『Capítulo 3』

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Amistades clandestinas

—Es supremamente extraño que te dijera algo como eso —alegó Jess, quien se encontraba en la cocina preparando macarrones con queso mientras yo la observaba de lejos, sentada en el sofá de la pequeña sala, con las piernas cruzadas y mi pijama en gama gris.

Normalmente ofrecería mi ayuda en tan ardua misión como es la de preparar alimentos, pero eso significaba echar a perder la comida y tenía demasiada hambre para hacerlo. Cocinar no se me daba bien y no me gustaba hacerlo, así que no intentaba mejorar mis técnicas culinarias.

—Tampoco logro comprenderlo. Pero ya sabes, tengo una beca que mantener y tendré que acatar todas las órdenes que me sean impuestas —respondí de manera sutil, aunque muy en el fondo no deseaba doblegarme.

Jessica y yo, habíamos armado un pequeño debate sobre la petición de la madre de Azrael, la verdad no teníamos muchos supuestos y eso nos intrigaba aún más.

—¿Crees que la directora oculte algún secreto sobre su hijo? —pregunté mientras mi compañera se acomodaba a mi lado y dejaba la bandeja de macarrones calientes en la mesita de centro.

—Lo que yo creo Gia, es que debes olvidar todo este tema, recuerda... — no la deje terminar.

—Si ya lo sé, todos aquí guardan un secreto y no debo meter mi nariz en ellos —finalicé.

—No, en realidad iba a decirte que las personas suelen comportarse muy extraño... pero sí, eso también.

Seguido a eso, el timbre de la habitación sonó ocasionando que Jessica, diera un brinco para tomar su bolso, había pasado hablando todo el día de un joven que conoció en su clase de deportes, con el cual tendría una cita.

—Llego Mike, come y luego duerme, la fiesta de integración está cerca y los maestros se vuelven... —pensó un poco para encontrar la palabra correcta—. Tediosos en estas fechas.

Por lo que ella me había podido adelantar, sabía que la Ucla, organizaba cada año una fiesta de bienvenida al nuevo semestre de clases, a esta la llamaban "fiesta de integración". Su objetivo era que los estudiantes de la universidad se hicieran uno, pero era imposible unir dos mundos. Asentí ante sus palabras mientras ella se dirigía a la puerta de salida.

Al abrirla del otro lado se encontraba parado un joven de cabello castaño y ojos claros. Su rostro tenía una forma ósea cuadrada muy marcada que le otorgaba algunos aires de sensualidad, no podía negar que tenía un cuerpo atlético que atraía a cualquiera.

—Gia, Mike... Mike, Gia —nos presentó un poco nerviosa.

—Mucho gusto —grité desde el sofá.

—El gusto es mío, Gia —respondió cortésmente.

—Adiós, nos vemos en la noche —se despidió Jessica.

—¿Por qué tanto apuro por salir de aquí? —indagué al darme cuenta de lo nerviosa que estaba mi compañera de cuarto. Me encontraba aburrida así que la molestaría un rato para liberar estrés.

—No lo estamos ¿verdad? —preguntó a Mike, quien solo sonreía, parecía estar consciente de mis intenciones.

—Los hoteles no caminan, Jess —alegué. El rostro del chico adquirió una tonalidad rosa ante mis palabras, mientras que Jessica ignoraba mis bromas llevando a su cita fuera de la habitación—. Diviértanse —grité mientras salían. Alcance a escuchar un gracias distorsionado debido a que la puerta había sido cerrada.

Viernes por la noche, la pasaría encerrada en la habitación, esto resultaba ser un orgasmo de emociones sarcásticamente hablando. Busqué alguna película interesante que me pudiera hacer olvidar por un momento mi lamentable existencia, para terminar seleccionando "Sala samobójców ".

Personalidades fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora