II.

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Eiji abre los ojos de golpe con el corazón latiendo a toda velocidad. De fondo, su móvil resonando por toda la habitación. Se siente inquieto y perturbado, pero no por haber sido despertado repentinamente, sino por el sueño que tuvo y que aún se reproduce en su cabeza como una película. Un sueño recurrente que creyó olvidado después de un año de no tenerlo y que ahora vuelve por la simple interacción con un alfa del que no recuerda su rostro y con el que no volverá a encontrarse en su vida.

Patético.

El japonés toma un poco de aire e intenta calmarse antes de tomar su móvil, recordándose que sólo ha sido un sueño y que los sueños no pueden dañarlo, pero es inútil, siente un agujero donde debería estar su corazón y los ojos le pican un poco. Es la segunda vez en esa semana y comienza a ser incómodo. Él realmente lo había creído en el olvido.

El teléfono deja de sonar por un par de segundos antes de volver a la carga, encendiendo la pantalla y vibrando sobre el mueble de madera a su lado. El pelinegro lo mira con ojos cansados y finalmente lo sujeta para tomar la llamada, esperando que su voz no sea demasiado obvia. Está muy lejos de Japón como para dejarse amedrentar por algo que claramente no tiene solución.

—¿Sí? —responde y todo lo que puede escucharse en su voz es cansancio.

—Eiji, buenos días. ¿Has dormido bien? ¿Cómo te tratan en el hotel? —pregunta la voz de Max al otro lado del teléfono y como siempre, parece demasiado entusiasmado.

—Buenos días —le responde sintiéndose un poco más tranquilo—. El lugar es muy agradable pero aún no puedo acostumbrarme a la diferencia horaria. Paso demasiado tiempo despierto en la noche —dice mirando su reflejo en la pantalla de la portátil sobre la que se ha quedado dormido. Tiene las teclas marcadas en la mejilla—. He terminado de editar las fotografías del salón de eventos.

—Me alegra escuchar eso. ¿Puedes enviárselas a Carol para que comience a armar el artículo?

—Claro, sólo dame un momento —dice frotando su mejilla, pero la letra «A» y la «J» no parecen querer desaparecer—. Me he quedado dormido literalmente sobre la computadora.

Max suelta una carcajada.

—Me gusta tu dedicación, se refleja bastante en tus fotografías.

Eiji se sonroja y se pone de pie dispuesto a abrir la llave de la ducha y dejar que el agua se caliente. El cuarto de habitación es como un pequeño apartamento demasiado lujoso para él, pero no le ha quedado de otra más que aceptarlo cuando Max le dio la llave electrónica y le dijo que quedaba a sólo seis cuadras de la editorial.

—Lo haces sonar como si fueran buenas.

—Son más que buenas. Todas las fotografías son fabulosas, incluso nuestra diseñadora está teniendo problemas para elegir alguna. Realmente no me equivoqué cuando te ofrecí el puesto.

—El cual no he aceptado.

—Y yo sigo sin entender porqué.

—Porque no estoy capacitado para él, ya te lo he dicho. Sólo acepté ayudarte con esto porque eres mi amigo, pero sigo creyendo que sería mejor idea contratar a alguien con más experiencia.

—Creo que te subestimas demasiado.

—Sólo estoy siendo realista.

—¿Esto tiene que ver con el hecho de que eres beta?

Eiji guarda silencio con la mano en la perilla del agua caliente y con una sensación agria en la boca del estómago. Su segundo género no tiene nada que ver con su decisión. O al menos no del todo.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora