XXII

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Eiji toma una bocanada de aire y se deja caer sobre el sofá con el móvil en mano, pero incapaz de mantenerse quieto, vuelve a ponerse de pie y comienza a caminar. Sus pies le llevan a la cocina, donde en un intento por hacer algo, cualquier cosa, abre la nevera sin estar muy seguro de lo que necesita de ella, obteniendo un yogurt bebible que deja sobre la barra para luego regresar al salón donde se recarga con ansiedad en el respaldo del sofá. El omega pasa una de sus manos a través de su cabello un poco alborotado, rebelde como siempre, y lo aparta de su rostro afligido mientras con valentía, levanta la otra y posa la mirada en la pantalla del teléfono, allí en donde se dibuja la información de contacto de Aslan Callenreese a quien ha estado intentando llamar desde hace una hora, sin éxito.

Frustrado, el muchacho aprieta los ojos irritados sintiendo las lentillas sobre ellos, un poco incómodas. No puede creer que no ha podido hacer algo tan sencillo como presionar el estúpido icono del teléfono junto al nombre del alfa y llamar. No puede creer que a pesar de tanto tiempo no ha aprendido de sus errores y que sigue siendo el mismo Eiji que llegó de Japón; cobarde e inmaduro, alguien que es incapaz de hacer realidad sus propias resoluciones y es un poco decepcionante, porque hasta antes de que supiera de que es un omega, se había creído diferente.

En cualquiera de los casos sabe que debe llamar, ahora. Sabe qué debe hacerlo por diversos motivos, entre ellos su egoísta deseo de ver al que alguna vez fue su gran amigo una vez más, pero no sé atreve. No se atreve porque si Ash le atendiera la llamada y le dijera que ya no tiene ningún asunto con él, se deprimiría, aunque no le culparía porque él se lo habría buscado después de haber sido tan indeciso, por haber huido. Dos veces. De la misma forma en que huyó de Japón.

De la misma forma en la que planea huir de New York.

El muchacho suelta un alarido de frustración y estruja el móvil con ambas manos antes de volver a suspirar y tallarse los ojos con los puños mientras se repite mentalmente que sólo necesita presionar el botón rojo, sólo eso. Presionarlo y esperar. Tal vez Aslan ni si quiera atienda. Tal vez no lo haga porque según los medios está demasiado ocupado con los preparativos de su boda. Tal vez no lo haga porque está con su prometido. Tal vez no, pero él espera que sí. Todo lo que necesita es una oportunidad.

La última.

El ánimo del omega decae ante ese pensamiento pero también refuerza su ya tomada decisión y marca antes de que se esfume de nuevo, porque es verdad. Probablemente jamás tendrá otra oportunidad como esa, no ahora que sabe que espera un bebé de ese hombre y aunque aún no ha decidido que es lo que quiere hacer con él, definitivamente dejarle saber no es una opción. Conoce al alfa lo suficiente como para saber que sería capaz de abandonar a su destinado para estar con su hijo, aún si le odiara a él por haber arruinado su vida y eso no es lo que quiere.

Cuando Eiji se descubrió que estaba embarazado no pudo evitar pensar en todas estas cosas. Pensó en ellas incluso antes, cuando vislumbró la posibilidad de estar cargando un cachorro y la sola idea le hizo sentir aterrado, pero ahora simplemente está tan confundido porque, aunque le encantaría deshacerse de él no sabe si podrá. Su parte omega se estremece de solo pensarlo porque ese es su hijo —y el de Ash— y él está dudando, dudando demasiado. Tal vez si las circunstancias hubieran sido diferentes, tal vez si hubiera sido otro alfa —un desconocido que lo hubiera tomado por la fuerza—, tal vez, sólo tal vez él habría podido deshacerse del embrión sin darle tantas vueltas y seguir con su vida.

Pero las cosas no son así.

El lazo que tiene con Ash va más allá de eso, hay afecto y eso es lo que hace al asunto tan complicado. El que sepa lo difícil que ha sido para el rubio la vida familiar también, porque después de que su madre lo abandonara y se viera obligado a vivir con Golzine, lo menos que merece es un poco de paz, de amor. Una familia de verdad que le ayude a sanar las heridas que él intentó tratar inútilmente, a ciegas. Una familia con su omega destinado y el cachorro que éste podría darle, no el hijo bastardo que dará a luz un amigo, ni si quiera un amante. Un amigo que no le apoyo, que le mintió y que le ocultó cosas. No, Eiji no tiene el derecho de arrebatarle la felicidad que tanto trabajo le costó alcanzar.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora