Epílogo.

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El llanto de un bebé rompe el silencio armónico de la casa, impregnándose en cada habitación y despertando a la pareja que, abrazada, descansa sobre la blanda superficie de la enorme cama al centro del cuarto. Eiji se remueve soltando un pequeño gruñido de placer mientras se despereza y nota que, como de costumbre, el cuerpo de su alfa se encuentra sobre el suyo, rodeándolo con todas sus extremidades como si tuviera miedo de soltarlo. Él no lo aparta, nunca lo hace, simplemente se las arregla para girar y quedar cara a cara para contemplarlo; contemplar sus largas pestañas rubias y el brillo jade del reflejo del sol sobre sus ojos entreabiertos.

Lo ama tanto.

―Buenos días ―le saluda Ash con el rostro relajado y los ojos aún cerrados.

―Eiko-chan está llorando ―dice en respuesta.

―De acuerdo, yo me encargo ―responde, y aunque luce con ganas de seguir recostado, se levanta para besar a su esposo en los labios y luego salta fuera de la cama.

Eiji se coloca sobre su espalda y admira la figura del alfa salir de la habitación. Sabe el trabajo que debe estarle costando hacerlo, Aslan no es de los que madrugan al fin y al cabo y le conmueve demasiado que sea capaz de hacerlo por su comodidad y la de su hija. En realidad, Ash es el padre perfecto y no hay nadie que pueda decir lo contrario. Sería capaz de hacer cualquier cosa por su bebé, ya no se diga por su omega. Algunos incluso considerarían exageradas algunas de sus acciones ―como la vez en que les contrató seguridad privada cuando fueron a hacer las compras y él no puedo acompañarlos―, pero el fotógrafo realmente está agradecido de saberse amado.

El nipón se estira sobre el colchón y bosteza, rascándose por debajo del collar. El llanto de Eiko se detiene en algún punto y él se levanta a preparar el desayuno. Es domingo por la mañana y ninguno de los dos tiene que trabajar así que pueden tomárselo con calma. Tomarán el desayuno, saldrán a hacer las compras y luego darán un paseo por el parque como casi todos los fines de semana. A Eiko le gusta mirar a las ardillas.

Eiji escucha la voz de Ash hablar con la bebé en tono agudo y dulce cuando pasa frente a su habitación. Si sus socios e inversionistas le vieran seguramente no le reconocerían. El omega sonríe conmovido y pasa de largo hasta la cocina donde lo primero que prepara es la papilla de manzana de la nena que debe estar hambrienta. Sólo espera que no haga un berrinche como en los últimos días, desde que le quitó la leche de sus pechos. No que Eiko sea una niña caprichosa, de hecho, es bastante dulce, muy amable y con un temperamento tranquilo es sólo que, al igual que Ash, cuando algo le gusta mucho, no quiere dejarlo.

El fotógrafo deja el platito con papilla en la sillita para bebé junto a la mesa y enciende la estufa para freír algunos huevos, tocino y salchichas. Pone un par de panes en el tostador y saca de la nevera el cartón de jugo, haciendo que el aroma a desayuno invada toda la casa rápidamente y que su hambriento estómago gruña un poco. Ciertamente es un poco tarde para comer, pero había estado durmiendo tan plácidamente que no había podido despertar antes.

―Di hola a papi, Eiko ―dice la voz de Ash a su espalda y Eiji gira para mirarlos.

―Pa' ―dice ella con tierna voz—. Diash.

Aslan sujeta a la bebé entre sus brazos con mucho cuidado. Ambos lucen desaliñados, con el cabello en todas direcciones y sus ojos un poco entrecerrados, pero mostrándole una sonrisa tan bonita que le es imposible no corresponder. Eiji se deleita en los dos dientes apenas crecidos de su niña y en lo bonito que brillan sus enormes ojos verdes, enmarcados por su cabello oscuro y pálida piel. Ella suelta una carcajada como la de un ángel y luego el alfa la acerca para depositar un beso en su mejilla que el omega recibe con alegría.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora