XIV

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El sol brilla intensamente en el cielo despejado. La brisa sopla suave y agita las copas de los árboles. La gente camina de un lado a otro, entre charlas y sonrisas casuales. Parecen estar pasando un buen momento y no es para menos, el fin de semana es para disfrutar. Hay niños corriendo por la explanada principal, siendo perseguidos por sus madres, parejitas de todo tipo mirándose con ojos enamorados como si el resto del mundo no existiera, jóvenes acompañados por sus amigos que no dejan de decir tonterías, haciéndolos reír y entre toda esa multitud se encuentra él, sintiéndose totalmente fuera de lugar.

Eiji mira todo al su alrededor, preguntándose como es que el ambiente luce tan deslumbrante cuando él se siente tan mal. El muchacho mira la pantalla de su móvil en busca de la hora, son las once de la mañana con cincuenta y tres minutos, lo que significa que Sing aún tiene ocho minutos para llegar, así que espera nervioso.

El beta recarga su espalda pesadamente en el muro tras de él. Realmente está pensando en marcharse, en volver a casa y encerrarse en su habitación como lo ha hecho últimamente, cada que tiene oportunidad, pero sabe que entre más tiempo posponga lo que ha ido a hacer, menos tranquilo se sentirá y ya no puede con la ansiedad. Apenas duerme por las noches y está tan distraído que ha tenido que repetir el trabajo que pudo haber hecho fácilmente en un par de horas. Max y Jessica están preocupados y no dejan de hacer preguntas porque, por muy enfermo que se encuentre, jamás ha dejado que eso intervenga en su vida profesional. Tampoco siente apetito por nada y es obvio que está adelgazando, pero lo peor de todo, es que no ha podido ver a Ash a la cara y se siente tan patético.

No es que hayan perdido contacto en absoluto. Aslan se ha encargado de mantener la comunicación por mensajes de texto todos los días. Parece preocupado, no deja de insistirle que vaya al médico y envía todo tipo de cosas para su pronta recuperación, algunas útiles como medicamentos para los síntomas y otras que son más como un capricho, como caramelos y libros para pasar el rato en casa. Al principio, insistía mucho en encontrarse con él y segurarse de que todo estaba en orden y con lo testarudo que sabe que puede ser, Eiji había esperado encontrarlo un día de repente frente a su puerta, después del trabajo.

Pero eso nunca sucedió.

Tal vez fue por su constante negativa a encontrarse con él, o tal vez, se dio cuenta de que todo era un pretexto y en realidad lo estaba evitando, porque un día, simplemente dejó de insistir. Los buenos deseos no pararon y aunque los detallitos se hicieron cada vez menos frecuentes, lo que más le sorprendió fue darse cuenta de que, tal vez, Ash se había cansado de él y su cobardía. Más que sorprenderle, tendría que decir que le afectó. No se podía esperar otra cosa si rechazaba sus visitas todo el tiempo, ellos son amigos, pero Eiji no se comporta como tal. No está viendo a Aslan como el chico que sabe que le apoyaría a pesar todo, sino como el alfa que le hace sentir cosas. Cosas que habría ignorado toda su vida si Yut-Lung no hubiera aparecido en su puerta y hubiera dicho toda esa sarta de tonterías que aún se niega a creer.

Cosas que no quiere aceptar porque es doloroso.

El japonés toma una bocanada de aire y con manos temblorosas pasa sus dedos a través de su esponjoso cabello negro, sacándose de sus propios pensamientos. No quiere darle más vueltas al asunto. No quiere pensar en nada, pero tiene que hacerlo. No puede comportarse como un niño asustadizo el resto de su vida, hay cosas que tiene que afrontar si quiere seguir adelante. Aunque sinceramente, sigue aferrándose a la idea de que todo es un malentendido y pronto podrá volver a la irrelevante vida de un beta, sin emociones demasiado fuertes y alejado de las dinámicas alfa/omega donde él sabe no tiene un lugar.

El móvil vibra en su bolsillo y el fotógrafo lo saca presuroso, siendo tomado por sorpresa. Está esperando ver el nombre de Sing en la pantalla, llamado para disculparse porque va tarde, pero no se trata de él, sino de Ash y no es una llamada, él no le llama, ya no. Se trata del mensaje del día y como todos los que ha recibido, éste también le hace sentir culpable. No puede creer que fue capaz de hablarle sobre Haru pero no de decirle que tal vez, sólo tal vez, él no sea un beta.

Hana no kaori.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora