XXI

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Eiji se despierta por el sonido de la alarma que él mismo colocó la noche anterior. Son las seis y media de la mañana en sábado y sumándole que en realidad no pudo dormir muy bien, se siente fatigado. En un intento por despejarse, se estira sobre el colchón y toma todo el aire que sus pulmones le permiten, pero es inútil, sus ojos vuelven a cerrarse pesados, amenazando con hacerle caer dormido una vez más, cosa que no puede permitir porque tiene cita en el médico y es muy importante que asista. Así que aun en contra de su voluntad se levanta y se dirige al cuarto de baño maldiciendo al idiota de Haruki, la razón por la que no ha podido descansar correctamente.

O algo así.

Ha pasado la noche soñando con su primera cita, aquella a la orilla del mar donde le pidió que salieran y ha sido desconcertante, aunque no muy sorpresivo. Desde que se encontró con él hace ya algunos días, han estado ocurriendo, los sueños. Primero el día en que se conocieron; cuando Haru se mudó a la edad de seis años al barrio. Luego las mañanas de verano corriendo en todas direcciones con una paleta helada en las manos, las tardes en el colegio intercambiando mensajes en papelitos mal doblados, los días de lluvia en las que tenían que compartir el mismo paraguas y la primera vez que Eiji se dio cuenta de que le gustaba. Lo mucho que se decepcionó cuando su madre le dijo que los betas y los alfa no podían estar juntos y cuando a Haru no le importó y de todas maneras le beso antes de la graduación.

Esa cita a la orilla del mar.

Y no es que su ex le quite el sueño como a una quinceañera es que, en cada uno de esos sueños, de alguna manera, la imagen de Aslan Callenreese se las arregló para aparecer, haciéndole sentir culpable, casi como si le estuviese traicionado cuando entre ellos no ha hay absolutamente nada, ni si quiera palabras, porque desde su último encuentro no han hablado ni una vez y tiene que admitirlo, es completamente su culpa.

Ash dejó una nota donde se disculpaba por no poder quedarse a hablar, algo urgente había ocurrido en el trabajo y había tenido que marcharse, pero le pidió que se encontrara con él en su restaurante favorito esa misma noche y él simplemente no pudo ir por la culpa. El mensaje también decía que le llamara cuando tuviera tiempo libre pero no lo hizo y ahora, aunque se siente mal, realmente está aliviado de no haberlo hecho.

El encuentro con Haruki sirvió para muchas cosas, entre ellas, que Eiji comprendiera todo lo que había estado haciendo mal. Lo errores que cometió por su ignorancia y su ingenuidad, pero también por su egoísmo. Sirvió para que entendiera que, cuando dos personas se pertenecen y se hacen felices intervenir es un pecado y que, si él realmente quiere ser un buen amigo, tiene que dejarlo ser y seguir con su vida. Está consciente de que por su desliz no tendrá la oportunidad de seguir al lado del rubio y tampoco es tan descarado como para proponerlo, sabe que a Yue no le gustaría, pero es una consecuencia que está dispuesto a afrontar porque Ash le importa lo suficiente como para aceptar que las cosas serán así de ahora en adelante y duele, pero es lo correcto.

El omega no lo está pasando muy bien y Eiji tampoco, ya lo ha aceptado y lo ha asimilado, sólo queda el verdadero reto y es que no ha encontrado el valor de citar al alfa luego de haberlo plantado y haberlo ignorado por días. Piensa que podría ser muy sinvergüenza simplemente aparecer y pedirle que se reúna con él como si nada, así como también piensa que, si conoce a Ash como piensa que lo hace, Yut ya debe saber sobre su pequeño encuentro y eso le mortifica aún más. Así que simplemente no ha sabido como proceder y lo ha relegado. Sobre todo desde que comenzaron sus sospechas sobre cierto asunto. La razón por la que asistirá al hospital tan temprano.

El nipón se dirige al cuarto de baño y abre las llaves de la regadera. Mientras el agua calienta, se desnuda con la mente en blanco por el cansancio, la arroja en cesto que llevará a la lavandería más tarde y se deshace de sus lentes de contacto para colocarlos en sus contenedores con el líquido especial para preservarlos. Cuando la ducha está en su punto se adentra, toma la botella de shampoo y comienza su ritual de limpieza con algo de pereza mientras con toda la intención del mundo evita mirar su propio vientre.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora