XVIII

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El paisaje urbano se pinta a través de la ventanilla del auto. Ash lo observa sin mucho detenimiento, simplemente posando sus ojos en las cosas que le llaman la atención repentinamente, como el bebé que llora en el asiento trasero del coche que se ha detenido junto a ellos en el semáforo. La madre va al volante con semblante cansado y parece muy dispuesta a ignorar a su hijo el mayor tiempo posible, haciendo que Aslan, con mucho desagrado, se pregunte cómo es que una madre puede ser capaz de ignorar el llanto de su propio hijo de esa forma. Él jamás dejaría que alguno de sus cachorros sufriera de esa manera. Él jamás les abandonaría, bajo ninguna circunstancia.

El semáforo se pone en verde una vez más y Shorter arranca el automóvil. No ha dicho ni una palabra desde que ambos abordaron el vehículo, pero Aslan sabe, por la expresión que está haciendo, que no está muy contento. Han pasado más de tres meses desde que ha decidido seguir con el plan de desposar a Yut para obtener todas las propiedades de su padre, y su amigo parece no haberlo superado, aún cuando fue él el que insistió en que debía pensar en todo el esfuerzo que había invertido hasta el momento para desenmascarar a Golzine ante la justicia. Esfuerzo que estuvo a punto de echar a la basura por Eiji Okumura, su amigo beta del que se enamoró sin darse cuenta y con el que no ha intercambiado ni una palabra en semanas.

Eiji ha estado evitándolo y está siendo tan dolorosamente obvio que apenas ha juntado el valor para llamarle al móvil, sin recibir una respuesta. Tampoco es que pueda culparlo, su último encuentro en Luna Park fue, sinceramente, desagradable. El final al menos. Él dijo cosas horribles e hirientes que el beta malinterpretó sin que él tuviera la oportunidad de aclararlas. Por supuesto que el fotógrafo lo está evitando, él también se sentiría herido si hubiera estado en su lugar y le hubiera dado a entender que no podían seguir siendo amigos porque su prometida no se lo permitía. De hecho, Ash hubiera estado más que herido, probablemente hubiera causado toda una tormenta de ello, pero como Eiji es Eiji, todo lo que hizo fue alejarse.

Ahora, lo muy poco que sabe de él es porque Sing, quien aparentemente ahora es su nuevo mejor amigo, se lo dice. Aunque tampoco es que esa información le dé una pista sobre la situación. El menor insiste en que deben hablar y poco más. Es como si el chico se estuviera guardado a propósito algo importante y no tiene caso mentir, se siente celoso por ello. Él solía ser el único alfa en quien Eiji confiaba, él único con el que soportaba salir si quiera y aunque sabe que no tiene el derecho de sentirse indignado, su vena alfa posesiva no quiere compartir al japonés con nadie. Ni si quiera uno de sus amigos.

Jamás creyó que podría comportarse así por un beta.

Aunque en realidad, no es cualquier beta. Eiji es todo lo que Ash ha buscado en un amigo, pero también en una pareja romántica. Es amable, comprensivo, cariñoso, considerado, divertido, sincero, justo y valiente. Se preocupa por él honestamente y considera todos sus sentimientos. Nunca agachó la cabeza frente a él por ser un alfa y siempre encaró a los idiotas como Yut con una sonrisa sarcástica, como una especie de conejo salvaje; lindo, pero implacable.

Eiji, con los ojos de océano al anochecer que le desnudaban hasta el alma, con la sonrisa de perlas que le desarmaba por completo. El chico del que se enamoró pura y sinceramente por primera vez en su vida y con el que no podrá estar hasta que haya arreglado toda la mierda que él mismo causó.

El auto se detiene de repente y Aslan parpadea confundido. Ha estado perdido tanto tiempo en sus pensamientos sobre el nipón que han llegado a su destino sin que él se diera cuenta, causando que la nostalgia sea reemplazada por el mal humor una vez más, mientras distingue la silueta de Yue vistiendo tan extravagantemente como siempre, a los pies de la escalinata que da a la entrada principal de la lujosa mansión de su familia.

De sólo saber que está cerca de él le dan nauseas.

Un hombre enfundado en un traje negro y lentes oscuros abre la puerta trasera y Lee sube al auto con ese aire refinado que siempre está rodeándolo. No dice nada, simplemente se acomoda en el asiento trasero junto al alfa y aguarda a que su chico de seguridad cierre la puerta nuevamente. Cuando lo hace, se pega al rubio con claras intenciones de hostigarlo y con una sonrisa más bien fingida se recarga en su pecho como si fuera así de natural para ellos estar tan cerca. Lo que por supuesto no es así.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora