『Capítulo 34』

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Me declaro culpable

Después de lo sucedido en casa de los Mckay, Bristhon se había transformado en una bomba de tiempo inimaginable, pues, fotografias de Ozana y Jean, teniendo relaciones sexuales fueron esparcidas por todo el campus, revelando así, aquel secreto que la rubia hubiera decidido llevarse hasta la tumba.

Por otro lado, Azrael no daba señales de vida, nadie sabía dónde se encontraba y me preocupaba el lugar donde pudiera estar, pero las noches ya eran suficientemente frías y aterradoras con la muerte de Jean, como para torturarme por Azrael. Mi mente era una traicionera y no la culpaba, había aprendido de la mejor.

La conversación que tuve días atrás con Ozana tenía mis sentidos en modo alerta, a la espera de su golpe de venganza, pero al parecer, todo habia sido solo una frágil y falsa amenaza, pues compartía estado de ánimo con ella, debido a que había vuelto a ser la solitaria chica de antes.

En medio de todo esto, comprendí una vez más que las personas pueden ser insensibles en los momentos más delicados. A los humanos no les importa el dolor de los demás, incluso algunos esparcían rumores que resultaban ser muy hirientes. Los estudiantes de la Ucla, alegaban que había vuelto a ser la misma zorra de antes, aquella que se acostaba con todos para liberar su conciencia. Pero cual fuera el problema real, no debían juzgarla, no estaba pasando un buen momento.

Mientras salía de la cafetería del edificio, mis ojos se clavaron en la directora Henley, quien se encontraba hablando con los oficiales de la policía, por su posición y postura supuse que era un tema serio.

Me quedé esperando por algunos segundos para ver si ellos sabían algo de Azrael, pero me fue imposible escuchar cuál era su tema de conversación. Así que me plantee ahí hasta que los periodistas se marcharan del lugar, cuando por fin lo hicieron, la directora esperó algunos segundos antes de introducirse en su oficina.

Fue en ese pequeño lapso de tiempo en el que aproveché, corrí para entrar en el lugar sin avisar. Cuando estuve dentro, su cuerpo se giró abruptamente al sentir a alguien detrás de sí. Su mirada pasó de susto a intriga mientras su rostro se contraía. Parecía estar tratando de recordarme. Cuando por fin lo hizo, sus labios dejaron un suspiro de alivio, pronto pasó lo impensado.

Caminó rápidamente hacia mí, para luego pasar sus brazos por mi cuerpo, me apretó tanto que sentía que me ahogaba.

—Gia, por Dios estás bien —susurró mientras se alejaba para poder asegurar la puerta de la oficina.

—Si yo... ¿por qué no habría de estarlo? —Pregunté algo confundida.

Su cuerpo se paralizó, algo en mí la había sorprendido.

—Tienes que entender que él es muy malo y con la muerte de Jean se me hacía imposible no pensar que te había sucedido algo.

—¿Usted habla de... Azrael —Indagué algo confundida. Sus labios se separaron ligeramente demostrando que no esperaba mi respuesta—. Usted sabía todo esto —sentencié con la irá floreciendo dentro de mí.

—Me alegra que estés bien, ahora puedes retirarte a clases —pidió con firmeza, tratando de evadir el tema.

—Usted era consciente de todas aquellas desapariciones. Sabía quién era el causante y nunca dijo nada para advertir a todas esas personas ¿Sabe cuántas vidas habría salvado?

—Gia, éste no es el momento —intentó ser autoritaria pero no le hice caso, el coraje carcomía mi interior, no podía evitarlo.

—Dígame algo —continué ignorando su intento de desviar la conversación—. ¿Puede dormir tranquila por las noches sabiendo lo que ha sucedido por su culpa? Porque yo no, y temo ser igual de culpable que usted.

Personalidades fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora