I.

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El silencio de la noche es interrumpido por el sonido de dos disparos estruendosos dentro de un callejón y sin embargo, no parece que nadie haya sido despertado en el vecindario. Las luces en los destartalados edificios siguen apagadas y las que no lo estaban simplemente permanecen allí, con si nada hubiese ocurrido. Tal vez los vecinos están demasiado acostumbrados, es Downtown al fin y al cabo.

—Voy a repetirlo una última vez y te aseguro que, si vuelves a responder la misma mierda, la próxima vez que te apunte no saldrás con vida.

El hombre contra la pared de ladrillos tiembla y apenas puede respirar del miedo. Él sabe que el alfa ha fallado a propósito, que busca torturarlo con su fuerte presencia y aun así no puede evitar caer en su trampa. Sabe que si quiere tener la mínima oportunidad de largarse de allí con vida debe hablar, incluso si el resto de sus camaradas piensa que es un traidor. Es un beta y al contrario de los alfas y los omegas, él tiene que buscar una manera de sobrevivir, de destacar y al diablo con el resto.

—En el almacén oeste. Ahí es donde los llevan. No sé nada más, lo juro.

El alfa de cabello rubio le mira con ojos centellantes, como si tratara de decidir si está diciendo la verdad o sí debe plantar una bala en medio de su frente de una vez.

—Creo que está diciendo la verdad —interviene su colega de lentes oscuros y cabello púrpura.

—Pero no es suficiente —le responde y luce indiferente—. Por ahora ve a investigar el almacén, si confirmas que este payaso está diciendo la verdad llama a Blanca para generar un plan de acción. Yo me encargaré de éste.

Los hombres del alfa se retiran sin hacer más preguntas, dejándolos completamente solos. El beta sabe que sólo es cuestión de tiempo para dejar de ser de utilidad, conoce los rumores sobre el implacable Ash Lynx y ninguno es precisamente bueno. Nada sorprendente tomando en cuenta quién es el hombre que lo educó y lo llevó hasta la cima.

—Puedes considerar este tu día de suerte —le dice entonces, mirando despreocupadamente el arma en su mano—. Puedes seguir viviendo un poco más, pero necesito que me hagas un pequeño favor.

—Haré lo que sea, señor —responde como un perro asustado. Ash sonríe y parece que se burla de él, que reafirma su posición en la punta de la pirámide.

—Por supuesto que lo harás —afirma y se acuclilla a su lado, poniendo la boca de la pistola debajo de su barbilla. Su mirada es peligrosa y letal—. Quiero que vuelvas con Arthur y le digas que al contrario de mi «padre» yo no voy a permitir que ensucie de mierda mi ciudad. No quiero que haga sus jodidos negocios en New York y si insiste en ello iré personalmente tras su cabeza. ¿Lo has memorizado? —El beta asiente y pasa saliva pesadamente. Las palabras de ese chico no están vacías—. Bien, lárgate y no vuelvas a mostrar tu rostro frente a mí o no seré tan amable.

El hombre se pone de pie y corre despavorido hasta la calle principal. El alfa le mira desde la oscuridad, guardando su arma en el pantalón y sacando de sus bolsillos una cajetilla de cigarros y un encendedor de plata grabado con sus iniciales. Se siente más tenso de lo que ha dejado ver y realmente necesita un poco de nicotina.

La primera calada le sabe a gloria, pero la segunda le hace sentir náuseas así que simplemente arroja el cigarrillo al suelo y lo pisa como si tuviera la culpa de todos sus problemas y no es así. Él es el único culpable de todo lo que está ocurriendo y está realmente cansado. Cansado de tener que jugar al jodido gánster, cansado de fingir que no le molesta el rol que le han otorgado y que sólo ha soportado porque sabe que todo lo que tiene que hacer es soportar una semana más, una semana hasta cumplir la mayoría de edad.

Aslan aprieta con fuerza la caja entre sus manos y la devuelve a su bolsillo justo en el instante en que su móvil comienza a sonar. No necesita mirar la pantalla para saber de quién se trata así que simplemente contesta y espera. ¿Tanto tiempo ha permanecido dentro del callejón perdido en sus propios pensamientos?

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora