—Voy a preguntarlo una última vez, ¿realmente estás seguro de esto? —pregunta Jessica Randy con serenidad maternal en su tono de voz. Eiji sabe que su intención no es mortificarlo y aun así su pregunta le hace sentir intranquilo.
—Lo estoy, de verdad —afirma a pesar de todo, ajustando la correa de su mochila al hombro con fuerza.
—Aún si te retractas ahora, nosotros no tendremos ningún problema. Lo sabes, ¿verdad? —insiste Max y el japonés asiente.
Lo sabe. Sabe que sin importar la decisión que tome, los Glenreed jamás lo juzgarán y es por esa razón que quiere ser completamente sincero con ellos.
—No creo ser apto para el puesto y Japón es la mejor opción para mí... —dice con voz tranquila—. Pero siento que, si me marchara sin intentarlo, me estaría defraudando a mí mismo.
Jessica y Max se miran, intercambiando una sonrisa y miradas cómplices. Lucen como un par de padres orgullosos y eso hace que el pelinegro se sienta un poco avergonzado. Sólo un poco.
—Es precisamente por tu voluntad que siempre creí que serías perfecto para el puesto —afirma—. Sé que pones todo tu corazón en lo que haces. Amas la fotografía y eso se refleja en tu trabajo.
—Gracias señor Glenreed, no voy a defraudarlo —garantiza el joven fotógrafo.
—Sé que no, Okumura-san.
—¿Entonces deberíamos redactar tu contrato de exclusividad con nuestra editorial? —pregunta la rubia.
Eiji asiente, seguro de que está tomando la decisión correcta. Trabajar para una de las editoriales más grandes del mundo sería un reto personal e iba a tomarlo. Sólo lamentaba no haberse despedido correctamente de su familia, aunque con lo que ganaría, estaba seguro de que su madre, su hermana y su abuela podrían vivir mucho más tranquilas. Él aún no entendía muy bien qué lo había impulsado a tomar esa decisión cuando ya estaba convencido de que volver a su país sería lo mejor, simplemente se sentía como si no fuera correcto abandonar New York y no lo había hecho.
—Bienvenido —le dice su amigo entregándole las llaves de su oficina.
Eiji las toma, emocionado y las mira por un instante antes de introducir una en la cerradura. Ni la llave ni el picaporte son excepcionales, pero para el joven fotógrafo lucen como todos sus sueños hechos realidad.
La puerta se abre con un casi imperceptible clic. Dentro, la oficina está incluso más iluminada de lo que luce por fuera. Huele a aromatizante para pisos y cada mueble se encuentra limpio y bien cuidado. Hay un escritorio de madera y una silla que luce tan cómoda que hace que el pelinegro se pregunte si no se quedará dormido si se sienta allí. Sobre el escritorio hay una computadora de última generación y un teléfono. Pegado a una de las paredes, un librero que lo cubre todo, pero con apenas un par de libros. La planta en la esquina del cubículo ha sido regada, sus hojas aún mantienen las gotitas de rocío y la moderna lámpara de techo lo ilumina todo suavemente con un ligero brillo aperlado.
—¿Te gusta? —le pregunta Jessica sujetándolo por los hombros y empujándolo suavemente para que se adentre en el lugar—. Quitamos el librero de la izquierda porque supusimos que querrías colgar tus fotografías allí.
—Sabemos que luce muy impersonal, pero ahora que es tuya podrás agregar o quitar cualquier cosa que desees —agrega Max.
Eiji no responde. No tiene palabras para describir lo emocionado que está, ni lo muy agradecido que se siente. No hay manera de que los Glenreed se tomen tantas molestias por todos sus empleados, él sabe que es especial y que están haciendo todo lo posible para que se sienta cómodo, pero contrario a como creyó que se sentiría, en realidad, está bastante a gusto con las atenciones.

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Hana no kaori.
FanfictionBanana Fish. OMEGAVERSE. Ash cree que es el destino. Eiji no piensa igual. Advertencias: Angst, drama, romance.