XIII

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Ash se recarga en su silla y con gesto indiferente, ve la sala vaciarse poco a poco. Sus manos se encuentran entrelazadas sobre la mesa y aunque su mirada no lo refleja, en realidad desea que todos se larguen y le dejen solo. Ha pasado tres horas encerrado con un montón de alfas idiotas que no han hecho más que asentir sumisamente a todo lo que salía de su boca, y maldecirlo mentalmente por la envidia que les causa su posición. De todas las personas, Ash era la última a la que todos querían ver a la cabeza, es el hijo adoptado —por no decir bastardo— de Golzine al fin y al cabo y todo ellos aún creen ser una mejor opción para liderar la corporación. Una tontería, ninguno es la mitad de inteligente o astuto, porque incluso entre alfas, hay niveles y él es la élite.

La envidia es palpable en literalmente cada maldita esquina del maldito edificio de más de cincuenta pisos. El ambiente es tan pesado que si no está encerrado en su oficina simplemente no está. Los alfa tienen los puestos importantes y humillan a los betas que se dejan pisotear por ellos. El ambiente laboral típico de una empresa gobernado por alfas. Los omega ni si quiera tienen un lugar allí, todo para lo que sirven es para desposar a tipos como él y darles cachorros de calidad. Todos aceptan el rol que la sociedad les ha asignado y él no es la excepción.

O lo no lo era.

La secretaria de Dawson es una de las últimas en salir. Le mira con ojos coquetos, él la ignora completamente, ella se rinde y se marcha. Es un ritual que han realizado por años. Una vez, sólo una maldita vez se le ocurrió que sería buena idea salir con una beta y ese fue el resultado. Creyó que, al no dejarse llevar por las feromonas, sería más fácil encontrar una relación sincera con uno de ellos. Un gran error, los beta son tan ambiciosos e interesados como los omega, aunque tal vez sea su culpa por tener una fortuna más interesante que su personalidad.

Es cuando se queda completamente a solas que Shorter finalmente abandona su puesto en la esquina de la sala de reuniones y se coloca a su lado, soltando un suspiro exagerado. Es obvio que está tan aliviado como él de no tener que lidiar más con esos tipos y Aslan lo entiende, debe ser el doble de difícil para su amigo siendo un beta y le agradece de todo corazón que día a día lo soporte permaneciendo a su lado, protegiéndolo.

—Les ha tomado un rato —se queja, sentándose flojamente en la silla a su lado, adoptando una pose mucho más relajada ahora que sólo están ellos dos—. Hacen demasiadas preguntas.

—Es lógico, están esperando a que cometa un mínimo error para persuadir a mi padre de que no soy digno de tomar su lugar.

Shorter sonríe ampliamente.

—Eso va a ser difícil. Sólo te he visto cometer un error en toda tu vida y joder que llevamos mucho tiempo conociéndonos.

—¿Cuánto tiempo vas a seguir con eso? Ser amigo de Eiji no es un error —le responde poniéndose de pie y juntando los papeles con las cifras de ese mes para ponerlos dentro de su maletín.

—Claro, por supuesto, amigos —le dice con claro sarcasmo en la voz que el rubio decide ignorar—. ¿Qué fue eso que le enviaste ayer? ¿Flores y una canasta de dulces?

Ash siente la cara arder, pero no cede.

—Está resfriado.

—La última vez que me resfrié sólo enviaste un sticker burlándote de mí.

—Siembras lo que cosechas, Shorter. Siembras lo que cosechas.

Ambos jóvenes salen de la habitación en dirección al elevador. Ash sabe que la conversación no ha muerto, pero su mejor amigo es lo suficientemente discreto como para no mencionar al japonés en un lugar donde el fuerte lazo con cualquiera significa una debilidad y está muy agradecido. Sin embargo, el silencio del chino no dura demasiado, tiene tan mala suerte que ni un alma ha abordado el elevador junto con ellos y sabiendo que tiene vía libre, Shorter vuelve al ataque como ya es costumbre, con cosas que no quiere escuchar porque sabe que son verdad.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora