XXVII

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Eiji mira el reloj de pared colgado en el salón y suspira con cansancio. Toma la taza de té que ha dejado en la mesita de centro y se levanta con mucho cuidado del sofá, para dirigirse a paso lento hasta la cocina y dejar en el lavabo la pieza de cerámica. No tiene intenciones de lavarla en ese momento, la espalda le duele demasiado y tiene los pies inflamados, por lo que todo lo que desea es ir a su habitación y sentarse un par de minutos en su mecedora y eso es justo lo que va a hacer.

El muchacho arrastra los pies enfundados en suaves pantuflas de conejo hasta su pieza, cuyo interior apenas es iluminado por la bombilla del corredor. Está bien así, la luz tenue le relaja y le hace sentir tranquilo por lo que no necesita encender el interruptor interior del cuarto y en su lugar, simplemente se dirige hasta su silla junto a la ventana, no sin antes tomar el libro sobre partos que su hermana le ha regalado que se encuentra sobre la cómoda junto a su cama, para después ponerse a leer. 

Está a sólo un mes del nacimiento de su cachorro y su cuerpo no da para mucho más. Está cansado todo el tiempo, todo lo que come lo absorbe el niño apenas dejando algo para él y, por si fuera poco, la ansiedad y la depresión están más presentes que nunca debido a las hormonas. La única razón por la que Eiji no se ha derrumbado es porque está demasiado consciente de que dentro de su barriga está cargando con una vida, una que por voluntad propia decidió tener y no es que en realidad lo deteste, es sólo que es muy difícil. 

El nipón se ha tomado un descanso de su trabajo desde el sexto mes y aunque significó un peso menos, las cosas no mejoraron mucho. Aún no puede dormir por las noches y su apetito es poco. A veces, incluso despierta llorando por sueños que no recuerda, pero de los que él se hace una idea sobre lo que tratan y eso no es lo peor, lo peor es tener que lidiar todos los días con el recuerdo de una persona que ya no está, ni estaría. Una persona que Eiji ya ha aceptado que ama unilateralmente y aunque aún se pregunta si esos sentimientos son reales —o efecto de la dinámica alfa/omega—, realmente a estas alturas, le importa poco. No es como si saber la respuesta a esa pregunta fuera a cambiar algo.

En todo caso no todo es malo. Disfruta de la compañía de su cachorro al que suele leerle cuentos con la esperanza de que pueda escucharle allí dentro. Se deleita en los sonidos de su corazón cada que tiene revisión en el médico y se lo muestran. Se divierte tejiendo algunas prendas para él y comprándole algunas cositas en tiendas en línea y sobre todo le espera, le espera tan ansiosamente que no ve el día de tenerlo entre sus brazos y admirarlo. 

Por supuesto, también está Sing que vive con él y con el que comparte el desayuno todos los fines de semana. Sing que le consiente en todos sus caprichos y que le entiende pese a que él no ha podido darle una respuesta a sus sentimientos. No es que no haya querido hacerlo, de hecho, piensa que ha sido demasiado desconsiderado aprovecharse de eso que siente por él para hacerle permanecer a su lado, pero es que, por más que lo ha pensado, no ha llegado a ninguna parte. Eiji siempre lo ha visto como un hermano pequeño, siempre. Le recuerda un poco a su propia hermana y tal vez fue por eso que nunca se percató de su amor por él. Justo ahora las cosas no son muy diferentes; él sigue estancado con Ash —ocultándoselo fallidamente intenta a sí mismo— y aunque ahora es más consiente de Sing, tampoco es que algo dentro de él sea diferente. 

Y no cree que eso vaya a cambiar pronto. Eso es lo más preocupante.

Eiji escucha el sonido de la puerta principal abriéndose y, posteriormente, el sonido de pasos que se dirigen hasta su habitación. Sing aparece por la puerta luciendo visiblemente cansado, pero regalándole la bonita sonrisa que siempre le muestra para no preocuparle. El menor consiguió un trabajo en una compañía como vendedor prácticamente desde que se mudó a Japón y no gana mal, pero dada su falta de título universitario, no pudo conseguir algo mejor. El nipón se siente un poco culpable por eso, pero espera que el chico pronto pueda retomar la escuela.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora