matarla. Hagan silencio y pórtense bien para que no tengamos que castigarles. Dentro de unas cuantas horas llegaremos al puerto de Arabia donde se les dará comida y agua.-Dijo el sujeto en tono de amenaza mientras con la mirada inspeccionaba a todas las rehenes. Después procedió a marcharse con él otro hombre y no aparecieron más.

Esas palabras fulminaron en los pensamientos de todas las mujeres en ese lugar, estaban perturbadas y comenzaron algunas a llorar por se desesperación. Elysha se encontraba temblando del temor pues no quería ser esclava y nunca sé esperó regresar a su tierra después de todo lo que tuvo que pasar para poder ser libre. La preocupación la estaba acechando y no podía parar de pensar en las peores posibilidades de lo que pudiera acontecer con su vida en las próximas horas.

Estaba realmente mal, hasta que en su memoria vino un versículo que le infundió esperanzas. Esté dice "Dios es nuestro refugio y fortaleza. Él siempre está dispuesto a ayudarnos en los momentos difíciles." (Sal 46:1). Está palabra le trajo calma y confianza de que su Señor de alguna forma la libraría de este gran problema en el que se encontraba y qué no permitiría que ningún mal le pasará. Sé sentía protegida a pesar de la situación. Comprendió que esto era una prueba de su fe y qué debía de tener la máxima confianza de que Dios la libraría. 

Tan solo habían transcurrido unas tres horas eternas en aquel navío, el cual se estremecía sin cesar por la tormenta que azotaba el mar. La mayoría de las mujeres estaban desesperadas y cansadas de intentar liberarse de las ataduras; las niñas lloraban constantemente y pedían comida. Elysha intentaba calmar a la pequeña niña que estaba a su lado, pero la realidad era que esto era un trato inhumano y una gran violación de los derechos humanos, por lo que era difícil tranquilizarse en medio de todo el caos.


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