Las luces del estudio se apagan y Eiji sale por la puerta principal acompañado de sus asistentes. Todos se sienten exhaustos y un poco estresados, pero después de casi tres semanas de arduo trabajo, por fin han podido completar la sesión fotográfica con el muy insoportable Yut-Lung Lee. Ninguno tiene idea de cómo lo han logrado, el pequeño imbécil no parecía tener intenciones de aprobar ninguna de las fotografías, pero ahora que se han librado de él y que tienen el resto del día libre, el mundo luce mucho más hermoso y pacífico que un par de horas atrás.
—Creo que odio a los omegas —confiesa una de sus asistentes con voz cansada, pero aliviada.
Todos los presenten ríen con fatiga.
—Oh, vamos. No podemos generalizar y decir que todos son iguales —interviene otro de los chicos—. ¿Verdad? —agrega preocupado cuando se da cuenta de que nadie le da la razón.
El grupo se detiene frente al ascensor y espera a que haga parada en su piso. Cuando lo hace, las puertas metálicas se abren de par en par y uno a uno, los miembros del grupo de fotografía, lo abordan.
—Es la primera vez que trato con un omega —confiesa Eiji.
—Como sea —dice el técnico—. Deberíamos ir a celebrar que por fin hemos terminado. ¿Qué tal si vamos a almorzar?
—Tendré que pasar esta vez —responde el japonés con un bostezo—. Ya he quedado con alguien.
—Una cita, ¿eh? —dice otra de las chicas con mirada pícara. Eiji sonríe nervioso y niega.
—Sólo voy a reunirme con un... con alguien. Me va a ayudar a amueblar mi departamento. Hemos retrasando la reunión un par de semanas por el trabajo y mi espalda ya no soporta la falta de cama. No sería tan malo si pudiera conseguir un futón.
—¿Aquí? Imposible —responde el técnico—, pero sí necesitas un servicio de mudanza, puedo contactarte con uno de mis primos.
—Muchas gracias —responde el muchacho.
—Pero dinos, jefe —insiste una de las maquillistas—. Este "alguien..."
—Vamos, Tania, no molestes al jefe. Ya te ha dicho que no es una cita.
—Sólo estoy un poco curiosa —ella se defiende.
El ascensor se detiene en la recepción, tal cual han indicado con el botón y ordenadamente todos descienden. De camino a la salida, un coro de despedidas se dirige a las dos secretarias de la recepción que amablemente despide al grupo y les desean un buen día. El teléfono del nipón suena y él lo extrae descuidadamente de su chaqueta sin molestarse en mirar el nombre del remitente en la pantalla antes de contestar. Después de todo, no le ha dado su numero a nadie que no conozca.
—¿Sí? —pregunta.
—Soy yo. Espero que no te moleste que haya venido hasta tu trabajo. Te espero en el auto frente al edificio. Ya sabes, el rojo.
Abruptamente el fotógrafo aparta el móvil de su oído y mira la pantalla, sólo para encontrarse con el contacto de Aslan en ella. Se suponía que se encontrarían en la estación en una hora, no qué pasaría por él en su demasiado llamativo auto deportivo. Sus colegas seguramente harían preguntas y él no quiere responderlas.
—No tenías que tomarte la molestia —responde mirando la puerta de salida con nerviosismo. Puede ver el coche a través del cristal.
—Estaba en una junta a un par cuadras, así que...
El sonido de un silbido impide que Eiji escuche las siguientes palabras, no así las de uno de los técnicos que dice:
—Ese sí un auto. ¿Creen que sea de un alfa?
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Hana no kaori.
FanfictionBanana Fish. OMEGAVERSE. Ash cree que es el destino. Eiji no piensa igual. Advertencias: Angst, drama, romance.