Con dificultad, Eiji sube el último peldaño de las escaleras y atraviesa el corredor hasta el departamento número dieciocho. Con un bostezo, el muchacho busca en los bolsillos de su abrigo las llaves. Se queda de pie frente a la puerta con pose cansada y una mirada de párpados caídos mientras se hace con la llave correcta. No debería tomarle mucho tiempo, es la única en color cobre que es más chica que el resto, pero el cansancio lo vuelve torpe y la tarea que debería haberle tomado unos segundos se vuelve ridículamente larga hasta que finalmente logra identificar la llave correcta e insertarla en la cerradura.
La puerta se abre con un clic seguido por el rechinido de las bisagras que ha jurado engrasar desde que se mudó a ese departamento, hace más de tres semanas.
Le recibe la oscuridad de una sala prácticamente vacía y el bullicio de la avenida que pasa justo frente a su edificio. Tal vez no fue tan buena idea mudarse cerca de Central Park, porque aunque esté lleno de cafeterías preciosas y tiendas, parece que la gente de la zona simplemente nunca va a dormir, siempre está lleno de luz y ruido y él no ha comprado cortinas aún.
El muchacho no pierde mucho tiempo en el vacío recibidor. Se dirige directamente a su habitación que está casi igual de vacía, a excepción del simple colchón en el suelo y el par de cobijas en el armario junto a la ropa que trajo consigo desde Japón. Y es que su primer pago como miembro de la editorial sirvió para la renta del departamento y la compra de algunos comestibles que pudieran permanecer en la alacena sin pudrirse. Eiji cree que es una suerte que los americanos vivan de comida enlatada, pero él simplemente no quiere soportarlo más tiempo de lo necesario.
En todo caso, la fuente de su cansancio no es el colchón de segunda, ni la mala alimentación. Ni siquiera es el trabajo, porque ama su nuevo trabajo. Se trata de cierto jovencito omega que no ha hecho más que hacerle sentir como un completo novato. Uno de los inútiles, además.
Yut-Lung Lee, de cara bonita y lengua filosa. Se suponía que sus fotografías saldrían en la siguiente edición de la revista de Jessica pero ahora la fecha se había postergado porque él simplemente no se sentía a gusto con ninguna de las fotografías que el japonés le tomaba. Ninguna. Para todas tuvo un pretexto, uno cada vez más ridículo que el anterior y aunque al principio el beta había estado dispuesto a complacerlo y a cooperar con él, ahora estaba convencido de que el chino sólo quería hacerle quedar mal y ese día había sido, por mucho, el peor de todos.
Eiji está siendo saboteado sin duda alguna, lo que no sabe es porqué, aunque tiene algunas ideas. Parece que a su majestad Lee no le agradan los beta. Mucho menos los beta que tienen puestos importantes en organizaciones importantes. O tal vez no le agrada específicamente él. Por ser beta, por no ser americano, por ser japonés. Sea como sea, se encuentra bajo su mira y sólo es cuestión de tiempo para que algo salga terriblemente mal.
Para un tipo como Yut, con dinero e influencias, no sería difícil deshacerse de un insignificante fotógrafo amateur cuya única seguridad de protección es estar trabajando para uno de los alfa más influyentes del medio.
La sola idea de que un mimado niño omega pudiese terminar con su carrera hace que le duela la cabeza y se sienta más cansado. Es un alivio que no tenga que verle la cara durante todo el fin de semana, así podrá dedicarse a sí mismo durante un par de días sin demasiadas preocupaciones. Tal vez irá de compras y se hará con algunos muebles. Tal vez simplemente recorrerá la ciudad y tomará algunas fotografías. Seguro que servirán para alguna de las más de diez publicaciones que la editorial de Max maneja y cómo tiene contrato de exclusividad, todo lo que su cámara capte pertenecerá únicamente a él.
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Hana no kaori.
FanfictionBanana Fish. OMEGAVERSE. Ash cree que es el destino. Eiji no piensa igual. Advertencias: Angst, drama, romance.