XXVI

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Sing cierra la puerta y suspira con pesar. Su corazón late rápido y sus manos sudan, nervioso. No puede creer que ha dicho todas las cosas que dijo y, definitivamente, no puede creer que Ash se lo haya creído con lo temblorosa que se encontraba su voz y la forma en la que sus ojos se posaban en todas partes menos su rostro. Ha mentido como un jodido campeón, pero en realidad no le ha quedado de otra, no con Aslan Callenreese en su puerta luciendo tan desesperado, tan confundido. Tan necesitado redención. Él está consciente de que las cosas que hizo están completamente mal y, aún así, no se arrepiente. ¿Cómo podría? Todo lo ha hecho por el bien de Eiji.

Y el suyo.

El muchacho se aparta de la puerta donde ha estado recargado por minutos enteros, simplemente pensando, intentando calmarse. Camina hasta el salón y se deja caer en el sofá con las piernas aún temblándole. Lidiar con la esencia de un alfa dominante nunca es sencillo y Aslan estaba tan enojado que realmente creyó que le golpearía. Pero no lo hizo y ahora puede decirse que, de los dos, Soo-Ling es el que salió más entero. No puede recordarlo muy bien, pero casi piensa que vio llorar a su viejo amigo y aunque ha sido la primera vez, no puede sentir lástima.

Tal vez es porque él mismo se ha mentalizado para hacer de Ash el villano. Porque le conviene que lo sea. Se ha repetido un millón de veces que haber tenido relaciones sexuales con Eiji durante su celo estuvo mal y que hacerlo mientras estaba comprometido con otro ha sido todavía peor, sin importar que Eiji insistiera que era culpa de ambos. Porque si Aslan se vuelve el malo, entonces él podría ser el héroe y tener un pretexto para mantenerlos lejos.

Egoísta.

Sing no es ningún idiota. Él sabe cosas. Las ha sabido siempre. Como si de dos polos opuestos se tratasen, Ash y Eiji se habían atraído irremediablemente, desde el inicio. Ellos le llamaban amistad, él sabía que era algo más. La forma en la que se miraban, en la que se tocaban. Ash jamás había sido así, con nadie y Eiji, Eiji que se suponía que odiaba a los alfa le dejó entrar en su vida como si nada, en cuestión de semanas, cuando a él le tomó meses enteros ganarse su confianza de verdad y no las sonrisas y charlas por compromiso que el omega le dedicaba. Él lo sabía y aun así no pudo evitar enamorarse de Eiji.

No recuerda cuando fue que todo comenzó. Sólo sabe que un día se despertó y lo supo. Lo mucho que le gustaban sus enormes ojos negros y su sonrisa brillante, su aroma a girasoles. Después de eso, las cosas simplemente fluyeron. Eiji se convirtió en su amigo y aunque él nunca planeó decirle sus verdaderos sentimientos, el que él y Aslan se distanciaran lo hacía más tentador.

Se sentía como el destino.

Sin Ash, él y Eiji pasaban más tiempo juntos; iban al cine, a almorzar, pasaban el tiempo en el apartamento del japonés y a veces, incluso pasaban la noche juntos. Sing se sentía como en el paraíso la mayoría del tiempo, durante la otra, era realmente miserable. Porque sin importar lo mucho que lo intentara, la sombra de Callenreese seguía allí, entre ellos y el rostro del nipón era tan jodidamente obvio que le hería y aun así, decidió quedarse. Se quedó incluso cuando le escuchó decir su nombre entre sueños, cuando sus ojos le buscaban desesperadamente por la calle y cuando huyó de él y se fue hasta el otro lado del mundo sin decirle nada.

Se quedó porque le quiere, incluso ahora. Juntó todo lo que tenía y vendió el resto sólo para tener una oportunidad más de permanecer a su lado. Un lugar al que él tiene más derecho que cualquier otro. Sing y no Ash. Sing que vivió con su amor unilateral desgarrándole el pecho por meses enteros, Sing quien jamás ha dañado a Eiji, Sing que no ha hecho mas que cuidarlo, procurarlo y protegerlo, de todo y de todos, como ha hecho justo ahora. Como seguirá haciendo sin importar quien caiga, porque es lo correcto...

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora